Traté de que no me afectaran aquellos mágicos besos tuyos,

pero me calaron tan hondo que jamás podré olvidarlos;

Quise cerrar las puertas de mi corazón a la nueva fragancia que recibía,

pero quedé tan empapado de ella que aún sigue pegada a mi piel;

Fingí no haber sentido el inevitable cosquilleo que deja el aviso del amor,

pero se me notaba hasta en el alma;

Procuré poner distancia entre nosotros,

pero me sentí un imbécil;

Decidí olvidar los momentos que vivimos entregados entre sábanas,

pero fueron esfuerzos vanos;

Menosprecié tu sonrisa, tu mirada, tu inocencia…

pero herí mis propios sentimientos;

Apacigüé mis ganas de sentirte cerca,

pero me sentí desgraciado;

Intenté esquivar la flecha de un asombrado Cupido,

pero ese arquero es infalible;

Acepté ser un hombre que no se enamora fácilmente,

pero sabía que me equivocaba;

Opté por no darle alas a mis deseos,

pero nadé en el vacío;

Intenté escapar de tu atractivo, de tu amor, de la fresca presencia que me ofrecías,

pero estaba a tu merced.

Y, ¿para qué negarlo?

¿Por qué resistirse a lo evidente?

A veces pienso que frené mi libre albedrío,

que lastré innecesariamente mis impulsos,

que tuve que haberme dejado llevar por mi instinto

y desechar erróneas objeciones

Porque , ¿qué hay más maravilloso que el amor?


Serafín Cruz’19


*Derechos de autor reservados.


URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS