La bella y la bestia

¿Como demonios terminaste así?

Los cuentos de hadas no existen. Nunca han existido.

Porque incluso los que existen son solo una dulce y suave ilusión, solo la superficie superficial de una historia de dolor, que oculta, a través de delicadas palabras, un cuento de terror.

Los cuentos de hadas no existen. Porque siempre fuiste y siempre serás la bella pero también la bestia.

La bella, vestida de tierna belleza, de dulces olores y de encantadora sonrisa, pero dentro de la bella, vive la bestia. Vestida de belleza, y por dentro, llena de rabia y veneno.

Ahora, te pregunto de nuevo ¿Cómo demonios terminaste así?

¿Acaso no deseaste ser hermosa? ¿acaso no deseaste vengarte contra el mundo? ¿acaso no pediste ser la bella y la bestia?

Tan pequeña y asustada, tan ansiosa y dudosa, deseando que alguien te salvará, pero nadie nunca te salvará porque no podrás ser nunca la princesa de verdad, porque también eres la otra parte de la historia, también eres el ser que te mantiene cautiva, sin salir, de un castillo desolado que se cae pedazo a pedazo, pero no te importa porque realmente te quieres quedar ahí, quieres ser la que cumpla su promesa hasta el final y decidiste no abandonarte y por eso te quedarás a ver el castillo caer a tu alrededor mientras miras como la bestia rompe todo a su paso.

La bestia sonríe, te sonríe, pues esa es su forma de llorar, de traer el caos, porque mira la soledad con una sonrisa. Ya la conoce, ya la ha atrapado, y quiere llevarte con ella. La bestia sabe que estaba vez estarán las dos, lado a lado, un reflejo fiel de sí mismas al mirarse de frente.

La bestia te toma la mano, y su mano es fría y vacía, porque no hay otra mano, eres solo tú, tratando de sostenerte a ti misma.

La bestia sostiene a la princesa de la forma en que aprendió a sostenerla, de la única manera que siempre conoció. Destrucción.

Porque la princesa está cansada, cansada de luchar contra la bestia para verla convertirse en un príncipe, un príncipe que se fue. Un príncipe que abandono el lugar, salvando su vida, condenándola a vivir para siempre junto a la bestia.

La bella suspira, cansada y resignada, dejaría de intentarlo, había dejado de intentarlo, se condenaría vivir con la bestia, hasta que ambas se consumieran, hasta que ambas terminen de destruirse y de esta manera descansar, encontrar el tan anhelado descanso.

¿Cómo demonios terminaste así?

Habrá sido cuando papa se fue y nunca volvió. Cuando mamá grito y te apunto, diciendo que eras cuervo que le sacaría los ojos, diciendo que siempre fuiste mala, nunca serás suficiente y por eso estarás siempre, siempre sola.

Sola, y entonces la princesa llora. Se odia porque sabe que todo lo que toca la bestia lo destruye. Se odia porque nunca se sintió sola, lo estuvo desde el principio y llora, culpándose y culpando.

¿Por qué nadie la cuido? ¿Por qué nadie sostuvo su mano? La princesa siempre fue el hombro de los llantos, en ella, descansaban todos los lamentos de mamá, el abandono de papá y la responsabilidades de un gran adulto, siendo aún una niña.

Tan pequeña y tan descuidada, la princesa siempre se miró al espejo y nunca le gusto lo que vio. Sola, desesperanzada, poco amada.

La princesa es la bestia.

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