Vlad Tepes «EL EMPALADOR»

Vlad Tepes «EL EMPALADOR»

Vlad Tepes – (1431 – 1476) – Nació en la ciudad burgo-rumana de Sighisoara en Transilvania y falleció en Bucarest, principado de Valaquía. Fue sepultado en el monasterio de Snagov, Rumanía. Era conocido como «VLAD EL EMPALADOR», «TEPES EL EMPALADOR» o como bien se lo conoce en la actualidad, «DRACULA».

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El príncipe Vlad III de Valaquia nació en Sighisoara (Transilvania) en 1431, y fue uno de los tres hijos legítimos de Vlad II, voivoda (gobernador) de Valaquia. Con apenas 13 años marchó a la corte otomana, junto con su hermano Radu, como rehén o garantía de sumisión. Vlad II, en efecto, había establecido con los turcos una alianza que le valió la enemistad del regente de Hungría, Juan Hunyadi, de origen valaco. En 1447 éste preparó una ofensiva contra Vlad, apoyándose en los boyardos valacos, nobles pro húngaros. El resultado fue la muerte del voivoda y de su hijo Mircea.

Irritado por la pérdida de su aliado en Valaquia, el sultán otomano Murat declaró a su hijo Vlad Draculea pretendiente al trono. Al año siguiente lanzó a sus tropas contra Hunyadi, derrotándolo totalmente en Kosovo. Vlad aprovechó la circunstancia para apoderarse del trono de Valaquia, pero su primer período de gobierno duró poco, pues en el mismo año 1448 fue expulsado a instigación de Hunyadi.

Vlad se refugió inicialmente en la corte del sultán otomano, con la esperanza de que lo ayudara a volver a Valaquia. Pero, defraudado en sus aspiraciones, en 1449 marchó a Moldavia, donde tenía parientes. En los años siguientes intervino en las luchas intestinas moldavas, hasta que en 1451 marchó a Transilvania. Instalado en ciudades alemanas del país, como Kronstadt, trató de reunir apoyos con vistas a recuperar el trono de Valaquia. La oportunidad le llegó tras la conquista de Constantinopla por Mehmet II en 1453. Viendo a Hungría cada vez más amenazada por los otomanos, Hunyadi se lanzó a buscar aliados para un enfrentamiento directo con los turcos. El noble que entonces era voivoda de Valaquia se mostraba cada vez más entregado a los otomanos, y Hunyadi pensó en sustituirlo llamando a Vlad. Éste olvidó todo rencor por la muerte de sus familiares y se lanzó al combate.

Fue así como en 1456 logró hacerse de nuevo con el gobierno de Valaquia. Inició entonces su fase de gobierno más larga, hasta 1462, aquella que le ganaría ante los contemporáneos y la historia la reputación siniestra que desde entonces lo acompaña.

Esta fama se debe en primer lugar a los métodos que Vlad empleó en la guerra. Desde que en 1460 decidió negarse a pagar tributo a los turcos, el enfrentamiento armado se hizo inevitable, y este revistió los tintes de una cruzada, tan brutal y sanguinaria como las que se habían librado en Tierra Santa en siglos anteriores.

La campaña de 1462 nos da un ejemplo de sus métodos. En respuesta a una ofensiva turca, Vlad atravesó el Danubio para saquear el país búlgaro, entonces parte del Imperio otomano. Al término de la campaña envió al rey húngaro Matías Corvino dos sacos llenos de orejas, narices y cabezas, acompañados de una carta en la que le decía: “He matado a hombres y mujeres, a viejos y jóvenes, desde Oblucitza y Novoselo hasta Samvit y Ghigen. Hemos matado a 23.884 turcos y búlgaros, sin contar aquellos a los que quemamos en sus casas, o cuyas cabezas no fueron cortadas por nuestros soldados… Terminemos juntos lo que juntos hemos iniciado, y aprovechemos esta situación, puesto que, si Dios Todopoderoso escucha las oraciones y los ruegos de la Cristiandad, si favorece los ruegos de sus piadosos servidores, nos concederá la victoria sobre los infieles, enemigos de la Cruz”. Vlad, pues, se veía a sí mismo como un cruzado.

Al mismo tiempo, el voivoda aplicó las mismas tácticas violentas contra sus súbditos, a fin de asegurar su autoridad.

No le faltaban motivos para temer por su posición. La nobleza boyarda se mostró desafecta, absteniéndose de participar en la guerra contra los turcos. Los colonos alemanes, por su parte, protagonizaron diversas revueltas. De ahí que, como brazo ejecutivo de la justicia, el voivoda la impusiera con crudeza, castigando duramente a los delincuentes y sofocando rebeliones. Las sádicas ejecuciones de sus víctimas resultaban ejemplares, y contribuían a imponer el orden. De algún modo podría decirse que su máxima era que el temor traía consigo la obediencia.

Su severidad dio lugar a historias como la de la jarra de oro que dejó frente a su residencia en Tirgoviste, para que los viajeros pudiesen beber agua en ella; tal era el temor que inspiraba el gobernante que nadie osó nunca robarla. Pero el método de castigo con el que se asocia la figura de Vlad es, claro está, el del empalamiento. No fue una invención de Vlad, sino que su historia se remontaba al menos a la antigua Asiria y se utilizaría durante largo tiempo.

Las fuentes apuntan, en todo caso, que Vlad llegaba a extremos de macabro refinamiento, prolongando la agonía de los condenados y utilizando los cuerpos de los empalados como terrorífica advertencia. El ejemplo más conocido de su ensañamiento lo constituye el conocido como Bosque de los Empalados, lugar en el que se dice que Tepes hizo talar todos los árboles para empalar a más de 20.000 prisioneros. El cronista Calcondilo asegura que Mehmet II, al visitarlo en 1461, retrocedió horrorizado, aunque al mismo tiempo elogió a un príncipe que demostraba ser un experto en el arte de gobernar mediante el terror.

En 1462 Vlad fue derrotado por los turcos. Pasó doce años prisionero en Hungría, hasta que en 1476 recobró su utilidad como candidato al trono de Valaquia. Su tercera etapa como voivoda terminó al caer abatido en una emboscada turca.Su cabeza fue exhibida en Estambul, y su cuerpo fue enterrado en el monasterio del lago Snagov.

DATO CURIOSO:

La historia de Drácula se baso en Vlad Tepes.

Se debe en realidad a una confusión. Su padre, el príncipe o voivoda Vlad II de Valaquia, había ingresado en 1428 en la Orden del Dragón (Drac, en húngaro), de la mano del emperador Segismundo de Luxemburgo. Por ello fue conocido en adelante como Vlad Dracul, mientras que a su hijo se le llamó Vlad Draculea, esto es, hijo de Dracul. Sin embargo, en la mitología rumana la figura del dragón no existía y el término dracul designaba al diablo, con lo que Vlad III pasó a ser en rumano “el hijo del diablo”.

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