La tormenta cesó y solo había quedado el bote medio roto, dentro de él se encontraba Leito, descansando después del fuerte vendaval. Se había puesto contento de haber sobrevivido a tal fuerza natural pero triste a la vez porque sabía que encontrándose en el medio del mar no iba a durar mucho. Se paró, se tiró al agua, nadó, volvió… no había nada, ningún lugar a donde ir. La desesperación crecía.

Ya de noche otra vez, la luna mostró su presencia llenando todo el universo con la gran calma, sentía que ella lo observaba, sabía que ella lo observaba. Se sentó en el bote y comenzó a contemplar todo el vasto océano. Sabía que así no iba a poder seguir, aunque quisiera. Entonces se arrodillo y gritando con todas sus fuerzas dijo: ¿vas a dejarme morir aquí? ¿Acaso esto no es más que una prueba? Si es así, entonces podré superarla y seguir adelante, dijo.

Leito se tranquilizó y se dispuso a descansar. Ya había pasado por todo, por las noches frías, por las fuertes olas, por los fuertes rayos del sol, por la falta de agua, por la falta de comida… por todo.

Entregado a la vida ya, comenzó a recordar momentos donde lo tenía todo, esos momentos en los cuales no se preocupaba dónde dormir de noche. Sus ojos comenzaron a cerrarse…

De repente, el bote chocó contra unas rocas que sobresalían del mar y así Leito cayó al agua. Al salir a la superficie vio toda esa inmensidad que lleno sus ojos de alegría, había llegado. Nado lo más rápido que pudo hacia la orilla y agradeció a la vida mil veces de haber escuchado sus palabras en aquel grito. Lloró y lloró de alegría por volver a conocer la arena, por volver a ver los árboles, por volver a sentir y tocar a la madre naturaleza.

Al salir el sol se dio cuenta que ya no estaba enojado con el por quemar su cuerpo, ya no tenía esos sentimientos que nublaban su mente.

Comenzó a correr y a disfrutar de tan bello paisaje, disfrutaba desde los más profundo de su ser masticar una raíz llena de tierra, fue tan feliz ese día que no hizo otra cosa que comer todo lo que tocaba.

Ya saciado de tal hambre, comenzó a explorar el lugar y se dio cuenta que no estaba solo. Entre las malezas pudo divisar una figura, era una mujer.

El cielo se limpió y el sol se hizo más grande, enceguecido por la luz salió a su encuentro. Esta mujer al ver semejante harapiento ser correr hacia ella, comenzó a correr asustada en sentido opuesto… y corrieron los dos sin parar hasta que se cansaron y ya sin fuerzas dejaron caer sus cuerpos sobre la arena. El sol estaba cayendo y todo el cielo se tornó de un rojo fuerte, el reflejo de las olas hacían que sus caras todavía brillaran… Al recobrar el aliento Leito dice: tranquila no voy hacerte nada, termine en este lugar porque mi bote rompió contra las rocas de la bahía y no me quedo otra que sobrevivir aquí. Entonces al cruzar las miradas entre los dos ocurrió algo muy raro, comenzaron a sentir cosquillas por todo su cuerpo, no tenían ni idea de que las producía.

  • ¿Cómo te llamas?
  • Yo me llamo Neeva, ¿y tú?
  • Leito.
  • Neeva ¿y cómo llegaste aquí?
  • Yo nací acá, un día tuve la oportunidad de irme con un barco que llego pero mis ganas de quedarme fueron más fuertes, sabía que si me iba algo me iba a perder, fue una sensación tan fuerte que no pude hacer otra cosa más que contestar que no, que mi lugar es este. Y así fue que pase toda mi vida aquí, entre la naturaleza, entre los animales más bellos y entre la grandeza de la Tierra nutriéndome cada día de la perfección de sus existir.

Leito no podía creer como pudo tomar esa decisión, hasta que su corazón le dijo: se quedó para esperarte a ti, ¿es que todavía no puedes ver más allá de la mente? ¿Es que ya haz olvidado tu pedido a la naturaleza?. Y al mismo tiempo el corazón de Neeva le hablo a ella diciéndole con otras palabras que su decisión de quedarse fue para esperar ese mismo instante que fue toda la vida, ese instante que cada uno recibió al superar las pruebas dispuestas para poder valorar y amar ese mismo instante.

Todo en la vida es una prueba para un solo instante, ese instante en el que tu corazón te habla y te dice: acá no te vas a equivocar, porque yo siendo tu corazón no me equivoco jamás.

Y así los dos tan sucios y sedientos se abrazaron tan fuerte que todo su alrededor parecía arder, todo parecía en llamas… solo por ese amor que estuvo toda una vida a la espera. Y los dos con caminos y pruebas de vida tan diferentes supieron pasarlas valorando cada paso para poder unirse y cada uno a su lado continuar con lo aprendido, queriéndose, y sin dejar de mirarse, amarse hasta el final.

Amadeus.

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