• – Necesitamos a alguien que ayude a Juan Manuel en el laboratorio, y estaba pensando en José el novio de Alicia …
    • Alberto me miraba con los ojos azules que heredó de mamá y esa sonrisa con la que se ganaba la confianza de todo el mundo. Por eso estaba a cargo de ventas, por su sonrisa, él no tenía nada que ver con el laboratorio.
    • – ¿Quién es este José? ¿Qué estudios tiene? ¿Dónde trabajó?
    • Lancé las tres preguntas a repetición, como con un fusil. Me apuré y me arrepentí al instante.
    • Le brillaban los ojos, estaba contento. Yo en cambio, me estaba enojando.
    • ¿Acaso yo soy el único que piensa en los problemas que tenemos acá? Pensé.
    • – No, no tiene estudios, tampoco experiencia. Es el novio de Alicia y es un buen muchacho, creo que en el laboratorio, ayudando a Juan Manuel puede ir haciéndose, aprendiendo algo …No sé. No está para la fábrica, ni para ventas, ni logística… Por eso pensé en el laboratorio.
    • Es muy bueno y no tiene trabajo, ahora está en casa viviendo con nosotros y que le demos una mano creo que es una obligación.
    • Lo miré estupefacto, estaba sentado al otro lado de mi escritorio, cómodo, como en su casa, mucho más cómodo que yo que me movía en la silla como si tuviese hormigas.
    • No podía dar crédito a lo que oía: el tipo no sirve para nada, tiene que aprender todo y vive en la casa de Alberto con Alicia.
    • Me lo imaginé viniendo a la fábrica, contento, a socializar como quien va al club.
    • ¡Peor! Me lo imaginé los Domingos en casa. Comiendo asado, tirándose en la pileta y tomando cerveza con mis hijos y sobrinos.
    • Voy a tener que cortar con los asados de los Domingos.
    • – ¿Alicia lo llevó a tu casa? ¿Y qué hace en tu casa? ¿Cuántos años tiene?
    • – Veinticinco y sí, viste cómo es … Se enamoraron y lo trajo a casa. Es un pibe muy bueno.
    • –¿Che, este vago, ya es de la familia también?
    • – No es un vago, y sí, podemos decir que sí, que es de la familia.
    • Ya estaba todo perdido, si el tipo es de la familia y me opongo a que lo tomemos, voy a tener a todos en contra.
    • Una vez Hugo me dijo: Está bien que trabajes veinte horas por día siete días a la semana, pero tené en cuenta que los demás no somos así. En la familia no te quiere nadie, solamente te soportan.
    • Ese día me sentí muy mal, yo creía que se notaba que todo lo que hago es por ellos.
    • Último intento
    • – ¿Por qué no le buscás un trabajo en otro lado? De cadete aunque sea, en cualquier lugar, pero no acá. ¿Por qué no busca algo él mismo?
    • – Le cuesta conseguir trabajo … No es que no busque, pero le cuesta mucho …
    • – ¿Por qué? ¿Tiene muchas pretensiones? ¿Problemas de salud? ¿Qué le pasa?
    • – Estuvo dos años preso …Cuando piden antecedentes, salta eso y nadie quiere saber nada …
    • Me lo imaginé mezclando sus amigos con mi familia. Me deprimí.
    • Paró el ruido de la inyectora, soy el único que lo nota en las oficinas, normalmente hubiera salido corriendo a ver qué pasaba. Ahora Hugo se tendría que arreglar solo.
    • – ¿Cómo metés en tu casa a un tipo que estuvo preso? – Dije finalmente.
    • Escuché tristeza en mi voz, no me gustó, no estaba para dar lástima.
    • Me enojé.
    • – ¿Y querés traerlo acá encima? No, no, ni en pedo. Olvidate.
    • No lo quiero y que Alicia tampoco lo traiga al cumpleaños de Marta el Miércoles que viene.
    • Ya no podía pensar en el viaje a China.
    • Para eso era la reunión con Alberto. Sin nuevos negocios, con gente suspendida, le había pedido que gane la licitación como sea. Me encargaría de comprar los moldes al precio que fuera necesario para no perder dinero.
    • Se suponía que Alberto iba a decirme cuál era mi margen de negociación. Más barato él vendía, más barato tendría que comprar.
    • Pero no le importaba nada.
    • Lo único que quería decirme era que teníamos que contratar a este pibe, bueno para nada, ex presidiario. El novio de su hija.
    • Cuando volví a prestar atención, Alberto seguía hablando
    • – Se equivocó, pero vas a ver cuando lo conozcas que te va a caer bien.
    • Él seguía calmo. Mi enojo, en cambio, iba en aumento.
    • No lo quería conocer, quería tirarles a todos la fábrica por la cabeza, que se hagan cargo ellos. me iría con Marta a otro lado, donde no haya familia y pudiese trabajar tranquilo.
    • – Mirá, hacemos así – Continuó – Lo probamos una semana durante tu viaje a China y cuando volvés, hablamos. Le preguntás a Juan Manuel y a Hugo qué opinan, ni Alicia ni yo vamos a decir nada. Si después ustedes tres dicen que se tiene que ir, se va.
    • Ya estaba perdido. Estaba seguro que Alberto haría lo que se le diera la gana.
    • Una última oportunidad. Iba a hablar con Alicia, le iba a hacer entender que ese muchacho no le convenía, que seguramente estaba con ella por interés, que ella podía tener al chico que quisiera, uno bueno de verdad, que trabaje, que estudie, que sea honesto… Iba a hacer lo que tendría que haber hecho su padre. No me gustaba nada, pero era necesario
    • –. Quedate tranquilo – insistió – Es un buen chico. Necesita que le den una mano. Cuando vuelvas vas a ver. Además, ya es de la familia.
    • Vas a ver que Alicia se va a poner muy contenta. Está sensible con el tema del embarazo
    • ¿Cómo? ¿No te dijo nada?

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