Sentada en el café esperándote, las horas pasan y yo ya tengo perfectamente planeado, asimilado y controlado lo que te voy a decir, lo que he de decirte, esa vez sin juegos, sin timos, sin nada de esas cosas, la experiencia que me ha dado la vida me ha enseñado lo que realmente deseo como mujer.

Llegas y me miras con esos ojos tan encantadores, placidos y complacientes, envueltos de un deseo no consumado, de un placer faltante y aplazado, que te está matando por dentro y que hasta ahora en sinceridad ambos confesamos abierta, clara y profundamente, pues el deseo si no se saca de alguna forma nos consume, nos mata, nos enfada, nos arruina.

Es así que comenzamos nuestro dialogo, entre las clásicas presentaciones sociales de

«Hola ¿Cómo has estado? interrumpidos minutos después por el mesero quien nos pide ordenar.

Tus ojos brillan, los míos también, ambos sabemos lo que deseamos, queremos y negamos. ¿Pero he aquí, que comenzamos a negociar? Si, a negociar, porque después de todo este será eso un negoció, al final conmigo ya no tendrás dramas, ni hijos, ni nada, sólo placer, el placer que tanto buscas, sin ofensa de nada, y cuando digo de «nada es en serio así». Después de palabrear de la familia, de los hijos y de cómo me va con mi divorcio, te pongo las cartas sobre la mesa. Llevamos años en ese insensato coqueteo sexual que no nos deja avanzar. Así, te digo con toda la seriedad del mundo:

– Después de mucho pensar en nuestra situación, he llegado a una conclusión para que tanto tú, como yo, seamos libres de este sentir.

-Así, ¿Dime cuál es?

– Yo no te estoy ofreciendo ser tu amante, ¿Porque no podría ser eso? Yo no ¿Quiero ser tu amante? ¿Cómo tampoco aspiro a ser tu esposa? Yo te ofrezco algo mucho más terapéutico y que es deshacernos de este sentir por completo.

Mirándome incrédulamente, suspiras y me dices.

-Ya hemos intentado no tener contacto, no vernos, nos buscarnos, ni hablarnos, y este imán siempre nos trae a reencontrarnos, a buscarnos irremediablemente para lamentación de nosotros.

-Así es, en eso tienes la razón, creando un circulo que se nos ha vuelto una visión, sin concretar nada, puro coqueto que no termina ni en una ruptura ni en una consumación. Más por el contrario de aquellos que ya estarían artos de esa situación, tú, yo y el destino nos siguen comprometiendo en este sentir que nos llevado a un no aceptar nuestra propia felicidad.

-Y bien entonces (Me dices tú con gran expectativa) ¿Que propones tú?

-Te propongo ser menos que tu amante, pero más que una aventura, es decir servirte como sirve un medicamento para un mal, así de simple, cuando uno se enferma se toma un medicamento para aliviarse y al igual que los medicamentos tienen una formula química y un procedimiento así, yo te propongo ser, una cura, la cura para un deseo inacabado.

-Y ¿Que pasara con nosotros si no nos curamos?

-Ya lo tengo planeado, ¿No hay mal que dure mil años amigo de mi alma? ¡O no! Todo tiene límites, la pasión y el deseo también los tiene, le tenemos miedo a la desilusión, ya que nos enamoramos más de la fantasía, yo te propongo salir, acabar de una vez con todas con esa fantasía, aniquilarla, destruirla por completo, que no quede ese dejo de «Tal vez», eso es lo que te propongo, salir de esa obsesión que hasta este instante nos ha traído aquí, aun sabiendo que terminara igual que las otras veces, en pequeños coqueteos que nos dejaran así con ganas de más y más hasta volverse en una relación tormentosa de engaños e infidelidades. Y yo, yo no soy tan perversa para engañar a tu mujer. En primer lugar, porque no lo quiero y en segundo lugar porque sólo quiero curarme de ti, de esta enfermiza forma de buscarte para ver que pasara.

-Ya veo, entonces cuáles serán las reglas.

(Entonces, ella saca de su bolso un contrato con reglas y estipulaciones para dar ese paso que romperá con todo ese delirio y tormento pasional.)

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS