Las farolas a media luz entre los antros desvencijados de tejas peculiares: rojas en la mañana y color paulatinamente de terrones carbónicos a media noche, con las farolas en medio del nocturno de mis ojos, entre bares de pianos largos y vestidos que se mesen al sonido de los cantantes de trova que viajeros a media noche despiden el día con un buen trago.Y mientras la verdead se evapora en la conciencia de textos que se mezclaron con la locura de cantantes de Soul.

Yo sólo recorro las canteras empedradas del centro de Querétaro. Mirando entre reojo a través de mis oscuros antejos, la vida nocturna que febril se desplaza entre “el querer y el quehacer de nada” de todo importante: amores que nacen, amores que mueren, libertades a medias, despojos de fábricas cerradas, almas en pena buscando el refugio en buen fin de semana que ahogue sus penas taciturnas y nocturnas, en pestañas postizas y dragones que no muerden, ni lanzan fuego, pues tan sólo, se dejan llevar por las minifaldas y medias alargadas hasta el final de las caderas.

Y yo aquí, recorriendo las celosías, en un mar muerto plagado de lamentos y densidades opuestas a este mar de letras que me consumen, ¡Como un viejo director de obras de teatro que entre telones oculta la poca lucidez que le queda! Conciencia que no deja de atormentar le por sus culpa pegadas a las entrañas del alma carente de toda sensibilidad y con sus múltiples necesidades diarias: amor, odio, encarnados al comer vestir y vivir.

Y mientras eso acontese en su vida, yo busco la comparsa perfecta, el sentir más profundo, entanto que se me escapa la fractalidad de cada segundo de vida entre: drogas, bares y el pasar del mundo que gira y no se detiene en mis miles de historias fantásticas, estáticas, corpulentas de vigor y fuerza, con sus mostros alados, y sus duendes terrenos que cavan agujeros para meter sus alargadas formas en el asfalto de una Notre Dame, que se perdió entre llamas y fuego.

Pero me detengo a contemplar una pequeña baldosa sin figurativa de tiempo y espacio y me pierdo en sus acordes de materialidad que me regresan a la contemplación de una y mil estatuas de sal y piedra envueltas con sus diez y cien mujeres desnudas de olimpos besados y acalorados como la pasión misma que se desprende del fuego calurosos de tus piernas abiertas y a medio desdén y yo sólo soy un porta voz de esas letras que n sentir profundo describió la filosofía como el ser estático del ser ahí.

Pero dejémonos de tantas patrañas encontradas y desandamos como filtro de matraces calientes y en popa de desenfreno al terregal del mundo, cubramos nuestras alas con materia y dejemos el sueño en esa redoma de cristal pasmado de ventanas traslucidas y de crisantemos rotos.

“Y mientras mi tina se desvanece y se seca en los miles de hojas que escribo.”

Deseando perder me en el tiempo de tus entrañas cálidas y sedientas de amor, de ese amor tan apasionado como la misma y febril mortalidad que me carga y me alienta a continuar aquí sonriéndole a una hoja de papel que noche a noche me ve pasearme entre sus pétalos de papel picado, de papel, solo eso de papel entintado para mi buena fortuna cubierto de mí.

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