Abril, otro mes sin su voz, sin sus besos, otra noche en la que su recuerdo no me deja dormir y puede o casi seguro que otra mañana de lágrimas. Como explicarle a mi cuello que ya no irá acompañado de su aliento o a mi cabeza que debe olvidarle. Abril…. No te pido que hagas milagros pero si te pido que me ayudes a entender que ya no soñaremos sobre la misma almohada, que el tiempo es relativo y que los sueños se cumplen. He perdido ya la cuenta del tiempo que hace que no hablamos con el corazón en la mano y las ganas en los labios… Ahora debo entender que besará otras bocas y que sus «te quiero» ya no llevan mi nombre. Ha escogido el camino fácil para él pero para mi siempre será el más complicado, recuerdo lo bien que encajaban sus manos con las mías o su risa al compás de mi voz, su risa… y luego se atreven a hablar de canciones de amor sin haberlo escuchado, ingenuos.

Hoy puedo decir con la cabeza bien alta que serás siempre el amor de mi vida, que serás mis ganas de vivir hasta el final y el que pateaba mis sueños hasta dejarlos echos polvo, pero eso sí, con la cabeza bien alta pero con todo el rímel corrido, y con el alma un poco más apagada, terapia de choque lo llaman.

Me gusta el café, por eso lo de sus ojos, ese marrón brillante que le haría competencia a cualquier mal sueño que quisiera aparecer por aquel entonces.

Otro día en el que intento olvidarle mientras se me atragantan los «vuelve», no saber si fue el error del tiempo o mis ganas de repetir cada momento. ¿ Cómo le explico a mi sonrisa? Como le explico que debe seguir siendo ella misma, pero peor es cuando nos jugamos el corazón y la razón no sabe que hacer.

Si supiera que hablan de mí como de la chica que no para de hablar de su risa, me entendería, seguro que lo haría.

Cuando lo tenía a centímetros, ahí sí, si que podía tocar el cielo sin necesidad de alas y lo mejor es que siempre estaba despejado allí, y mira que antes le tenía miedo a las alturas, vaya ironía. Ya me da igual si pierdo o gano, pero quiero que vuelva a ser mi juego.

Recuerdo el número de escalones que tenía que subir para llegar hasta la puerta de su casa y también las veces que me juraba que siempre estaría al otro lado de cada bache o caída.

Hoy, abril, me pregunto si alguna vez recorro el eco de sus pensamientos y me muero por estar dentro de su cabeza.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS