Lo incierto de encontrarse

Lo incierto de encontrarse

Daniela CA

26/03/2019

A veces, la vida está cargada de «qué hubiera pasado» y descubres entonces que el antónimo de vivir es pensar, y que la falta de valor es el dragón del miedo, innecesario pero cierto, que te previene o te detiene, y que no te deja fluir, o que conoce a dónde va, y por eso no te deja ir.

Las mejores historias, los bestsellers en biografías y los relatos basados en la vida real, se viven sin tener idea que un futuro pueden llegar a causar un impacto literario. Cuando se está parado frente a una situación en la vida debido al desconocimiento de lo que podría suceder, muchas veces consideras que probablemente no es nada relevante, pero podría ser el inicio de un drástico suceso, y entonces deseas haber sabido su importancia, para poder prestar más atención a los detalles y haberte detenido, no para cambiarlos, sino para vivirlos con más relevancia. Este es el tipo de historias que desconoces si en realidad se convertirán en historias. Solamente sé, que de volverse una, quisiera tener presente cada uno de los detalles que hoy recuerdo.

La Asociación de Cafés Especiales de América, celebra anualmente su reunión de SCAA, en la que reúne a productores, baristas, caficultores, comerciantes y en general, a un sinfín de gente de todo el mundo cuyo círculo de comercio es el café.

El 15 de abril de 2016, era el día de la inauguración de la convención anual de SCAA. Nuevamente se daba este gran evento, en el que ya hacía tres años anteriores había participado. Atlanta, Georgia fue el lugar elegido para llevarse a cabo y parecía ser lo mismo que los otros años, inclusive, la misma ilusión por descubrir qué sería de nuevo, como antes, la sentía dentro, tal vez un dejo de recuerdos, y alguna que otra esperanza, pero todo igual. Las relaciones sociales siembre han sido un ámbito en el que me encanta desenvolverme y de alguna forma obtener ventajas comerciales conociendo personas es la mejor manera. Y es que estos eventos tenían como atractivo principal, el hecho de la temporalidad del mismo, por lo general, las cosas que allí suceden, empiezan y terminan en una sola semana, pues el efecto de la globalización no ha llegado a ser del todo una causal para no impedir que estas historias trasciendan, así que era como pausar tu vida cotidiana, vivir algo al máximo, y después poder volver sin ningún tipo de repercusión.

Los organizadores del evento dieron una pequeña recepción a la que ya iba un poco tarde, completamente indecisa, sin muchos ánimos y cansancio, pero con la esperanza de encontrarme a quien en otros años había sido la persona que había mantenido las expectativas de estos viajes alertas.

Ese alguien, fue una persona que conocí en estos mismos eventos, cuatro años atrás. Alguien que tenía un currículum perfecto y un físico lleno de cualidades, pero que terminó siendo un hombre de escaparate, para presumirlo, de compañía, todo, menos algo real. No pasó nada más allá de conversaciones telefónicas subidas de tono, pero agradecida por completo a mis corazonadas, el día tan esperado y que por fin él llegó a mi país, no tuve el valor, o las ganas, de verlo. Y como era de esperarse, lastimar el orgullo de un hombre de este tipo, no traería menos que una nueva insistencia con la que se encargaría de desenmascararme a ese esquema perfecto que me había idealizado.A pesar de eso, encontrarlo, era algo que siempre me ponía alerta.

Hicimos la fila en la mesa del bufé, pero como llegamos tarde, ya eran únicamente vestigios de lo que parecía ser una degustación exquisita.Entre las comidas, había pan pita, para servir el humus que se tenía de plato principal.Un hombre alto, moreno de barba junta, estando del otro lado, tomó la misma que yo, así que con una sonrisa media y quejumbrosos porque ya no habíamos encontrado cubiertos ni comida, la partimos a la mitad y se llegó a una neutra conciliación en que ambos obtuvimos una ganancia. Recuerdo que le crucé un par de palabras de agradecimiento en inglés, asumiendo que no era latino, o tal vez sólo lo pensé, es que por un momento me quedé congelada. Tenía una mirada que comunicaba mil cosas, y me perdí entre ellas.

Mi mamá, quien forma parte del equipo de participantes en este evento, es una mujer bastante sociable y de carácter amigable.Al estar en un círculo de desconocidos se acercó a ella Marcos, el representante de una de las entidades vecinas a la nuestra. Platicó con ella y entre bromas y comentarios varios acerca del evento, nos volvimos un grupo más amplio en el que inclusive estaba el hombre, del cual hasta ahora, solamente sabía que tenía la mitad de mi pan pita.

Entre bromas y mientras el sol decidía ocultarse, Dinora, esposa de Marcos, decidió tomar el papel de mercadóloga y promocionar a ese hombre, que no me permitía verlo a los ojos ni tratar de descubrirlo, pues el color que sentía en mi rostro y lo espesa que se tornaba mi sangre, peleaban con mi deseo de controlarme.Se volvió broma del momento, la planificación de nuestro noviazgo, matrimonio, hijos, padrinos, y en fin, una sarta de tonterías. En medio de tratar de mantener la calma y parecer muy madura ante tal situación, tenía solamente ganas de decirles a todos que se fueran, que este tema de la comunicación directa se me daba, y que sólo necesitaba alejarme del grupo para poder cruzar palabras con él. Por supuesto, lo único que salía de mí, era una sonrisa nerviosa, apenada y llena de otras cosas desconocidas.

Caminamos de prisa con una de las que entonces conformaba el grupo, Andreina, luego se unieron Marcos y Dinora y poco a poco todos íbamos caminando, hasta que nuevamente se incorporó quien ahora, ya tendría nombre –Miyaz- (no sé de dónde proviene el nombre, y ni siquiera si lo escuché bien, pero entenderán que entre tanto barullo, no era el momento idóneo para pedir una explicación de ello, ni una clase de gramática al respecto). De forma muy obvia, todos se encargaron de dejarnos alejados del grupo y caminar solos. Las preguntas rompe hielo más comunes hicieron que esos momentos tan incómodos pasaran.Cuando me percaté, ya habíamos llegado al final de nuestra caminata, y como una grata sorpresa, él parecía tan interesante y me hizo sentir muy cómoda esta conversación.

Esa misma noche únicamente nos despedimos de una forma natural, como quien no tiene ningún interés por el otro, y al volver al hotel con mi mamá reímos mucho de lo sucedido.También recuerdo que estuvimos, por casualidades de la vida, platicando ese día a cerca de los planes de Dios, lo cual me parece un gran detalle resaltar porque en estos viajes de agenda tan apretada, no se cuenta con los momentos para hacer estas pausas y admirar tal inmensidad.

Al día siguiente, daba inicio oficialmente el evento.Yo continuaba con las ansias de volver a ver a ese alguien que conocí hace cuatro años y del que ya me referí antes, estaba muy alerta de su presencia, tal vez más de lo que merecía la pena. Había quedado de hecho ya en nuestros planes juntarnos, vernos y dejar que pasara lo que por mucho tiempo habíamos planificado y que por mi decisión, no había sucedido. Al rozar las once de la mañana, se acercó Miyaz a mi lugar temporal de trabajo y me saludó diciendo “buenos días señorita” (lo cual me pareció un lindo gesto y sacó de mí la más sincera sonrisa) y sin duda alguna y con el mayor de los gustos, acompañé ese acento maravilloso con un abrazo que estaba segura, lo dejaría pensando.

“Buenos días señorita” Creo que nunca me habían saludado de esa forma. Me hace pensar que soy una persona muy fácil de sorprender. Que mis estándares de calidad requieren de un trato amable e inusual únicamente, para que me deje pensando. Cómo una frase así, me pudo hacer pensar más que las manos suntuosas que sentí en mi cintura al saludarme. Porque es más, el tema de las manos, ni siquiera lo comenté antes.

Existe todo una abismo incierto entro lo planificado y la realidad.Y más grande aún, es el que se encuentra entre lo que deseas y lo que es verdad.Las cosas a la fuerza no son más que causa perdida. Y no me cabe la menor duda, que los sentimientos se desarrollan con autonomía propia.Que no te enamoras nunca de un listado de características perfectas, si al corazón no se le da en gana conectarse. Es imposible que tus ojos brillen si tu piel no se estremece al ver a alguien. Y simplemente no tiene sentido obligar a tu sangre a espesarse si no lo hace por si sola al ser tocada. Existen personas, momentos y energías que necesitan estar sincronizadas para tener un absoluto sentido. Será el hilo rojo, la química, el cosmos o meteorología, bajo el nombre que sea, existe y son fuerzas que no se miden, ni mucho menos se entienden.

El segundo día de asamblea, después de una pesada jornada de trabajo, al salir del salón de convenciones dónde se lleva a cabo el evento, nos disponíamos a subir los buses que trasladan a los hoteles respectivos.De lejos, pude ver que Miyaz y su grupo se estaban alejando, y de una forma muy sigilosa y poco obvia, me acerqué a ellos a modo de que me viera, y como era de esperarse, según la infalible táctica, se acercó a mí.Me comentó que tenían planes de ir a cenar e intercambiamos números. Andreina lo estaba apresurando, así que no hubo tiempo para muchos detalles. Por alguna razón que desconozco, un día antes ella era quien insistía en nuestra unión de polos, y hoy, era ella quien insistía en que dejáramos la conversación cortada. Incluso me mencionó que Miyaz viajaría, y que no estaría al día siguiente. Así que tenía que aprovechar hoy, porque podía ser el último día que estaríamos juntos, o el primero de muchos-

Fui a cumplir con una reunión que estaba ya planificada y me dirigí a caer muerta en la cama del hotel.Al despertar, me encontré una nota en la mesa de noche, en la que mi mamá me decía que ella, junto con todo el grupo, habían salido a cenar.Por supuesto, recordé el ofrecimiento de Miyaz y unos minutos más tarde, a las seis con treinta minutos, recibí un mensaje parco que decía “Hola! Estamos en Truva, de comida de Turquía”.Me excusé porque estaba sola y las calles de Atlanta no eran lo más seguro para andar en un taxi a esas horas.Por supuesto, que después de preguntar un par de referencias, tomé uno y me dirigí al restaurante, a quién le importa la violencia de una ciudad poco protegida, si posiblemente, era el último momento que tendría de estar con él.Mi sorpresa fue que al llegar, ese hombre alto y apuesto, estaba bajo la lluvia y el letrero de “Andre Young International Blvd.” esperándome, como todo un caballero. Y pensar que dudé que en realidad lo fuera por no haber ido por mí al hotel. Cómo un hombre que te dijera Señorita, no tendría ese estilo al más imponente caballero.

Su grupo de compañeros estaba sentado alrededor de una mesa cuadrada, dejándonos espacio para ambos en una banca en uno de los costados.Pedí una copa de vino y les permití su recomendación.No sabía cuál sería el momento oportuno para comentarles el hecho de que la carne no era de mis placeres, el más grande, detalle importante pues la comida Turca tiene una fuerte base en tal proteína. Obviamente nunca lo dije, sonaría muy quejumbrosa si arruinaba el momento con una dieta tan exquisita. Así que me disfrute ese sabor a cordero crudo que jamás en mi vida (por decisión propia) prometo que volveré a comer. Pero, la compañía lo ameritaba.

Tuvimos una buena plática, por supuesto que todos aprovecharon a retomar el tema de nuestro futuro con Miyaz, y entre tantos temas, una bailarina de belly dance encantó a los comensales.Era imposible evitar el jugueteo de las miradas con sonrisas y uno que otro roce corporal de vez en cuando. Decidimos irnos caminando solos y él se ofreció a llevarme a mi hotel.Luego de todas las recomendaciones hechas por todos, caminamos recorriendo las calles del Atlanta. Lo sé, seguía siendo una ciudad insegura, pero estaba con él, y de alguna forma, eso hacía que obviara lo que pasaba alrededor. Me tenía congelada, y sumergida completamente en nuestra vaga conversación

Para el grupo, era el final de la noche, pero sin duda alguna, para nosotros empezaba. Fuimos a ver si había alguna fiesta a la que pudiéramos unirnos, y por buena fortuna, no fue así. Caminamos por una infinidad de calles, platicando de tantos temas como se nos venían a la mente.De nuestras familias, gustos, hobbies, historias, amigos.Nos adentramos a unos sótanos que no tuvieron salida y cuando por fin volvimos a las calles, recordando que estábamos en un viaje con fines parcialmente turísticos, nos subimos al Skyview de Atlanta.Es una rueda de la fortuna enorme. Y resulta que este varonil caballero le temía a las alturas, así que fue el perfecto rompe hielo mientras hacíamos la fila para subir.Se veía demasiado nervioso, sus manos sudaban y no dejaba de ver hacia arriba.Nos tomamos una fotografía como una pareja que está tomándose la foto del baile de promoción. Nos subimos y sus nervios lo atormentaban tanto que era incapaz de sostener una conversación.Se disculpó muchísimas veces y verdaderamente solo me causaba gracia la situación.Era demasiado tierno verlo.Cuando estábamos a punto de bajar, encerrados aún en la cabina, me dijo que estando allí podía pegarle pero no podría irme, así que se iba a arriesgar.Se acercó a mí y con el mayor atrevimiento, hizo que nuestros labios congeniaran, con ojos cerrados y todo el ambiente digno de un primer beso.Me sonreí, me sonroje y me recosté sobre su hombro por un segundo, como apenada por lo que había permitido que pasara. Sintiéndome como una patética adolescente de quince años, como quien no hubiera besado a una lista de partidos. La pena era conmigo misma.

Todo esto no tenía sentido. Andaba con un completo extraño en una ciudad desconocida, leyendo las letras plasmadas en monumentos, perdiéndome por los callejones, jugando con el agua de algunas fuentes, tomándonos fotos, riéndonos, viendo el cielo, sintiendo el ambiente, tocando texturas, caminando a la mitad de las calles, abrazándolo por veces, besándonos algunas otras. Parecía nada menos que la escena de una típica, trillada y tonta película extremadamente romántica.

Con el reloj en altas horas de la madrugada, me fue a dejar a la puerta del hotel, me dio un sencillo beso, y se fue. Me dejó con las ganas de repetir esa noche tantas veces como fuera posible. Entré al hotel y de no poder contenerme toda esa energía que tenía, le conté a la persona que estaba en la recepción y por no sé cuantos minutos no paraba de hablar. Por supuesto que al señor no le interesaba mi historia, pero solo sonrió y me dijo “good luck on that!”. Me encantó sentirme así de embobada. Esperé a recibir un mensaje sabiendo que había llegado bien, y nos fuimos a dormir.

Así pasaron un par de días, dejándonos llevar por lo que quisiera depararnos el destino, sin tocar temas incómodos que nos llevaran a traer realidad a estos momentos que vivíamos. Parecía que éramos dos aventureros de la vida, deteniéndose un instante con ganas de sentir algo real, pero a sabiendas que también tendría un final, al que por ahora no queríamos llegar.

Llegó al hotel y lo recibí en el Lobby.De entrada me dio un pequeño beso y nos abrazamos como solemos hacerlo, como nuestra ya rutina de dos días.Lo invité a pasar a mi habitación y me disculpé inmediatamente porque la limpieza aún no había llegado.Lo cual, me permite recordar que en realidad si había arreglado la habitación, escondido aquello que no debía ver y poniendo a la vista lo que pudiera significar algo interesante para su gusto.

Vimos por algunos momentos la computadora, el teléfono y alguno que otro brochure para decidir cuál sería el plan.Y el decidió que la primera parada sería un lugar en el que pudiera comprar un suéter, porque a pesar de estar a dieciocho grados y un sol que no parecería ocultarse, persistió con la idea de que lo necesitaría para la noche.

Caminamos entre edificios, gradas eléctricas y tiendas innecesarias por dos horas, aprovechando al menos, por supuesto, aquello momentos cortos para abrazarlo y darle un beso.Decidí pedir el servicio de Uber y hacer gracia el hecho de que yo me encargaría del transporte y el de la parte de ubicación, tomando en cuenta mi poca habilidad para desarrollar la segunda.

Al llegar Uber, nos recibió un colombiano muy amigable llamado Edgar.Miyaz, porque indirectamente lo dirigí, se subió a la parte trasera del vehículo de Edgar, y yo como copiloto.Le comentamos a este nuevo desconocido que nos habíamos separado cada quien de nuestros grupos, que allí nos habíamos conocido y que queríamos pasar un buen rato juntos y solos.Creo que en este momento caí en la cuenta que efectivamente lo que pretendíamos hacer era cualquier cosa que nos llevara a estar juntos, y lo demás en realidad no importaba. Entre la charla hablamos con Edgar a cerca de los lugares que tenía Atlanta, su diversidad, virtudes, defectos, aspectos positivos, otros no tantos y en fin, se concluyeron los veinte minutos necesarios para llegar al Stone Mountain.

Al bajarnos conversamos con Miyaz de lo agradable que había sido el viaje y lo lindo que se veían las villas de los al rededores.Lo abracé, el a mi y nos dimos un tierno y sencillo beso en los labios. Llegamos a un lugar que se veía un tanto desolado. Entramos a un pequeño museo en el que nos atendió Eledeen, una anciana y linda mujer de pelo blanco que de forma sonriente nos indicó que todas las atracciones, por ser lunes, se encontraban cerradas. Sin embargo, a la vez que lo señalaba en un mapa, nos comentó que podíamos subir la montaña caminando, bajar por el teleférico y al llegar abajo, por no tener carro, solicitar a una policía que nos llevara en su patrulla hacia la salida.

Creo que esta vibra positiva nos ayudó a ambos a no ver esto como algo malo ni una pérdida de tiempo, sino, al contrario, sin esperar nada, que se dejara venir una aventura.Al final yo solo sabía que estaba allí por decisión propia, y que independientemente de lo que sucediera, estaba a su lado y me moría por conocer el enigmático mundo de la personalidad del hombre que estaba haciendo que mi viaje girara por completo en torno a él.

Empezó la caminata.Stone Mountain es un atractivo turístico de Georgia, es una montaña de granito que tiene una elevación de 1,668 pies y se formó hace más de 300 millones de años. Al lado, tiene esculpido a los héroes Confederados que lucharon en la Guerra Civil de los Estados Unidos entre 1861 y 1865, Jefferson Davis, Robert E. Lee y Thomas Stonewall Jackson, y se encuentra rodeado de bosque y un ferrocarril, que por ser lunes, tampoco estaba en servicio. Traigo toda esta información porque teniéndola yo (por mi propia cuenta) jamás hubiera elegido este lugar para pasar un día entero. Sin duda alguna él la eligió y terminó siendo la mejor decisión. Ya entenderás por qué.

Él se veía apasionado por la aventura que estábamos teniendo, yo sólo quería sentarme en una piedra y que me abrazara, el pensar en todo lo que me faltaba por caminar, le quitaba el dejo de romántico a este evento. Sin embargo, todo este tiempo sirvió para mucho. Conocí a una de esas personas que le gusta amar en libertad, que sabe querer bonito, que tiene un corazón bondadoso y que se vende como un brabucón berrinchudo. Me topé con un hombre que aprecia el arte, y las habilidades de otras personas, que quisiera tener el tiempo y el dinero para descubrir cada rincón del mundo, y que está en busca de un cómplice para ello.Una persona que le teme a estar en un compromiso, por miedo a encontrarse a sí mismo, pero que cree fielmente en la felicidad de tener una familia y hacer un hogar como el de sus conservadores padres. Alguien que no se deja llevar por el consumismo, y que preferiría ante cualquier tecnología, levantarse a la luz del sol en un pequeño pueblo donde no llegue el sonido de un motor. Pasamos tantas horas a solas, sin ver gente, sin tener acceso a tecnología, sin medios de comunicación ni distracciones, un tiempo maravilloso en el que estábamos solos por completo que me permitió saber tantas cosas, que no me alcanzarían las palabras para contarlas, hablamos de tanto, tuvimos muchos momentos en silencio, nos dimos besos, nos cruzamos miradas, platicamos sin voz.

Nunca he sido del tipo de personas tan amantes a la naturaleza, y el contacto directo con los animales no es mi mejor forma de relacionarme.Nunca había tenido una cita o este tipo de encuentros acompañándome de tanto follaje natural. Aparentemente, a su lado los “nuncas” empiezan a adquirir realidad. Le advertí de estos puntos desde un inicio, pero le hice saber mi disposición, dejándole saber que confiaba en él y que podíamos hacer lo que quisiera.Conforme iba avanzando me iba enamorando más y más del momento, de lo que mis ojos estaban siendo capaces de admirar, del aroma tan puro que podía percibir, del aire fresco que se introducía en mis pulmones, de las historias que Miyaz me contaba, de las risas, de mis miedos hacia cualquier ruido o movimiento.Y cuando me di cuenta, estaba adentrada completamente a este mundo maravilloso, siendo una minúscula parte de la magnitud de la naturaleza, caminando entre los rieles de un tren antiguo, tomando fotos, riendo, sin percatarnos si quiera del tiempo, de la distancia, de la ubicación, de la temporalidad de esto, o de consecuencias que quién sabe si existieran.

Divagando entre las charlas y los sonidos de las hojas secas, encontramos un camino que se dividía en dos, empezamos a notar que tal vez nos habíamos salido un poco de la ruta y que el hombre que venía tras de nosotros podría ser un tanto sospechoso.Nos acogíamos a la idea de que siempre que viéramos carretera del otro lado, íbamos entonces por buen camino.¡Error! Seguimos avanzando unos cuantos metros y decidimos salir de los bosques e incluirnos en la carretera dónde se veían autos y un policía (que tal vez era al que se refería Eledeen). Nos acercamos a él y de forma parca nos explicó un poco nuestra ubicación y en efecto caímos en la cuenta que estábamos MUY alejados de lo que debía ser nuestro camino.Estábamos completamente perdidos, en una ciudad desconocida, sin comunicación alguna y ni la más remota idea de lo que debíamos hacer. Es gracioso recordar a dos pendejos sentados en una acera viéndose el uno al otro como tratando de esperar a que el asfalto nos diera la respuesta.

Como era de esperarse, no obtuvimos una respuesta del asfalto, pero si la lástima de un policía que en realidad era todo un cliché verlo, alto, grande, pelón, de ojos claros, vozarrón, uniforme nítido, una caja de donas en su auto y una panza enigmática. El policía ofreció llevarnos a la civilización, y por más extraño que parezca, nuestra preocupación más grande en realidad era el hambre que teníamos.Eran un poco más de las cinco de la tarde y entre tanta caminata obviamos el almuerzo.Lo aplazamos creyendo que terminaríamos comiendo comida deliciosa en algún lugar por allí.Sentados en la parte trasera de una patrulla, con rejillas y todo, pasamos a una estación de bomberos a preguntar por una recomendación culinaria.Por supuesto que lo que recibimos fueron las burlas de tres bomberos que salieron solamente para vernos y reírse de nuestra patética situación. No imagino lo que pudo haber pasado por sus mentes en ese momento, la realidad de las cosas es que teníamos algo en común, nunca habíamos estado en una patrulla de policía, mucho menos en un país extranjero, por supuesto, que este es otro nunca que nos encantó vivir juntos. El policía nos dejó en un restaurante/comedor en el que había una barra y el olor a grasa frita desde la entrada no podía evitarse.Por supuesto, necesitábamos un lugar un tanto más original; no podíamos tener una historia tan buena para terminar en un restaurante común.

Eran las cinco de la tarde, y mi estómago no sentía mariposas, era hambre, simplemente! Encontramos un pequeño lugar que a las afueras tenía una vitrina con unos postres sin buena pinta y un letrero colgado de la puerta que decía “abierto”. Totalmente desconfiados, pero en un pueblo desconocido, abrimos la puerta, para encontrarnos la maravillosa sorpresa que detrás de ella, había un pequeño restaurante de película, encerrado en los años sesenta, con las paredes repletas de papel tapiz de flores, una amable viejecita de cabello blanco tras el mostrador. Al fondo, el menú en una pizarra antigua y letreros vintage de Cocacola, y por supuesto, galletas con chispas de chocolate sobre el mostrador en un recipiente de vidrio. Se veía un pasillo a la derecha, lleno de cuanta cosa podría pasar en la imaginación de una persona.Creo que nunca había visto tantas cosas de tantos tipos en un mismo lugar.Una pared repleta de cuadros en distintos tamaños y formas, plumas, joyas, vestuarios, figuras en porcelana, muñecas en bronce, un ambiente tenue y una colección extensa de tanto.

Comimos una deliciosa merienda y sin cruzar palabra alguna, tuvimos una conversación de miradas y sonrisas, que lo dijeron todo, absolutamente todo.

Debíamos regresar y eso era seguro.Lo que no era seguro era nuestra ubicación alejada del mundo, pues por si no lo habían notado, seguíamos perdidos! celulares sin servicio ni batería, y la incógnita tan grande de dónde y cómo llegamos hasta allí.Encontramos una parada de bus que desconocíamos a dónde nos llevaría. Tomamos dos rutas de buses y al fin, un tren que parecía tener un destino conocido. Mientras íbamos en el tren, aproveché un par de ocasiones para verlo de perfil y admirar un tanto más su físico. Había sido un día maravilloso, lo que empezó sin siquiera un plan, terminó como todo un día perfecto, al que no lo cambiaría ni siquiera, un solo minuto.

Tenía tantas cosas que decirle, pero pensé que mis palabras podrían opacar el maravilloso silencio que había entre nosotros.Me recosté en su hombro y tal vez dormí algunos minutos, despreocupada por completo de mí por un momento.

Es el tipo de personas que te hacen recordar que siempre debes permitirte a ti mismo sorprenderte, que te hace traer a tu memoria tu verdadera esencia, y con quién puedes compartir esos pensamientos que consideras nadie más tiene. Es el tipo de personas que ejemplifica esas trilladas frases de «carpe diem», «vive hoy» y «déjate llevar»… Cuando menos lo esperas la vida toma el rumbo que desea, el universo conspira, los planetas se alinean, los momentos coinciden y los actos suceden.

Luego de una de esas preguntas comunes a una conversación de recién conocidos respecto a la música, me encontré platicando con un trovador, romántico y atrevido, amante de los Beatles y al extremo un fiestero que gusta de la compañía de sus amigos y valorar el talento nato de algún grupillo que no provoque más que simple nostalgia al recuerdo o algún tipo de apego a su nacionalidad.

Estuvimos platicando de temas variados y aún con temor a su respuesta, o sabiendas que podía inclusive no tener una, le dije lo muy feliz que estaba de haberlo conocido y la nostalgia que me daba el pensar en despedirme. Un sencillo «a mi también» me basto para comprender y recordar que el me sorprende y que no puedo intentar si quiera asumir lo que piensa, o descifrar por instinto lo que oculta. Se sale por completo del perfil común a los hombres con quién he compartido y descubrir ese misterio es parte de su atractivo.

Sentados en un sillón en el M4 del hotel, y la broma de ser una latina y un terrorista vagabundos merodeando por ese tan lujoso lugar, me acerque un poco más a el y le di un beso, me disculpe por hacerlo, excusándome en las ganas que tuve todo el día de hacerlo. Sólo sonrió. El no tiene idea tal vez, que mientras su cansancio le ganaba y cerraba sus ojos luchando por mantenerse despierto, yo aprovechaba para verlo detenidamente, grabando en mi mente cada uno de sus detalles físicos, sonriendo a medio lado y jugando con su cabello. Le sugerí que fuéramos a dormir, a pesar de querer hacer eterno ese momento. Subimos abrazados por el elevador, caminamos por el pasillo, nos besamos, nos abrazamos fuerte y nuevamente, antes que cualquier sentimiento de tristeza pudiera invadirme, pensé en lo maravilloso de ese momento, y con una sonrisa extendida por completo en mi rostro, me volví a mi habitación, sin tener una pizca de ganas de ocultar mi felicidad, pensando en el hasta muy altas horas de la madrugada.

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Al día siguiente, parecía que simplemente no tendríamos la suerte de estar juntos a solas. Nuestros planes no convergían en ningún momento y debíamos atender a las personas con quiénes íbamos, pues por si ustedes no lo recordaban tampoco, este era un viaje de trabajo. Sin embargo, como era de esperarse, hicimos que nuestras agendas coincidieran, y a escondidas de todos, nos robábamos algunos besos, nos apartábamos para abrazarnos y nos sonreíamos de lejos,

Haré una pausa para aclarar algo, son muy pocos días y se pensará que esto es una historia romántica inventada en mi cabeza. La verdad de las cosas es que ya he pasado por varios sucesos en la vida que me han dejado claro que enamorarse no es algo tan sencillo como atarse el zapato, que las películas románticas no se replican en la vida y que las maravillosas historias de amor a primera vista, se terminan en la segunda. Claramente no estamos hablando que el hombre me haya enamorado, no niego con esto, ser una romántica empedernida y que he esperado la vida entera por tener una historia que me sorprenda a mí misma, y como él, no deja de sorprenderme la bola de sentimientos y emociones sube y baja que ha provocado en mí.

Tratare de describirlo para que el lector tenga al menos el placer de imaginarlo, pero advierto que es mucho más de a donde su imaginación podría llevarlo. Un hombre delgado de 1.84 metros de alto, la tez morena clara, como un café a un buen tueste ligero y una barba robusta de corte pequeño que cubre su mentón y contornea su boca a la perfección. Una nariz pronunciada con rasgos de medio este que lo hace ver completamente interesante. Una sonrisa jamás expresiva, que apenas permite ver sus blancos dientes pero que pasa a ser innecesario al tener de frente dos labios perfectamente delineados y del tamaño adecuado. El color oscuro que todo hombre trabajador lleva consigo se pintan bajo sus ojos y las cejas pronunciadas le hacen sombra a las esferas color miel que combinan de forma perfecta con su suave cabello, el cual descubre con un peinado conservador de caballero. Camina como dando tiempo a la vida para que autorice sus movimientos, de hombros caídos y manos a los lados, empuñándolas en tanto. De aspecto tímido y recatado, y en el viento deja desvanecer un vozarrón masculino con acento de tico bien marcado. Frunce el ceño al poner atención y deja a su cuerpo irse hacia atrás cuando ríe. Ve de reojo al hablar con sarcasmo y sonríe de lado mientras pilla a su víctima. Usa el pantalón bajo las caderas y las camisas se esfuerzan por estar dentro. Simula la figura al portar un saco y constantemente pasa su mano en la pequeña pancita que no muestra más que los años lo han hecho pasar ya los 25.

El día que teníamos que despedirnos, pude darme cuenta que teníamos algo en común, que en realidad no queríamos decirnos adiós y nos comportamos de forma tan natural como a quien no le importara lo que estaba a punto de suceder.Amaneció en otra habitación del hotel donde yo estaba, por casualidades del destino.

Me ayudó a subir mis maletas al carro que me llevaría al aeropuerto, pues mi vuelo salía algunas horas antes, tuvimos el momento perfecto para hablar, para decir lo correcto, pero él simplemente prefirió callar. Ocultarse en lo que él llamaba inestabilidad emocional, yo le llamaba cobardía. Me quedé con ese sentimiento de ser malagradecida con la vida, como aquellos a quienes nos han puesto una oportunidad de frente, y por falta de valor, la hemos despreciado.

«Que cada día encuentre algo que lo sorprenda!» Según el Feng Shui, existe este mito que portar en la billetera un billete de la menor denominación de otro país, atrae la suerte y la prosperidad. Coloque en su bolsillo un billete de mi país antes de subir al carro, en el cual al borde, con tinta negra le escribí la frase que mencione al inicio de este párrafo. No puedo por hoy, tener más que esos deseos para él, porque se que eso es lo importante y sobre todo, lo que lo hace más feliz. De todo corazón hoy deseo que esas sonrisas sinceras y esa cara de asombro que compartió un día conmigo, le perduren para siempre, porque el más que nadie, a pesar de su cobardía, merece ser feliz.

Fui a cumplir con una reunión que estaba ya planificada y me dirigí a caer muerta en la cama del hotel.Al despertar, me encontré una nota en la mesa de noche, en la que mi mamá me decía que ella, junto con todo el grupo, habían salido a cenar.Por supuesto, recordé el ofrecimiento de Miyaz y unos minutos más tarde, a las seis con treinta minutos, recibí un mensaje parco que decía “Hola! Estamos en Truva, de comida de Turquía”.Me excusé porque estaba sola y las calles de Atlanta no eran lo más seguro para andar en un taxi a esas horas.Por supuesto, que después de preguntar un par de referencias, tomé uno y me dirigí al restaurante, a quién le importa la violencia de una ciudad poco protegida, si posiblemente, era el último momento que tendría de estar con él.Mi sorpresa fue que al llegar, ese hombre alto y apuesto, estaba bajo la lluvia y el letrero de “Andre Young International Blvd.” esperándome, como todo un caballero. Y pensar que dudé que en realidad lo fuera por no haber ido por mí al hotel. Cómo un hombre que te dijera Señorita, no tendría ese estilo al más imponente caballero.

Su grupo de compañeros estaba sentado alrededor de una mesa cuadrada, dejándonos espacio para ambos en una banca en uno de los costados.Pedí una copa de vino y les permití su recomendación.No sabía cuál sería el momento oportuno para comentarles el hecho de que la carne no era de mis placeres, el más grande, detalle importante pues la comida Turca tiene una fuerte base en tal proteína. Obviamente nunca lo dije, sonaría muy quejumbrosa si arruinaba el momento con una dieta tan exquisita. Así que me disfrute ese sabor a cordero crudo que jamás en mi vida (por decisión propia) prometo que volveré a comer. Pero, la compañía lo ameritaba.

Tuvimos una buena plática, por supuesto que todos aprovecharon a retomar el tema de nuestro futuro con Miyaz, y entre tantos temas, una bailarina de belly dance encantó a los comensales.Era imposible evitar el jugueteo de las miradas con sonrisas y uno que otro roce corporal de vez en cuando. Decidimos irnos caminando solos y él se ofreció a llevarme a mi hotel.Luego de todas las recomendaciones hechas por todos, caminamos recorriendo las calles del Atlanta. Lo sé, seguía siendo una ciudad insegura, pero estaba con él, y de alguna forma, eso hacía que obviara lo que pasaba alrededor. Me tenía congelada, y sumergida completamente en nuestra vaga conversación

Para el grupo, era el final de la noche, pero sin duda alguna, para nosotros empezaba. Fuimos a ver si había alguna fiesta a la que pudiéramos unirnos, y por buena fortuna, no fue así. Caminamos por una infinidad de calles, platicando de tantos temas como se nos venían a la mente.De nuestras familias, gustos, hobbies, historias, amigos.Nos adentramos a unos sótanos que no tuvieron salida y cuando por fin volvimos a las calles, recordando que estábamos en un viaje con fines parcialmente turísticos, nos subimos al Skyview de Atlanta.Es una rueda de la fortuna enorme. Y resulta que este varonil caballero le temía a las alturas, así que fue el perfecto rompe hielo mientras hacíamos la fila para subir.Se veía demasiado nervioso, sus manos sudaban y no dejaba de ver hacia arriba.Nos tomamos una fotografía como una pareja que está tomándose la foto del baile de promoción. Nos subimos y sus nervios lo atormentaban tanto que era incapaz de sostener una conversación.Se disculpó muchísimas veces y verdaderamente solo me causaba gracia la situación.Era demasiado tierno verlo.Cuando estábamos a punto de bajar, encerrados aún en la cabina, me dijo que estando allí podía pegarle pero no podría irme, así que se iba a arriesgar.Se acercó a mí y con el mayor atrevimiento, hizo que nuestros labios congeniaran, con ojos cerrados y todo el ambiente digno de un primer beso.Me sonreí, me sonroje y me recosté sobre su hombro por un segundo, como apenada por lo que había permitido que pasara. Sintiéndome como una patética adolescente de quince años, como quien no hubiera besado a una lista de partidos. La pena era conmigo misma.

Todo esto no tenía sentido. Andaba con un completo extraño en una ciudad desconocida, leyendo las letras plasmadas en monumentos, perdiéndome por los callejones, jugando con el agua de algunas fuentes, tomándonos fotos, riéndonos, viendo el cielo, sintiendo el ambiente, tocando texturas, caminando a la mitad de las calles, abrazándolo por veces, besándonos algunas otras. Parecía nada menos que la escena de una típica, trillada y tonta película extremadamente romántica.

Con el reloj en altas horas de la madrugada, me fue a dejar a la puerta del hotel, me dio un sencillo beso, y se fue. Me dejó con las ganas de repetir esa noche tantas veces como fuera posible. Entré al hotel y de no poder contenerme toda esa energía que tenía, le conté a la persona que estaba en la recepción y por no sé cuantos minutos no paraba de hablar. Por supuesto que al señor no le interesaba mi historia, pero solo sonrió y me dijo “good luck on that!”. Me encantó sentirme así de embobada. Esperé a recibir un mensaje sabiendo que había llegado bien, y nos fuimos a dormir.

Así pasaron un par de días, dejándonos llevar por lo que quisiera depararnos el destino, sin tocar temas incómodos que nos llevaran a traer realidad a estos momentos que vivíamos. Parecía que éramos dos aventureros de la vida, deteniéndose un instante con ganas de sentir algo real, pero a sabiendas que también tendría un final, al que por ahora no queríamos llegar.

Llegó al hotel y lo recibí en el Lobby.De entrada me dio un pequeño beso y nos abrazamos como solemos hacerlo, como nuestra ya rutina de dos días.Lo invité a pasar a mi habitación y me disculpé inmediatamente porque la limpieza aún no había llegado.Lo cual, me permite recordar que en realidad si había arreglado la habitación, escondido aquello que no debía ver y poniendo a la vista lo que pudiera significar algo interesante para su gusto.

Vimos por algunos momentos la computadora, el teléfono y alguno que otro brochure para decidir cuál sería el plan.Y el decidió que la primera parada sería un lugar en el que pudiera comprar un suéter, porque a pesar de estar a dieciocho grados y un sol que no parecería ocultarse, persistió con la idea de que lo necesitaría para la noche.

Caminamos entre edificios, gradas eléctricas y tiendas innecesarias por dos horas, aprovechando al menos, por supuesto, aquello momentos cortos para abrazarlo y darle un beso.Decidí pedir el servicio de Uber y hacer gracia el hecho de que yo me encargaría del transporte y el de la parte de ubicación, tomando en cuenta mi poca habilidad para desarrollar la segunda.

Al llegar Uber, nos recibió un colombiano muy amigable llamado Edgar.Miyaz, porque indirectamente lo dirigí, se subió a la parte trasera del vehículo de Edgar, y yo como copiloto.Le comentamos a este nuevo desconocido que nos habíamos separado cada quien de nuestros grupos, que allí nos habíamos conocido y que queríamos pasar un buen rato juntos y solos.Creo que en este momento caí en la cuenta que efectivamente lo que pretendíamos hacer era cualquier cosa que nos llevara a estar juntos, y lo demás en realidad no importaba. Entre la charla hablamos con Edgar a cerca de los lugares que tenía Atlanta, su diversidad, virtudes, defectos, aspectos positivos, otros no tantos y en fin, se concluyeron los veinte minutos necesarios para llegar al Stone Mountain.

Al bajarnos conversamos con Miyaz de lo agradable que había sido el viaje y lo lindo que se veían las villas de los al rededores.Lo abracé, el a mi y nos dimos un tierno y sencillo beso en los labios. Llegamos a un lugar que se veía un tanto desolado. Entramos a un pequeño museo en el que nos atendió Eledeen, una anciana y linda mujer de pelo blanco que de forma sonriente nos indicó que todas las atracciones, por ser lunes, se encontraban cerradas. Sin embargo, a la vez que lo señalaba en un mapa, nos comentó que podíamos subir la montaña caminando, bajar por el teleférico y al llegar abajo, por no tener carro, solicitar a una policía que nos llevara en su patrulla hacia la salida.

Creo que esta vibra positiva nos ayudó a ambos a no ver esto como algo malo ni una pérdida de tiempo, sino, al contrario, sin esperar nada, que se dejara venir una aventura.Al final yo solo sabía que estaba allí por decisión propia, y que independientemente de lo que sucediera, estaba a su lado y me moría por conocer el enigmático mundo de la personalidad del hombre que estaba haciendo que mi viaje girara por completo en torno a él.

Empezó la caminata.Stone Mountain es un atractivo turístico de Georgia, es una montaña de granito que tiene una elevación de 1,668 pies y se formó hace más de 300 millones de años. Al lado, tiene esculpido a los héroes Confederados que lucharon en la Guerra Civil de los Estados Unidos entre 1861 y 1865, Jefferson Davis, Robert E. Lee y Thomas Stonewall Jackson, y se encuentra rodeado de bosque y un ferrocarril, que por ser lunes, tampoco estaba en servicio. Traigo toda esta información porque teniéndola yo (por mi propia cuenta) jamás hubiera elegido este lugar para pasar un día entero. Sin duda alguna él la eligió y terminó siendo la mejor decisión. Ya entenderás por qué.

Él se veía apasionado por la aventura que estábamos teniendo, yo sólo quería sentarme en una piedra y que me abrazara, el pensar en todo lo que me faltaba por caminar, le quitaba el dejo de romántico a este evento. Sin embargo, todo este tiempo sirvió para mucho. Conocí a una de esas personas que le gusta amar en libertad, que sabe querer bonito, que tiene un corazón bondadoso y que se vende como un brabucón berrinchudo. Me topé con un hombre que aprecia el arte, y las habilidades de otras personas, que quisiera tener el tiempo y el dinero para descubrir cada rincón del mundo, y que está en busca de un cómplice para ello.Una persona que le teme a estar en un compromiso, por miedo a encontrarse a sí mismo, pero que cree fielmente en la felicidad de tener una familia y hacer un hogar como el de sus conservadores padres. Alguien que no se deja llevar por el consumismo, y que preferiría ante cualquier tecnología, levantarse a la luz del sol en un pequeño pueblo donde no llegue el sonido de un motor. Pasamos tantas horas a solas, sin ver gente, sin tener acceso a tecnología, sin medios de comunicación ni distracciones, un tiempo maravilloso en el que estábamos solos por completo que me permitió saber tantas cosas, que no me alcanzarían las palabras para contarlas, hablamos de tanto, tuvimos muchos momentos en silencio, nos dimos besos, nos cruzamos miradas, platicamos sin voz.

Nunca he sido del tipo de personas tan amantes a la naturaleza, y el contacto directo con los animales no es mi mejor forma de relacionarme.Nunca había tenido una cita o este tipo de encuentros acompañándome de tanto follaje natural. Aparentemente, a su lado los “nuncas” empiezan a adquirir realidad. Le advertí de estos puntos desde un inicio, pero le hice saber mi disposición, dejándole saber que confiaba en él y que podíamos hacer lo que quisiera.Conforme iba avanzando me iba enamorando más y más del momento, de lo que mis ojos estaban siendo capaces de admirar, del aroma tan puro que podía percibir, del aire fresco que se introducía en mis pulmones, de las historias que Miyaz me contaba, de las risas, de mis miedos hacia cualquier ruido o movimiento.Y cuando me di cuenta, estaba adentrada completamente a este mundo maravilloso, siendo una minúscula parte de la magnitud de la naturaleza, caminando entre los rieles de un tren antiguo, tomando fotos, riendo, sin percatarnos si quiera del tiempo, de la distancia, de la ubicación, de la temporalidad de esto, o de consecuencias que quién sabe si existieran.

Divagando entre las charlas y los sonidos de las hojas secas, encontramos un camino que se dividía en dos, empezamos a notar que tal vez nos habíamos salido un poco de la ruta y que el hombre que venía tras de nosotros podría ser un tanto sospechoso.Nos acogíamos a la idea de que siempre que viéramos carretera del otro lado, íbamos entonces por buen camino.¡Error! Seguimos avanzando unos cuantos metros y decidimos salir de los bosques e incluirnos en la carretera dónde se veían autos y un policía (que tal vez era al que se refería Eledeen). Nos acercamos a él y de forma parca nos explicó un poco nuestra ubicación y en efecto caímos en la cuenta que estábamos MUY alejados de lo que debía ser nuestro camino.Estábamos completamente perdidos, en una ciudad desconocida, sin comunicación alguna y ni la más remota idea de lo que debíamos hacer. Es gracioso recordar a dos pendejos sentados en una acera viéndose el uno al otro como tratando de esperar a que el asfalto nos diera la respuesta.

Como era de esperarse, no obtuvimos una respuesta del asfalto, pero si la lástima de un policía que en realidad era todo un cliché verlo, alto, grande, pelón, de ojos claros, vozarrón, uniforme nítido, una caja de donas en su auto y una panza enigmática. El policía ofreció llevarnos a la civilización, y por más extraño que parezca, nuestra preocupación más grande en realidad era el hambre que teníamos.Eran un poco más de las cinco de la tarde y entre tanta caminata obviamos el almuerzo.Lo aplazamos creyendo que terminaríamos comiendo comida deliciosa en algún lugar por allí.Sentados en la parte trasera de una patrulla, con rejillas y todo, pasamos a una estación de bomberos a preguntar por una recomendación culinaria.Por supuesto que lo que recibimos fueron las burlas de tres bomberos que salieron solamente para vernos y reírse de nuestra patética situación. No imagino lo que pudo haber pasado por sus mentes en ese momento, la realidad de las cosas es que teníamos algo en común, nunca habíamos estado en una patrulla de policía, mucho menos en un país extranjero, por supuesto, que este es otro nunca que nos encantó vivir juntos. El policía nos dejó en un restaurante/comedor en el que había una barra y el olor a grasa frita desde la entrada no podía evitarse.Por supuesto, necesitábamos un lugar un tanto más original; no podíamos tener una historia tan buena para terminar en un restaurante común.

Eran las cinco de la tarde, y mi estómago no sentía mariposas, era hambre, simplemente! Encontramos un pequeño lugar que a las afueras tenía una vitrina con unos postres sin buena pinta y un letrero colgado de la puerta que decía “abierto”. Totalmente desconfiados, pero en un pueblo desconocido, abrimos la puerta, para encontrarnos la maravillosa sorpresa que detrás de ella, había un pequeño restaurante de película, encerrado en los años sesenta, con las paredes repletas de papel tapiz de flores, una amable viejecita de cabello blanco tras el mostrador. Al fondo, el menú en una pizarra antigua y letreros vintage de Cocacola, y por supuesto, galletas con chispas de chocolate sobre el mostrador en un recipiente de vidrio. Se veía un pasillo a la derecha, lleno de cuanta cosa podría pasar en la imaginación de una persona.Creo que nunca había visto tantas cosas de tantos tipos en un mismo lugar.Una pared repleta de cuadros en distintos tamaños y formas, plumas, joyas, vestuarios, figuras en porcelana, muñecas en bronce, un ambiente tenue y una colección extensa de tanto.

Comimos una deliciosa merienda y sin cruzar palabra alguna, tuvimos una conversación de miradas y sonrisas, que lo dijeron todo, absolutamente todo.

Debíamos regresar y eso era seguro.Lo que no era seguro era nuestra ubicación alejada del mundo, pues por si no lo habían notado, seguíamos perdidos! celulares sin servicio ni batería, y la incógnita tan grande de dónde y cómo llegamos hasta allí.Encontramos una parada de bus que desconocíamos a dónde nos llevaría. Tomamos dos rutas de buses y al fin, un tren que parecía tener un destino conocido. Mientras íbamos en el tren, aproveché un par de ocasiones para verlo de perfil y admirar un tanto más su físico. Había sido un día maravilloso, lo que empezó sin siquiera un plan, terminó como todo un día perfecto, al que no lo cambiaría ni siquiera, un solo minuto.

Tenía tantas cosas que decirle, pero pensé que mis palabras podrían opacar el maravilloso silencio que había entre nosotros.Me recosté en su hombro y tal vez dormí algunos minutos, despreocupada por completo de mí por un momento.

Es el tipo de personas que te hacen recordar que siempre debes permitirte a ti mismo sorprenderte, que te hace traer a tu memoria tu verdadera esencia, y con quién puedes compartir esos pensamientos que consideras nadie más tiene. Es el tipo de personas que ejemplifica esas trilladas frases de «carpe diem», «vive hoy» y «déjate llevar»… Cuando menos lo esperas la vida toma el rumbo que desea, el universo conspira, los planetas se alinean, los momentos coinciden y los actos suceden.

Luego de una de esas preguntas comunes a una conversación de recién conocidos respecto a la música, me encontré platicando con un trovador, romántico y atrevido, amante de los Beatles y al extremo un fiestero que gusta de la compañía de sus amigos y valorar el talento nato de algún grupillo que no provoque más que simple nostalgia al recuerdo o algún tipo de apego a su nacionalidad.

Estuvimos platicando de temas variados y aún con temor a su respuesta, o sabiendas que podía inclusive no tener una, le dije lo muy feliz que estaba de haberlo conocido y la nostalgia que me daba el pensar en despedirme. Un sencillo «a mi también» me basto para comprender y recordar que el me sorprende y que no puedo intentar si quiera asumir lo que piensa, o descifrar por instinto lo que oculta. Se sale por completo del perfil común a los hombres con quién he compartido y descubrir ese misterio es parte de su atractivo.

Sentados en un sillón en el M4 del hotel, y la broma de ser una latina y un terrorista vagabundos merodeando por ese tan lujoso lugar, me acerque un poco más a el y le di un beso, me disculpe por hacerlo, excusándome en las ganas que tuve todo el día de hacerlo. Sólo sonrió. El no tiene idea tal vez, que mientras su cansancio le ganaba y cerraba sus ojos luchando por mantenerse despierto, yo aprovechaba para verlo detenidamente, grabando en mi mente cada uno de sus detalles físicos, sonriendo a medio lado y jugando con su cabello. Le sugerí que fuéramos a dormir, a pesar de querer hacer eterno ese momento. Subimos abrazados por el elevador, caminamos por el pasillo, nos besamos, nos abrazamos fuerte y nuevamente, antes que cualquier sentimiento de tristeza pudiera invadirme, pensé en lo maravilloso de ese momento, y con una sonrisa extendida por completo en mi rostro, me volví a mi habitación, sin tener una pizca de ganas de ocultar mi felicidad, pensando en el hasta muy altas horas de la madrugada.

_____________

Al día siguiente, parecía que simplemente no tendríamos la suerte de estar juntos a solas. Nuestros planes no convergían en ningún momento y debíamos atender a las personas con quiénes íbamos, pues por si ustedes no lo recordaban tampoco, este era un viaje de trabajo. Sin embargo, como era de esperarse, hicimos que nuestras agendas coincidieran, y a escondidas de todos, nos robábamos algunos besos, nos apartábamos para abrazarnos y nos sonreíamos de lejos,

Haré una pausa para aclarar algo, son muy pocos días y se pensará que esto es una historia romántica inventada en mi cabeza. La verdad de las cosas es que ya he pasado por varios sucesos en la vida que me han dejado claro que enamorarse no es algo tan sencillo como atarse el zapato, que las películas románticas no se replican en la vida y que las maravillosas historias de amor a primera vista, se terminan en la segunda. Claramente no estamos hablando que el hombre me haya enamorado, no niego con esto, ser una romántica empedernida y que he esperado la vida entera por tener una historia que me sorprenda a mí misma, y como él, no deja de sorprenderme la bola de sentimientos y emociones sube y baja que ha provocado en mí.

Tratare de describirlo para que el lector tenga al menos el placer de imaginarlo, pero advierto que es mucho más de a donde su imaginación podría llevarlo. Un hombre delgado de 1.84 metros de alto, la tez morena clara, como un café a un buen tueste ligero y una barba robusta de corte pequeño que cubre su mentón y contornea su boca a la perfección. Una nariz pronunciada con rasgos de medio este que lo hace ver completamente interesante. Una sonrisa jamás expresiva, que apenas permite ver sus blancos dientes pero que pasa a ser innecesario al tener de frente dos labios perfectamente delineados y del tamaño adecuado. El color oscuro que todo hombre trabajador lleva consigo se pintan bajo sus ojos y las cejas pronunciadas le hacen sombra a las esferas color miel que combinan de forma perfecta con su suave cabello, el cual descubre con un peinado conservador de caballero. Camina como dando tiempo a la vida para que autorice sus movimientos, de hombros caídos y manos a los lados, empuñándolas en tanto. De aspecto tímido y recatado, y en el viento deja desvanecer un vozarrón masculino con acento de tico bien marcado. Frunce el ceño al poner atención y deja a su cuerpo irse hacia atrás cuando ríe. Ve de reojo al hablar con sarcasmo y sonríe de lado mientras pilla a su víctima. Usa el pantalón bajo las caderas y las camisas se esfuerzan por estar dentro. Simula la figura al portar un saco y constantemente pasa su mano en la pequeña pancita que no muestra más que los años lo han hecho pasar ya los 25.

El día que teníamos que despedirnos, pude darme cuenta que teníamos algo en común, que en realidad no queríamos decirnos adiós y nos comportamos de forma tan natural como a quien no le importara lo que estaba a punto de suceder.Amaneció en otra habitación del hotel donde yo estaba, por casualidades del destino.

Me ayudó a subir mis maletas al carro que me llevaría al aeropuerto, pues mi vuelo salía algunas horas antes, tuvimos el momento perfecto para hablar, para decir lo correcto, pero él simplemente prefirió callar. Ocultarse en lo que él llamaba inestabilidad emocional, yo le llamaba cobardía. Me quedé con ese sentimiento de ser malagradecida con la vida, como aquellos a quienes nos han puesto una oportunidad de frente, y por falta de valor, la hemos despreciado.

«Que cada día encuentre algo que lo sorprenda!» Según el Feng Shui, existe este mito que portar en la billetera un billete de la menor denominación de otro país, atrae la suerte y la prosperidad. Coloque en su bolsillo un billete de mi país antes de subir al carro, en el cual al borde, con tinta negra le escribí la frase que mencione al inicio de este párrafo. No puedo por hoy, tener más que esos deseos para él, porque se que eso es lo importante y sobre todo, lo que lo hace más feliz. De todo corazón hoy deseo que esas sonrisas sinceras y esa cara de asombro que compartió un día conmigo, le perduren para siempre, porque el más que nadie, a pesar de su cobardía, merece ser feliz. a cumplir con una reunión que estaba ya planificada y me dirigí a caer muerta en la cama del hotel.Al despertar, me encontré una nota en la mesa de noche, en la que mi mamá me decía que ella, junto con todo el grupo, habían salido a cenar.Por supuesto, recordé el ofrecimiento de Miyaz y unos minutos más tarde, a las seis con treinta minutos, recibí un mensaje parco que decía “Hola! Estamos en Truva, de comida de Turquía”.Me excusé porque estaba sola y las calles de Atlanta no eran lo más seguro para andar en un taxi a esas horas.Por supuesto, que después de preguntar un par de referencias, tomé uno y me dirigí al restaurante, a quién le importa la violencia de una ciudad poco protegida, si posiblemente, era el último momento que tendría de estar con él.Mi sorpresa fue que al llegar, ese hombre alto y apuesto, estaba bajo la lluvia y el letrero de “Andre Young International Blvd.” esperándome, como todo un caballero. Y pensar que dudé que en realidad lo fuera por no haber ido por mí al hotel. Cómo un hombre que te dijera Señorita, no tendría ese estilo al más imponente caballero.

Su grupo de compañeros estaba sentado alrededor de una mesa cuadrada, dejándonos espacio para ambos en una banca en uno de los costados.Pedí una copa de vino y les permití su recomendación.No sabía cuál sería el momento oportuno para comentarles el hecho de que la carne no era de mis placeres, el más grande, detalle importante pues la comida Turca tiene una fuerte base en tal proteína. Obviamente nunca lo dije, sonaría muy quejumbrosa si arruinaba el momento con una dieta tan exquisita. Así que me disfrute ese sabor a cordero crudo que jamás en mi vida (por decisión propia) prometo que volveré a comer. Pero, la compañía lo ameritaba.

Tuvimos una buena plática, por supuesto que todos aprovecharon a retomar el tema de nuestro futuro con Miyaz, y entre tantos temas, una bailarina de belly dance encantó a los comensales.Era imposible evitar el jugueteo de las miradas con sonrisas y uno que otro roce corporal de vez en cuando. Decidimos irnos caminando solos y él se ofreció a llevarme a mi hotel.Luego de todas las recomendaciones hechas por todos, caminamos recorriendo las calles del Atlanta. Lo sé, seguía siendo una ciudad insegura, pero estaba con él, y de alguna forma, eso hacía que obviara lo que pasaba alrededor. Me tenía congelada, y sumergida completamente en nuestra vaga conversación

Para el grupo, era el final de la noche, pero sin duda alguna, para nosotros empezaba. Fuimos a ver si había alguna fiesta a la que pudiéramos unirnos, y por buena fortuna, no fue así. Caminamos por una infinidad de calles, platicando de tantos temas como se nos venían a la mente.De nuestras familias, gustos, hobbies, historias, amigos.Nos adentramos a unos sótanos que no tuvieron salida y cuando por fin volvimos a las calles, recordando que estábamos en un viaje con fines parcialmente turísticos, nos subimos al Skyview de Atlanta.Es una rueda de la fortuna enorme. Y resulta que este varonil caballero le temía a las alturas, así que fue el perfecto rompe hielo mientras hacíamos la fila para subir.Se veía demasiado nervioso, sus manos sudaban y no dejaba de ver hacia arriba.Nos tomamos una fotografía como una pareja que está tomándose la foto del baile de promoción. Nos subimos y sus nervios lo atormentaban tanto que era incapaz de sostener una conversación.Se disculpó muchísimas veces y verdaderamente solo me causaba gracia la situación.Era demasiado tierno verlo.Cuando estábamos a punto de bajar, encerrados aún en la cabina, me dijo que estando allí podía pegarle pero no podría irme, así que se iba a arriesgar.Se acercó a mí y con el mayor atrevimiento, hizo que nuestros labios congeniaran, con ojos cerrados y todo el ambiente digno de un primer beso.Me sonreí, me sonroje y me recosté sobre su hombro por un segundo, como apenada por lo que había permitido que pasara. Sintiéndome como una patética adolescente de quince años, como quien no hubiera besado a una lista de partidos. La pena era conmigo misma.

