Inició con lentitud el movimiento sensual. Los hombros delicados de piel muy suave brillaban a la luz tenue de la habitación. La espalda de forma perfecta se retorcía según el ritmo que le imponía la música de fondo que invadía el ambiente. La mirada del hombre bajó hasta detenerse en las formidables caderas que parecían hipnotizarlo.

Lentamente el cuerpo maravilloso comenzó a girar sobre los delicados y pequeños pies. Al quedar de frente los pechos, que parecían invitar a cualquier mano cercana a tocarlos, se movieron acompasadamente. El vientre plano y sin estrías se deslizaba presuroso hasta llegar a la zona del deseo más profundo. El triangulo angelical iluminó el rostro del observador que en ese momento desesperaba por salir de su silla para tocar, acariciar y besar.

Los delicados dedos de la diosa se apoyaron sobre la mesa justo donde había colocado la ropa. Se inclinó con lascivia abriendo las piernas, lo que dejó expuesta su joya más preciada. A esta altura la visión del individuo, aún sentado, se había nublado. La sangre corría por su cuerpo a intensa velocidad y la erección llegaba a su máxima plenitud. En ese instante la mujer volvió a girar y mostró con orgullo lo que había retirado de entre las ropas. Una sonrisa amplia asomó a su boca y podía sentirse en el ambiente el placer que experimentaba.

El hombre no alcanzó a comprender lo que veía, su boca quedó entreabierta, las manos estiradas a los costados y su sexo abatido. Ocurrió todo tan rápido que no hubo forma de evitar lo que venía. La cabeza del varón recibió de lleno el impacto de bala. La mujer sostenía aún en posición de tiro la pistola nueve milímetros, cuando el proyectil atravesó las dos paredes de hueso y la masa gris que protegían, para golpear con fuerza contra el muro.

La dama bajó el arma y la guardó. Recogió la vaina y el proyectil del suelo y comenzó a vestirse. Ya no tenía sentido quedarse por más tiempo. La última mirada para saber que todo estaba bien, que a simple vista no quedaban rastros para que cualquier investigador lograra identificarla. Cuando salía noto que el ascensor estaba llegando al piso, por lo cual se apresuró a cerrar la puerta con llave y bajó en silencio por las escaleras.

En su mente los pensamientos se sucedían rápidamente en orden aleatorio, no calculado. El sudor mojaba su ropa interior y las manos pegajosas trataban de no temblar a pesar de ser esta la tercera vez que repetía la maniobra de ajusticiamiento. Por suerte o por gracia de Dios o por lo que sea no necesitaba pasar por esto una cuarta vez.

Ya sentada en el auto suspiró profundamente y con el dedo índice transportó un imaginario beso desde sus labios hasta la foto sujeta con un pedazo de cinta engomada al centro del volante. Desde ese pequeño rectángulo de papel el rostro adolescente de Cami parecía sonreírle agradeciendo lo que hacía por ella. Pero en el mundo real Cami estaba postrada parapléjica en una cama de hospital, sus labios no sonreían y desde que fue violada por los tres hombres no pudo volver a comunicarse. ¿Por qué tanta saña, tanto golpe, tanto daño provocado al pequeño y suave cuerpo? ¿Porqué la justicia – injusticia dejó libre a los tres chacales? se preguntaba la conductora del auto que apenas lograba mantener el volante en condiciones de dirigir en línea recta la pequeña máquina.

Ella había oficiado a manera de cazadora eficiente y justiciera, sacando de circulación (matando) a los culpables. Justicia por mano propia y fuera de la ley pero con un sentido práctico tan simple que lograba dejar muchas niñas a salvo, alejadas de futuros sufrimientos. De todas formas su hermana no volvería a ser la misma, sus padres tampoco y ella se sentía sucia. Pensó por un instante desviar el rumbo, hacer que el auto saliera del asfalto y buscar la eterna paz de la muerte. La cordura o lo que quedaba de ella la impulsó a continuar por la alfombra gris que ahora se mostraba húmeda y hacia las veces de avenida, empujándola al tibio refugio de su casa paterna. Mientras, en el lugar del crimen, el lujoso departamento de la avenida Alvear, el reciente cadáver comenzaba a enfriarse.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS