Sentado en una silla, frente a mí la mesa de la cocina, encima un sin fin de frascos febriles y demenciales, con su montón de etiquetas de coloridos sabores y visibles colores. Uno a uno vació sobre la mesa el contenido de cada uno de esos frascos, con los dedos cuento cada frasco, para luego destapar uno por uno y contar las pastillas que contienen, las selecciono por montones, por tamaños y colores.

Después las contemplo durante algunos segundos, entonces surge en mí el siguiente pensamiento.

«¿Si yo pudiera descifrarte, como a estas pastillas? ¿Si pudiera seleccionarte en montoncitos de ti? Y ponerle etiquetas a cada una de tus cualidades, a cada uno de tus sentires.»

¿Tal vez mi vida, no alcanzaría para seleccionar todo de ti?

Entonces suspiro y no dejo de mirar y mirar esas pequeñas capsulas rosas, amarillas, naranjas, azules y blancas que cada mañana me pones sobre la mesa, que cada mañana me expresan lo mucho que me amas, después de tanto suplicio, de tanto cuidado y esmero. Entonces llegas con tu fabuloso olor a rosas, me das un beso y me preguntas ¿Si ya tomé el desayuno que me preparaste? Cuentas las pastillas que me ha mandado el doctor, me tratas con esa hermosa dulzura que te caracteriza, me acaricias el cabello y te miro, te contemplo extasiado.

Eres un ángel, un verdadero ángel. Desde mi enfermedad hace dos años no has dejado que la conmiseración egoísta me invada, en ningún instante me he sentido sólo, me sigues tratando igual, completamente igual desde el primer día hasta hoy, siempre así, con esa hermosa paz. ¡Tan llena de ti, tan llena de ti!

Y así, me acaricias las manos, para conducirme de nuevo a la habitación, me mimas, me bañas me acaricias, se nota el amor en tu mirada, en tu dulce mirada que me pierde, que me hace sentir tan emocionado, como si te mirara por primera vez. Como esa tarde cuando nos conocimos y el viento tiro tus papeletas de empeño que volaron sobre todo mi espacio, entonces te mire, te amé, me envolví de ti, sin posesión, sin temor, sin duda.

Siendo inevitable, completamente inevitable que no te amara así, hasta la infinitud…verdaderamente hasta la infinitud, entonces me prendes la radio y suena la música, me besas los labios, me preparas el baño, me acurruco en ti, como niño travieso, te acaricio los senos. Y un suspiro se escapa de tu ser, me envuelves me invades.

Y es que tal vez, en otros días tome tu cuerpo, lo hice mío, me deleite con los placeres de tus carnes, pero ahora, ahora me deleito con el placer más infinito, el placer de tu alma, el más hermoso de los placeres que sólo los verdaderos amantes que se aman pueden llegar a sentir. ¡Vaya que sí, lo pueden llegar a sentir! Sentirlo así, tan profundo, tan orgásmico, tan delicado como sólo el amor verdadero lo puede llegar a sentir.

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