Dama de la Luna Oscura

Era hija de la luna y con esto aceptamos que era bella, pero como todos los hijos siempre se encuentra un diferente y ella era este, todas mostraban su alma blanca como la luz que les había dado vida y tonos rosados para acentuar su blancura y belleza; pero su alma era gris, ni blanco ni negro, expulsada de los labios de Dios, veía a todas enamorarse de los viajantes y no volver; ella se acercó dos o tres veces a estos viajeros, pero no entendía que podrían darle para que quisiera irse de ese lugar donde la luna le cantaba al oído por las noches y las rosas la cubrían en manto de tallos y espinas que no le hacían daño para poder dormir arropada por pétalos blancos, se sentía parte de ellas dentro de ese lugar y solo pensaba que al ser ella diferente su viajante tal vez no había sido hecho, tal vez ese Dios se lo tragó olvidando que debía vomitarlo para ella.

Fue una tarde, que lo vio, era para ella, su alma le gritaba que debía ser el, que su corazón no había latido así por nadie y las rosas le susurraban – síguelo…- , pero recordó que era gris y él se veía como todos los viajeros que se habían llevado a sus hermanas, pero ella no era como sus hermanas. Así que le lloro a la luna por 7 noches que le ayudará, que le permitiera ser como sus hermanas para poder conocerle, la luna no entendía su pedido y el primer día solo la escucho con una sonrisa maternal, pensando que ella se daría cuenta que eso no sería suficiente, pero para el séptimo día cuando los ojos y labios rosados ya tenían un color rojo y estaban demasiado hinchados la luna aceptó, le regalo una piel nueva con una parte de ella, la hizo blanca, brillante, tal vez más que a sus hermanas y con esta nueva piel que relucía hasta en la más oscura noche, ella se acerco.

Se perdió en sus ojos cafés, desde el primer momento y no pudo dejarlos, lo miraba fijamente mientras el contaba su vida, sus sueños y los deseos que a veces entre dientes la incluían y luego el viento los dejaba ir. Su sonrisa le abría los ojos a una vida que ya dentro de sus rosas no veía, el abrazo de las espinas le incomodaban y su risa hacía el día aun más brillante todavía, lo esperaba sentada en el mismo lugar, día tras día, bailaba con las aves cuando no lo veía, le sonreía a el sol esperando lo mandara hoy.

Un día escucho esa risa que hacia estremecer su piel acompañado de otra risa, de otra chica, se dejo caer en el lugar que estaba, sentándose sobre los tallos y las espinas de sus rosas, que sin saber que hacer frente a un corazón que se detuvo, la abrazaron y rodearon con más fuerza que nunca, ella no podía entender cómo podía esa risa ser para otra también, si siempre tuvo ella solo una risa para él, las rosas desesperadas apretaban su piel con los tallos y espinas que rasgaban su nueva piel y por fin recordó haber oído antes ambas risas, no sabía cómo era posible que lo hubiera olvidado si estas risas son magia que acaricia los oídos; pero a ella le duele, le presiona el pecho y las rosas no pueden calmarla.

El estaba en las tardes con esa otra mujer, escondidos en ese lugar, en el que ella hace tiempo sin querer los descubrió; por las noches llegaba él a su campo de rosas y espinas, con promesas de amor verdadero, con escusas de por qué la noche siempre lo alcanzaba en su atareado día y sus deseos de poder verla antes; ella sonreía y asentía, engañándose a sí misma para poder tragarse sus mentiras; las rosas que ya lo habían visto todo lo lastimaban con sus espinas, nuestra Dama molesta las arrancaba cuando lo hacían; el no podría mentir, su palabra es lo único que tenia y se la ofreció sin miramientos, -¿por qué debía ella dudar? Nadie es capaz de enredar a alguien con palabras de amor vacías – se decía – No son posibles tantas falacias en un romance que se siente de otras vidas.-

Cuando estaba con él se llenaba de su afecto, se sentía única hasta que lo notaba mirando de reojo cuando parecía ver movimientos, era ese instante que destruía todo lo que ella sola realmente armaba, – tú no te cuidas de quien pudiera verlos – le susurraban sus rosas, ella bajaba la cabeza, lloraba un poco y esperaba llegará su luna para que él tuviera tiempo de amarla, él la hizo sonreír mil y una veces, ella las conto todas; pero cuando estaban separados, notaba el vano ofrecimiento que la hacía feliz, descubría que a pesar de que él le había dicho ser única, siempre había un esa otra; cuando ella hablaba desde el corazón y lo envolvía con verdades de un amor para ellos, el rostro de este viajante se mostraba inexpresivo, sus evasivas frases se hacían presentes, pero las compensaba después con alguna fantasía de esas fáciles, que corrían por sus labios sin dolerle la conciencia, sin medir la destrucción que dejarían a su paso.Las rosas eran cada vez más grandes, crecían para proteger a su pequeña de la inclemencia que se avecinaba con cada noche que ella con inocencia le regalaba.

Y esa noche él no llego a ella, mientras lloraba alrededor de sus hermosas rosas que la acariciaban con delicadeza la Luna bajo en forma de una Dama idéntica a ella, con ese color gris que un día ella cubrió para ser perfecta para él, la luna se agacho y beso su frente – yo no le miento, el tampoco podría estarlo haciendo – dijo la pequeña sollozando, la Luna le cubrió los ojos – ¿puedes ver? – Preguntó, ella negó con la cabeza – ¿Y por qué no ves, crees que los demás no pueden verte?- con esta última pregunta la luna bajo sus manos del rostro de nuestra niña y arranco los retazos de piel blanca que quedaban en su cuerpo, volvió a sonreírle maternalmente, como aquella noche que le cumplió su capricho y volvió al cielo, sin despedirse, dejándola a ella con sus rosas, sus espinas y los ojos rojos e hinchados nuevamente.

Sabía exactamente lo que le diría sobre su nueva piel, cuando lo viera, más mentiras de esas que la mantenían con él, pero ella era diferente y sus rosas, sus espinas más fuertes, así que se vistió con ellas, se despidió de su luna entregándole esa sonrisa que un día fue de él y salió de ese lugar donde la luna ya no le cantaría al oído, donde rosas nuevas con espinas nacerían para otras Damas y donde otros viajantes se las llevarían con o sin mentiras, les deseaba fuesen verdades para ellas.

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