Hay palabras que quedan atrapadas en un cuaderno. Y trascienden. Después de mucho tiempo pueden ser leídas nuevamente, ya con distinta intensidad, ya con asombro de saber que un día estuvimos ahí, en aquel lugar, en aquella circunstancia. Entonces se disfruta la lectura, de vivir la distancia del ahora y lo que fue. De recordarnos a nosotros mismos; de ya no ser lo que fuimos, y de saber que no volveremos a ser lo que seremos.

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