El banco se ha quedado solo,
el parque nota su ausencia
aunque el sol sigue alumbrando
y, sigue creciendo la hierba.
Ya, los pájaros no han vuelto.
Siempre jugaban con ella
piando a su alrededor
trinos con aire de fiesta.
Ella, de risa contagiosa
y palabras cariñosas,
les llevaba migas de pan
que las aves ansiosas
devoraban con afán.
Dejó de venir al parque.
Su morada está lejana.
Allí, otros pajaritos cantan
aunque, sus trinos no llegan
al interior de la caja.
Pero. Se dice que ella
transformada en un hada
camina muy silenciosa
al atardecer y al alba
recogiendo en su sueño
los cánticos que las aves lanzan.
© María Teresa Marlasca
Junio 2019
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