Cuando esperes en la puerta,

y las horas muevan lentas,

las manillas del reloj.

Te adormeces, te despierta,

sólo el eco de una voz.

Entonces sabrás que siente,

en el arbusto marrón,

cuando se esconde la liebre,

de las garras del Halcón.

Cuando asome tu tristeza,

porque ha ocultado el sol,

sin avisar de repente,

las velas de aquel galeón.

Entonces sabrá que siente,

si esconden al trovador,

aunque sólo sea un instante,

la arrogancia de su voz.

Pero si sientes las olas,

como plumón de gaviotas,

se repiten, se derrochan,

y van tanteando tu piel

en toda su desnudez.

Entonces sabrá tu boca,

el roce de aquella vez.

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