Dame un trago de tu aire claro

que mi pecho adolece su propia brisa
y mis manos están secas intentando atajar el viento.
¿No ves cómo se pierden mis ojos intentando descifrar la estela?
de mi pupila negra gotea el compás del segundero.

Quién pueda con está hambre de cuello manso,
quien toque con sus dedos el aire nuevo,
que me dé un poco que me pierdo entre saltos,
que no atrapo ni el silencio, ni el farol, ni el viento.
Un sabor amargo, un goteo denso, un polvillo seco,
guían mi silueta abyecta rajando el temporal sempiterno.

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