El juego de las vencidas.

El juego de las vencidas.

Vladimir Blandón

16/04/2019

Hace mucho, pude ver a un pequeño demonio y a un diminuto ángel, jugando como amigos. No hablaban, solo reían y lloraban, y al jugar rompían cosas sin querer. También pude ver, como el primero que intentó ponerse de pie, fue el pequeño demonio. El diminuto ángel lo ayudó a ponerse en pie. Al estar en pie, el pequeño demonio comenzó a caminar, el diminuto ángel quiso ponerse en pie y acompañar a su amigo, pero este no le ayudó.

El tiempo pasa y el pequeño demonio siguió con su hasta ahora lenta pero constante marcha, que cada vez se volvía más rápida y segura.Mientras su amigo apenas pudo ponerse en pie y caminar con pasos temblorosos, no tenía fuerza para permanecer de pie mucho tiempo, caía una y otra vez, pero no se rindió, siguió insistiendo en avanzar.

El tiempo pasó y pude ver a un joven demonio corriendo de aquí para allá, sin alguien que lo detuviera, mientras el pequeño ángel, caminaba con pasos indecisos, tratando en ocasiones de correr, y alcanzar a aquel que alguna vez estuvo sentado a su lado.

Los años siguieron su curso, el joven demonio recibió una paliza de sus padres, es castigado y obligado a quedarse quieto, mientras su antiguo amigo, disfruta de su libertad. Durante meses, o quizás años, no lo sé en realidad, el ángel corre y disfruta, pero todo ese tiempo, aquel demonio solo ansia el día en que por fin volvería a salir.

Se le puede ver corriendo, a aquel pequeño ángel, que apenas podía ponerse en pie, pero no pone atención a sus pasos y tropieza, en eso el joven demonio sale y corre. Ahora no hay quien lo detenga. El ángel después de tropezar, no sabe si levantarse o quedarse en el suelo, al igual que antes, no hay nadie que lo ayude a ponerse en pie.

Se dice que el joven demonio ha crecido, ahora tiene todo lo que cualquiera puede soñar. Mientras el ángel, no tiene nada, nada más que lo que ha conseguido, por su propio esfuerzo. Y todo lo que el demonio tiene, es todo lo que le arrebató al mundo.

Cierro mis ojos y los vuelvo a abrir, ahora lo que veo, es a ese mismo demonio y a ese mismo ángel, pero esta vez, veo bien sus rostros. El rostro que veo en ambos, es el mismo que veo cada vez, que me veo en el espejo. Todo este tiempo, ambos han estado dando vueltas en mi cabeza, compitiendo por el control de mí ser. Es obvio quien está ganando. Ambos se sientan frente a una mesa, se disponen a enfrentarse en una última competencia… el juego de las vencidas. Esta será la última vez que compitan, el que gane, se quedará con mi alma.

Empieza el juego y en solo un instante, aquel demonio que ha controlado la mayor parte de mi vida, estuvo a solo unos pocos centímetros de ganar. No importa que a su vez haya dejado a cargo de mí ser a aquel desnutrido y casi muerto ángel. Todavía tiene fe en que puede ganar, fe en que puede arreglar mí ya arruinada vida. Solo necesita de alguien que lo ayude a ponerse en pie.

Escucho voces detrás de mi espalda, vuelvo mi mirada, y veo a millones de ángeles y demonios jugando el mismo juego, los árbitros… somos nosotros. Veo algunos que dejan que la competencia siga, y ellos no intervienen, veo otros ayudando a sus ángeles casi sin ganas, y al poco tiempo dejarlos como estaban; unos pocos se esfuerzan para que sea el bien en su interior el que gane, pero la gran mayoría, quiere que su demonio sea el que resulte victorioso, y utilizan todas sus fuerzas para que el brazo de sus ángeles, toque la mesa y desaparezca para siempre de su ser.

Escucho gritos por parte de los demonios que ya han ganado, y me incitan a tomar una decisión – ¡vamos! ¡Acaba con él! – Y débiles susurros por parte de los ángeles, diciéndome – haz lo correcto. Pongo mis manos sobre las de ellos, sigo indeciso, no sé a quién ayudar a vencer en este juego.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS