El drama del arrepentido

Habría podido reflexionar… pero qué inútil ahora pensar en reflexión cuando tengo a pocos metros el suelo al que me precipito…

Ni al dar el salto he estado convencido; se equivocan juzgando a los suicidas. Ha sido orgullo personal, una cierta dignidad; no me he permitido dudar más en la cornisa. Y tras las ventanas, en el octavo he visto a la vecina que nunca saluda, satisfecha tumbada en su cama leyendo. La familia infame y gritona del séptimo me ha ofrecido una cara distinta, la de la vida incesante, sin reflexión, sin ansiedad. Veo a la adolescente del sexto quizá por primera vez con el chico que le gusta, a solas en su habitación; y en el cuarto, y en el tercero y en el segundo, he visto en décimas de segundo la despreocupación por el mañana, las sanas risas triviales, las terapéuticas rutinas…

Claro, habría podido aprender de ellos, de los que simplemente viven… cierro los ojos, me repugna que la última visión sea el morbo perverso reflejado en la cara del portero.