Iba por la ciudad caminando, con los auriculares escuchando una música que marcaba mis pasos, veía como los autos recorrían las calles, la gente caminando apurada sin parar o paradas (en el tiempo) durmiendo en las plazas tapados con cartones, adolescentes en las esquinas limpiando vidrios por algunos pesos para ¿comer? Quien sabe… Los edificios con todas sus ventanas… Increíble que en cada rectángulo negro de ese edificio existan tantas historias que nunca sabré, pensaba mientras seguía mi rumbo.

Sentía como la baja temperatura me hacía temblar los dientes, el sol ya no llegaba a calentar mi cuerpo por culpa de esos edificios, un frío viento me erizó la piel y sentí en ese momento que algo dentro de mí cambiaba, pero no me daba cuenta qué era.

Cuando llegué a una plaza empecé a sentir que me descomponía, así que me senté en unos de esos bancos llenos de mierda blanca, cerré los ojos y bajé mi cabeza, que sostenía con las manos, hacia mis piernas. Eran las 18:00, pero con una temperatura de diez grados, por un segundo todo mi cuerpo tembló.

Me quedé en esa posición por un largo rato hasta que sentí como alguien me hablaba desde muy lejos, “para comer” escuché, abrí los ojos, me mareé y le pregunté a ese hombre qué me había dicho, “si tiene una moneda que me dé para comer”me repitió.Saqué mi billetera y le di diez pesos, “muchísimas gracias, Dios lo bendiga” me dijo y desapareció entre los tumultos de personas que esperaban para tomar los colectivos. Mi cerebro no reaccionaba, hasta me había olvidado para qué había salido, me sentía como volado. Empecé a mirar hacia arriba, los árboles, las nubes, el sol, también habían aviones, que guiaban mi mirada nuevamente a un alto edificio lleno de ventanas, pero esta vez yo podía ver lo que pasaba dentro de esos departamentos.

Asombrado focalicé la vista a una habitación, había una chica que estaba sentada tomando mate, estudiando al parecer, de repente la llaman al celular y ella entre esa charla se largaba a llorar. Me asusté demasiado cuando vi esa situación así que decidí no verla más y seguir mi camino a casa.

La ciudad ya estaba oscureciendo, la noche era mucho más fría que la tarde, por lo tanto apuré el paso hacia casa. Me daba un poco de miedo caminar solo a esas horas, no lo voy a negar, está bien que no era mujer y que corría menos peligro pero con cada monstruo fuera… Uno nunca sabe. En fin, mis oídos se deleitaban con una suave canción cuando de la nada lo interrumpe un grito, venía de más allá. Miré para mi derecha y me pareció ver una sombra blanca, me hacía señas y me pedía que mirase para una ventana, entonces en ese momento pude ver claramente como en una habitación de las miles que había en ese edificio un ¿chico? Abusaba de una chica, me desesperé y no supe que hacer. Me largué a llorar pero llamé a la policía y corrí a mi casa.

Cuando llegué me encerré en mi pieza, a la hora de cenar mi mamá me llamó y después de una larga conversación le declaré todo lo que había pasado esa tarde. Ella con lágrimas en los ojos lo único que me dijo fue: “heredaste esa maldita enfermedad de tu tía”. Me enojé tanto esa noche, la única que podía llegar a creerme ahora me acusaba de loco.

Pasaron meses y yo no podía dejar de ver ese tipo de situaciones, me sentía desesperado, hundido y ahora sí sentía que me estaba volviendo “loco”, necesitaba dejar de ver todo lo que veía, me dolía mucho. Nadie me entendía, nadie me ayudaba, nadie hacía nada. Sentía en carne propia todo ese dolor.

Una tarde decidí parar con todo esto y fui hacia el lugar donde todo había comenzado, un edificio, había como diez pisos de altura, mentí que subía para sacar una foto, pero en realidad mis planes eran un poco diferentes. Cuando llegue a la azotea, me paré en el borde y sin pensarlo dos veces salté. Cerré los ojos y esperé a que llegara el momento del impacto, pero ese momento nunca llegó, mis brazos empezaron a dividirse todo mi cuerpo se sentía mucho más liviano, mis pies eran tan chicos y con unas garras que ni siquiera podía sentirlos, de mis brazos divididos brotaron plumas negras. Cuando abrí mis ojos estaba ahí, en el aire, viendo todo lo que alguna vez había visto pero de distinta perspectiva.

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