Te extraño

A quien yo sé.

Son estas lentas
noches de insomnio
las que a mi ajada mente
traen el burdo rumor
de tu recuerdo.

En el obscuro frío
de mi habitación vacía
monto un divagante soliloquio
en el que te hablo, te canto,
te leo y te extraño:

Te extraño
en el cuarto donde estoy conmigo,
con el café que no he bebido,
con el beso que se pierde
en el aire vacío,
con el abrazo que nace muerto.

En estas noches
de frío insomnio, asedian a mi psique
los recuerdos y en las noches
de cálidas memorias, el sueño
pierdo.

Si caigo al sueño rendido
y dormido te sueño, despierto;
si te rememoro despierto,
no duermo. Y como Sor Juana
«a padecer de todos modos vengo».

En mi esquizofrenia
de esta noche, que se vuelve
madrugada, te leo al oído
los poemas de otro;

y en tu nombre me hago
las preguntas de aniversario.

Entre la nostalgia que causa
de la fría noche
los recuerdos, te deseo
cuanto amo:

Los orgasmos que no tengo,
la sabiduría que no comprendo,
la felicidad que me abandona,
los besos que no recibo,
los versos que aún no te escribo.

Cae un leve rocío
al pasto que se pinta
con las luces que llegan al alba.
En mi mente rota aún flota
vagamente un burdo rumor
de algún recuerdo tuyo.

Amanece. Se despeja de mi mente
mi corazón sublimado
y en la claridad del pensamiento comprendo
que quizá no sea este
el último dolor que tú me causas,
ni estos sean
los últimos versos, heridos
y gentiles, que te escribo.