Guardé tu carta unos días, tan solo por el placer de tener entre mis manos las huellas de las tuyas, pero después dejé que se fuera marchitando a solas, en la oscuridad, oculta en un lugar donde ni yo mismo alcanzara a tocarla nunca. No te ofendas, pero mentiría si dijese que no puedo reprimir una oscura emoción al confesarlo. Has de saber que al principio no aspiré a ser más que un simple retazo de tus recuerdos, pero lo cierto es que en poco tiempo ya no sabía reconocerme si no era en el espejo de tus pupilas.

No corras, espera un rato. No es ésta una declaración que quiera incomodarte.

“Daría todo lo que fuera por hundir los pies descalzos en la arena del desierto” – me dijiste un día de repente, con la mirada extraviada en algún punto indefinido de la maraña de letras que se extendían a lo largo y ancho del periódico del día, tan absorta en el sentido real de tu inesperada declaración, que yo no pude dejar pasar por alto aquella hermosa frivolidad que habían dejado escapar tus labios.

“Vayamos entonces”, dije yo divertido, pero mi proposición quedó triste y yerma, flotando a la deriva entre ambos, tan vacía de ti que ni en el silencio que siguió hallé el remedio para insuflar algo de entereza a mi malherido orgullo.

Hoy creo que será hermoso rendirte homenaje en la despedida y desandar los pasos que anhelaste marcar a solas, sin mi. No me asusta el frío, el miedo o la mano sofocante del sol sobre la frente y mentiría si dijera que no aspiro a embriagarme de soledad. A todo cuanto temía de veras, ya me enfrenté en su momento y la herida fue mortal.Wadi Rum. El Valle de la Luna, con su interminableextensión de fuego y su aparente mutismo será mi próximo destino, el lugar donde sepultaré mis pies en tu honor. Cuando se haga de noche, bajo los millones de destellos que se asomarán al cielo, dejaré escapar de mis bolsillos el pañuelo donde tu memoria quedó impregnada, para que los vientos que dibujan las dunas se lo lleven consigo y borren por fin tu nombre junto con las huellas del último paisaje. Allí, donde los mensajes de civilizaciones pasadas han sobrevivido al tiempo para recordarnos que mañana también el polvo cubrirá nuestros nombres, derrocaré de una vez por todas el imperio de tu desamor y me abriré de nuevo al mundo. Luego volveré a cargarme la mochila para desafiar al horizonte, donde ya jamás volverá a descolgarse tu imagen, y me encaminaré a un nuevo rumbo, ligero de remordimientos e impasible a la evocación de tu abrazo.

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