Y tu amor me trastoco. Descarrilo todo mi sentido común.

¡Todo! Y eso es definitivo.

Inexorable.

Como sólo el amor puede… ¡Oh si que puede!

Derivarlo todo, todo hasta cruzar la existencia misma.

Es fiero y deliberado. Cuando ya nada esperas

aparece y te da el certero zarpazo.

Te traga de un bocado y se alimenta de ti.

Así es el amor. Voraz animal en llamas que te consume

hasta ya no saber más de ti.

Y todo se trastoco. ¡Si! Así, en definitiva.

Cuando yo te conocí.

Ese día de un nocturno y acalorado verano.

En donde por el calor, me salí a beber mi soda a la calle,

que para esas horas del nocturno resultaba más fresca y relajante.

Entonces tu tuviste la misma idea.

Fue así que en el silencio de la noche, «cupido» hizo de las suyas

y ahora, todas las noches salgo de mi casa a sentarme en la banca

del parque con el sólo objetivo de mirarte pasar.

Y miro tu ventana, para ver si aún sigues viviendo en ese mismo lugar.

Entonces cuando no te miro, mi corazón se entristece,

se me cae la sonrisa, se me vuelca el vació del alma.

Y pinto las llanuras con borradores de amatistas,

cortejando a ese «tal vez» mañana si estará.

¡Tal vez mañana me amara!

Adormesco mis ancias de cintura,

y me voy caminando de nuevo a mi encrustrada soledad.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS