«Dicen que el amor es ciego.»

A estas alturas del partido vaya que lo creo, el amor es un ángel ciego. Cuando de todas las mujeres del mundo, de todo un infinito de personalidades, gustos y géneros, me flecho de ella, de la mujer más defectuosa, extraña del mundo, casada y con tres niños en sus hombros.

¡Vaya tarea la mía! Entonces tuve que pelear encontrar de esa infatuación. Sabía ¿Que era algo imposible para mí y para ella? Era la persona menos indicada para mi vida y ella lo sabía claro que lo sabía, sin embargo, a ambos nos costó trabajo no padecer de aquel idilio. Era un verdadero tormento tenerla cerca, ya que era inevitable no desearla de esa manera sexual, sensual, animal y a veces poética.

Con todas mis fuerzas me negué a tal encomienda amorosa, ella por su parte se dio aludida desde el comienzo, sin embargo, no podía dejar de sentirla cerca, de querer mirarla, de querer estar con ella, he hice lo que cualquier hombre en su sano juicio haría » me case con otra» distinta y perimetralmente distinta a ella, tratando de olvidar aquel sentimiento, de apagarlo como se apaga una fogata después de azar bombones. Y todo iba bien, si así era, iba bien o al menos eso era lo que yo creía, me llevaba bien con Tara, era buena mujer y la quería ¿Pero, en lo profundo, en lo íntimo de mi alma, siempre quería buscarla a ella” su forma de pensar, su voz, sus manías, sus locuras y esa interminable forma de escribir que tanto, tantas veces me había eso soñar, suspirar, desearla?

Los días trascurrieron en matrimonio al principio con cariñosas miradas y que después de días se fueron convirtiendo en algo rutinario, «Tal vez porque en verdad me gustan las mujeres simples, no tan profundas» más al cabo de algunos años, esa simplicidad sería mi perdición. Cansado de ver películas con Tara, de jugar monopolios e ir al cine, de escuchar las historias que me contaba sobre sus hermanos y hermanas, de trivialidades de moda e insulsas conversaciones entre chicas, mi mirada se perdió en otras mujeres que al parecer tenían más profundidad que ella. Así que lentamente comencé de nuevo a buscar, buscar algo, algo que me parecía distinto en otras, algo que me recordara… A esa mujer extraña que había conocido tiempo atrás, con esos ojos profundos, negros abismales, con esas letras envueltas en poesía y palabras existenciales, con esa filosofía mirada y voz seductora, con ese sentir, pero ella, se esfumo de mi vida porque yo así lo había querido, después de todo Tara me convenía mucho más.

Pero todo cambio aquel día en que retomando mi escritura en internet me encontré su ultimo poema. Y digo el ultimo porque al parecer se había mudado a otro lugar, muy lejos de donde nos vimos por última vez. Fue entonces que hice consiente que ¿Creo que nunca me imaginé perderla? Pues sabía que el día que la buscara en internet ahí estaría, ya que, aunque no tenía contacto con ella, seguía leyendo sus publicaciones una y otra vez por internet. Hasta aquel día en que su computadora se apagó para ya no volver a prenderse.

Pasaron los días, los meses y los años. Y mi deseo de no verla, ni saber nada de ella, se hizo realidad, poco a poco los blogs y paginas donde ella escribía se fueron llenando de múltiples poemas que no eran de ella, la buscaba para ver si por casualidad la encontraba, pero no nunca volví a leer algo de ella, o saber algo de ella. Después de un año y cuatro meses de no leer nada de ella. Ese sentimiento se apodero de mí, con una fuerza melancólica debilitante, tan debilitante como la misma depresión.

Era como si alguien muy amado, tan amado como nunca hubiera amado en esta tierra hubiera muerto, entonces llore. Tara me pregunto ¿Porque estaba tan decaído? A lo que yo no pude contestarle, después de todo ella era una buena esposa, amiga y amante excelente de mi vida. Sin embargo, no podía confesarle mi ilusionamiento, ya que hasta a mí se me hacía algo imposible, difícil de describir o de manifestar.

Encontrándome así, en tal estado de decaimiento, Tara me dio el mejor de los regalos de todo el mundo, íbamos a ser padres, después de meses de estar en luto por el amor perdido o la ilusión, o la fantasía, pude darme cuenta del amor tan grande que uno puede llegar a vivir. Mi primera hija nacía en el vientre de mi esposa. Entonces ella y yo comenzamos con las clásicas fantasías de los padres primerizos.

Tara tenía los ojos azul olvido y yo café claros, así que era fácil deducir que la niña sacaría los ojos claros y el cabello claro como su madre y la tez clara. Pasaron los días, los meses entre ensoñación y trabajo físico preparando el cuarto de nuestro próximo bebe, pintamos las paredes, decoramos la habitación e hicimos la fiesta de Baby shower. Fue el martes 12 de septiembre del 2015 que nació nuestra pequeña Gema, una niña coqueta de ojos grandes de color negro profundos, de mirada ágil y de tez blanca que nos miraba sonrientes, alegre y feliz. Y fue ese mismo día, el que me entere que aquella mujer extraña había vuelto a escribir para una revista inglesa y había obtenido un premio importante a la escritura.

Lo más sorprendente del asunto, es que mi hija Gema, tenía esa mirada, esa peculiar mirada que tanto me había enamorado, esa mirada profunda eterna celeste que nunca pude descifrar, que nunca pude entender y que hasta hoy sigue en mi memoria cada vez que miro a Gema me recuerda a esa, esa extraña mujer que no, no me convenía para amar.

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