Todo esto no tenía sentido. Andaba con un completo extraño en una ciudad desconocida, leyendo las letras plasmadas en monumentos, perdiéndome por los callejones, jugando con el agua de algunas fuentes, tomándonos fotos, riéndonos, viendo el cielo, sintiendo el ambiente, tocando texturas, caminando a la mitad de las calles, abrazándolo por veces, besándonos algunas otras. Parecía nada menos que la escena de una típica, trillada y tonta película extremadamente romántica.

Con el reloj en altas horas de la madrugada, me fue a dejar a la puerta del hotel, me dio un sencillo beso, y se fue. Me dejó con las ganas de repetir esa noche tantas veces como fuera posible. Entré al hotel y de no poder contenerme toda esa energía que tenía, le conté a la persona que estaba en la recepción y por no sé cuantos minutos no paraba de hablar. Por supuesto que al señor no le interesaba mi historia, pero solo sonrió y me dijo “good luck on that!”. Me encantó sentirme así de embobada. Esperé a recibir un mensaje sabiendo que había llegado bien, y nos fuimos a dormir.

Así pasaron un par de días, dejándonos llevar por lo que quisiera depararnos el destino, sin tocar temas incómodos que nos llevaran a traer realidad a estos momentos que vivíamos. Parecía que éramos dos aventureros de la vida, deteniéndose un instante con ganas de sentir algo real, pero a sabiendas que también tendría un final, al que por ahora no queríamos llegar.

Llegó al hotel y lo recibí en el Lobby.De entrada me dio un pequeño beso y nos abrazamos como solemos hacerlo, como nuestra ya rutina de dos días.Lo invité a pasar a mi habitación y me disculpé inmediatamente porque la limpieza aún no había llegado.Lo cual, me permite recordar que en realidad si había arreglado la habitación, escondido aquello que no debía ver y poniendo a la vista lo que pudiera significar algo interesante para su gusto.

Vimos por algunos momentos la computadora, el teléfono y alguno que otro brochure para decidir cuál sería el plan.Y el decidió que la primera parada sería un lugar en el que pudiera comprar un suéter, porque a pesar de estar a dieciocho grados y un sol que no parecería ocultarse, persistió con la idea de que lo necesitaría para la noche.

Caminamos entre edificios, gradas eléctricas y tiendas innecesarias por dos horas, aprovechando al menos, por supuesto, aquello momentos cortos para abrazarlo y darle un beso.Decidí pedir el servicio de Uber y hacer gracia el hecho de que yo me encargaría del transporte y el de la parte de ubicación, tomando en cuenta mi poca habilidad para desarrollar la segunda.

Al llegar Uber, nos recibió un colombiano muy amigable llamado Edgar.Miyaz, porque indirectamente lo dirigí, se subió a la parte trasera del vehículo de Edgar, y yo como copiloto.Le comentamos a este nuevo desconocido que nos habíamos separado cada quien de nuestros grupos, que allí nos habíamos conocido y que queríamos pasar un buen rato juntos y solos.Creo que en este momento caí en la cuenta que efectivamente lo que pretendíamos hacer era cualquier cosa que nos llevara a estar juntos, y lo demás en realidad no importaba. Entre la charla hablamos con Edgar a cerca de los lugares que tenía Atlanta, su diversidad, virtudes, defectos, aspectos positivos, otros no tantos y en fin, se concluyeron los veinte minutos necesarios para llegar al Stone Mountain.

Al bajarnos conversamos con Miyaz de lo agradable que había sido el viaje y lo lindo que se veían las villas de los al rededores.Lo abracé, el a mi y nos dimos un tierno y sencillo beso en los labios. Llegamos a un lugar que se veía un tanto desolado. Entramos a un pequeño museo en el que nos atendió Eledeen, una anciana y linda mujer de pelo blanco que de forma sonriente nos indicó que todas las atracciones, por ser lunes, se encontraban cerradas. Sin embargo, a la vez que lo señalaba en un mapa, nos comentó que podíamos subir la montaña caminando, bajar por el teleférico y al llegar abajo, por no tener carro, solicitar a una policía que nos llevara en su patrulla hacia la salida.

Creo que esta vibra positiva nos ayudó a ambos a no ver esto como algo malo ni una pérdida de tiempo, sino, al contrario, sin esperar nada, que se dejara venir una aventura.Al final yo solo sabía que estaba allí por decisión propia, y que independientemente de lo que sucediera, estaba a su lado y me moría por conocer el enigmático mundo de la personalidad del hombre que estaba haciendo que mi viaje girara por completo en torno a él.

Empezó la caminata.Stone Mountain es un atractivo turístico de Georgia, es una montaña de granito que tiene una elevación de 1,668 pies y se formó hace más de 300 millones de años. Al lado, tiene esculpido a los héroes Confederados que lucharon en la Guerra Civil de los Estados Unidos entre 1861 y 1865, Jefferson Davis, Robert E. Lee y Thomas Stonewall Jackson, y se encuentra rodeado de bosque y un ferrocarril, que por ser lunes, tampoco estaba en servicio. Traigo toda esta información porque teniéndola yo (por mi propia cuenta) jamás hubiera elegido este lugar para pasar un día entero. Sin duda alguna él la eligió y terminó siendo la mejor decisión. Ya entenderás por qué.

Él se veía apasionado por la aventura que estábamos teniendo, yo sólo quería sentarme en una piedra y que me abrazara, el pensar en todo lo que me faltaba por caminar, le quitaba el dejo de romántico a este evento. Sin embargo, todo este tiempo sirvió para mucho. Conocí a una de esas personas que le gusta amar en libertad, que sabe querer bonito, que tiene un corazón bondadoso y que se vende como un brabucón berrinchudo. Me topé con un hombre que aprecia el arte, y las habilidades de otras personas, que quisiera tener el tiempo y el dinero para descubrir cada rincón del mundo, y que está en busca de un cómplice para ello.Una persona que le teme a estar en un compromiso, por miedo a encontrarse a sí mismo, pero que cree fielmente en la felicidad de tener una familia y hacer un hogar como el de sus conservadores padres. Alguien que no se deja llevar por el consumismo, y que preferiría ante cualquier tecnología, levantarse a la luz del sol en un pequeño pueblo donde no llegue el sonido de un motor. Pasamos tantas horas a solas, sin ver gente, sin tener acceso a tecnología, sin medios de comunicación ni distracciones, un tiempo maravilloso en el que estábamos solos por completo que me permitió saber tantas cosas, que no me alcanzarían las palabras para contarlas, hablamos de tanto, tuvimos muchos momentos en silencio, nos dimos besos, nos cruzamos miradas, platicamos sin voz.

Nunca he sido del tipo de personas tan amantes a la naturaleza, y el contacto directo con los animales no es mi mejor forma de relacionarme.Nunca había tenido una cita o este tipo de encuentros acompañándome de tanto follaje natural. Aparentemente, a su lado los “nuncas” empiezan a adquirir realidad. Le advertí de estos puntos desde un inicio, pero le hice saber mi disposición, dejándole saber que confiaba en él y que podíamos hacer lo que quisiera.Conforme iba avanzando me iba enamorando más y más del momento, de lo que mis ojos estaban siendo capaces de admirar, del aroma tan puro que podía percibir, del aire fresco que se introducía en mis pulmones, de las historias que Miyaz me contaba, de las risas, de mis miedos hacia cualquier ruido o movimiento.Y cuando me di cuenta, estaba adentrada completamente a este mundo maravilloso, siendo una minúscula parte de la magnitud de la naturaleza, caminando entre los rieles de un tren antiguo, tomando fotos, riendo, sin percatarnos si quiera del tiempo, de la distancia, de la ubicación, de la temporalidad de esto, o de consecuencias que quién sabe si existieran.

Divagando entre las charlas y los sonidos de las hojas secas, encontramos un camino que se dividía en dos, empezamos a notar que tal vez nos habíamos salido un poco de la ruta y que el hombre que venía tras de nosotros podría ser un tanto sospechoso.Nos acogíamos a la idea de que siempre que viéramos carretera del otro lado, íbamos entonces por buen camino.¡Error! Seguimos avanzando unos cuantos metros y decidimos salir de los bosques e incluirnos en la carretera dónde se veían autos y un policía (que tal vez era al que se refería Eledeen). Nos acercamos a él y de forma parca nos explicó un poco nuestra ubicación y en efecto caímos en la cuenta que estábamos MUY alejados de lo que debía ser nuestro camino.Estábamos completamente perdidos, en una ciudad desconocida, sin comunicación alguna y ni la más remota idea de lo que debíamos hacer. Es gracioso recordar a dos pendejos sentados en una acera viéndose el uno al otro como tratando de esperar a que el asfalto nos diera la respuesta.

Como era de esperarse, no obtuvimos una respuesta del asfalto, pero si la lástima de un policía que en realidad era todo un cliché verlo, alto, grande, pelón, de ojos claros, vozarrón, uniforme nítido, una caja de donas en su auto y una panza enigmática. El policía ofreció llevarnos a la civilización, y por más extraño que parezca, nuestra preocupación más grande en realidad era el hambre que teníamos.Eran un poco más de las cinco de la tarde y entre tanta caminata obviamos el almuerzo.Lo aplazamos creyendo que terminaríamos comiendo comida deliciosa en algún lugar por allí.Sentados en la parte trasera de una patrulla, con rejillas y todo, pasamos a una estación de bomberos a preguntar por una recomendación culinaria.Por supuesto que lo que recibimos fueron las burlas de tres bomberos que salieron solamente para vernos y reírse de nuestra patética situación. No imagino lo que pudo haber pasado por sus mentes en ese momento, la realidad de las cosas es que teníamos algo en común, nunca habíamos estado en una patrulla de policía, mucho menos en un país extranjero, por supuesto, que este es otro nunca que nos encantó vivir juntos. El policía nos dejó en un restaurante/comedor en el que había una barra y el olor a grasa frita desde la entrada no podía evitarse.Por supuesto, necesitábamos un lugar un tanto más original; no podíamos tener una historia tan buena para terminar en un restaurante común.

Eran las cinco de la tarde, y mi estómago no sentía mariposas, era hambre, simplemente! Encontramos un pequeño lugar que a las afueras tenía una vitrina con unos postres sin buena pinta y un letrero colgado de la puerta que decía “abierto”. Totalmente desconfiados, pero en un pueblo desconocido, abrimos la puerta, para encontrarnos la maravillosa sorpresa que detrás de ella, había un pequeño restaurante de película, encerrado en los años sesenta, con las paredes repletas de papel tapiz de flores, una amable viejecita de cabello blanco tras el mostrador. Al fondo, el menú en una pizarra antigua y letreros vintage de Cocacola, y por supuesto, galletas con chispas de chocolate sobre el mostrador en un recipiente de vidrio. Se veía un pasillo a la derecha, lleno de cuanta cosa podría pasar en la imaginación de una persona.Creo que nunca había visto tantas cosas de tantos tipos en un mismo lugar.Una pared repleta de cuadros en distintos tamaños y formas, plumas, joyas, vestuarios, figuras en porcelana, muñecas en bronce, un ambiente tenue y una colección extensa de tanto.

Comimos una deliciosa merienda y sin cruzar palabra alguna, tuvimos una conversación de miradas y sonrisas, que lo dijeron todo, absolutamente todo.

Debíamos regresar y eso era seguro.Lo que no era seguro era nuestra ubicación alejada del mundo, pues por si no lo habían notado, seguíamos perdidos! celulares sin servicio ni batería, y la incógnita tan grande de dónde y cómo llegamos hasta allí.Encontramos una parada de bus que desconocíamos a dónde nos llevaría. Tomamos dos rutas de buses y al fin, un tren que parecía tener un destino conocido. Mientras íbamos en el tren, aproveché un par de ocasiones para verlo de perfil y admirar un tanto más su físico. Había sido un día maravilloso, lo que empezó sin siquiera un plan, terminó como todo un día perfecto, al que no lo cambiaría ni siquiera, un solo minuto.

Tenía tantas cosas que decirle, pero pensé que mis palabras podrían opacar el maravilloso silencio que había entre nosotros.Me recosté en su hombro y tal vez dormí algunos minutos, despreocupada por completo de mí por un momento.

Es el tipo de personas que te hacen recordar que siempre debes permitirte a ti mismo sorprenderte, que te hace traer a tu memoria tu verdadera esencia, y con quién puedes compartir esos pensamientos que consideras nadie más tiene. Es el tipo de personas que ejemplifica esas trilladas frases de «carpe diem», «vive hoy» y «déjate llevar»… Cuando menos lo esperas la vida toma el rumbo que desea, el universo conspira, los planetas se alinean, los momentos coinciden y los actos suceden.

Luego de una de esas preguntas comunes a una conversación de recién conocidos respecto a la música, me encontré platicando con un trovador, romántico y atrevido, amante de los Beatles y al extremo un fiestero que gusta de la compañía de sus amigos y valorar el talento nato de algún grupillo que no provoque más que simple nostalgia al recuerdo o algún tipo de apego a su nacionalidad.

Estuvimos platicando de temas variados y aún con temor a su respuesta, o sabiendas que podía inclusive no tener una, le dije lo muy feliz que estaba de haberlo conocido y la nostalgia que me daba el pensar en despedirme. Un sencillo «a mi también» me basto para comprender y recordar que el me sorprende y que no puedo intentar si quiera asumir lo que piensa, o descifrar por instinto lo que oculta. Se sale por completo del perfil común a los hombres con quién he compartido y descubrir ese misterio es parte de su atractivo.

Sentados en un sillón en el M4 del hotel, y la broma de ser una latina y un terrorista vagabundos merodeando por ese tan lujoso lugar, me acerque un poco más a el y le di un beso, me disculpe por hacerlo, excusándome en las ganas que tuve todo el día de hacerlo. Sólo sonrió. El no tiene idea tal vez, que mientras su cansancio le ganaba y cerraba sus ojos luchando por mantenerse despierto, yo aprovechaba para verlo detenidamente, grabando en mi mente cada uno de sus detalles físicos, sonriendo a medio lado y jugando con su cabello. Le sugerí que fuéramos a dormir, a pesar de querer hacer eterno ese momento. Subimos abrazados por el elevador, caminamos por el pasillo, nos besamos, nos abrazamos fuerte y nuevamente, antes que cualquier sentimiento de tristeza pudiera invadirme, pensé en lo maravilloso de ese momento, y con una sonrisa extendida por completo en mi rostro, me volví a mi habitación, sin tener una pizca de ganas de ocultar mi felicidad, pensando en el hasta muy altas horas de la madrugada.

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Al día siguiente, parecía que simplemente no tendríamos la suerte de estar juntos a solas. Nuestros planes no convergían en ningún momento y debíamos atender a las personas con quiénes íbamos, pues por si ustedes no lo recordaban tampoco, este era un viaje de trabajo. Sin embargo, como era de esperarse, hicimos que nuestras agendas coincidieran, y a escondidas de todos, nos robábamos algunos besos, nos apartábamos para abrazarnos y nos sonreíamos de lejos,

Haré una pausa para aclarar algo, son muy pocos días y se pensará que esto es una historia romántica inventada en mi cabeza. La verdad de las cosas es que ya he pasado por varios sucesos en la vida que me han dejado claro que enamorarse no es algo tan sencillo como atarse el zapato, que las películas románticas no se replican en la vida y que las maravillosas historias de amor a primera vista, se terminan en la segunda. Claramente no estamos hablando que el hombre me haya enamorado, no niego con esto, ser una romántica empedernida y que he esperado la vida entera por tener una historia que me sorprenda a mí misma, y como él, no deja de sorprenderme la bola de sentimientos y emociones sube y baja que ha provocado en mí.

Tratare de describirlo para que el lector tenga al menos el placer de imaginarlo, pero advierto que es mucho más de a donde su imaginación podría llevarlo. Un hombre delgado de 1.84 metros de alto, la tez morena clara, como un café a un buen tueste ligero y una barba robusta de corte pequeño que cubre su mentón y contornea su boca a la perfección. Una nariz pronunciada con rasgos de medio este que lo hace ver completamente interesante. Una sonrisa jamás expresiva, que apenas permite ver sus blancos dientes pero que pasa a ser innecesario al tener de frente dos labios perfectamente delineados y del tamaño adecuado. El color oscuro que todo hombre trabajador lleva consigo se pintan bajo sus ojos y las cejas pronunciadas le hacen sombra a las esferas color miel que combinan de forma perfecta con su suave cabello, el cual descubre con un peinado conservador de caballero. Camina como dando tiempo a la vida para que autorice sus movimientos, de hombros caídos y manos a los lados, empuñándolas en tanto. De aspecto tímido y recatado, y en el viento deja desvanecer un vozarrón masculino con acento de tico bien marcado. Frunce el ceño al poner atención y deja a su cuerpo irse hacia atrás cuando ríe. Ve de reojo al hablar con sarcasmo y sonríe de lado mientras pilla a su víctima. Usa el pantalón bajo las caderas y las camisas se esfuerzan por estar dentro. Simula la figura al portar un saco y constantemente pasa su mano en la pequeña pancita que no muestra más que los años lo han hecho pasar ya los 25.

El día que teníamos que despedirnos, pude darme cuenta que teníamos algo en común, que en realidad no queríamos decirnos adiós y nos comportamos de forma tan natural como a quien no le importara lo que estaba a punto de suceder.Amaneció en otra habitación del hotel donde yo estaba, por casualidades del destino.

Me ayudó a subir mis maletas al carro que me llevaría al aeropuerto, pues mi vuelo salía algunas horas antes, tuvimos el momento perfecto para hablar, para decir lo correcto, pero él simplemente prefirió callar. Ocultarse en lo que él llamaba inestabilidad emocional, yo le llamaba cobardía. Me quedé con ese sentimiento de ser malagradecida con la vida, como aquellos a quienes nos han puesto una oportunidad de frente, y por falta de valor, la hemos despreciado.

«Que cada día encuentre algo que lo sorprenda!» Según el Feng Shui, existe este mito que portar en la billetera un billete de la menor denominación de otro país, atrae la suerte y la prosperidad. Coloque en su bolsillo un billete de mi país antes de subir al carro, en el cual al borde, con tinta negra le escribí la frase que mencione al inicio de este párrafo. No puedo por hoy, tener más que esos deseos para él, porque se que eso es lo importante y sobre todo, lo que lo hace más feliz. De todo corazón hoy deseo que esas sonrisas sinceras y esa cara de asombro que compartió un día conmigo, le perduren para siempre, porque el más que nadie, a pesar de su cobardía, merece ser feliz.

No te decepciones lector, volvimos a vernos…

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