Ya son las cinco de la tarde. ¡Bien! Media horita más y me voy por donde he venido.

No sé muy bien qué hacer ya, tengo el trabajo terminado, los mails contestados, las llamadas hechas, las cuentas claras, el chocolate espeso. Chocolate… qué ganas de dulce, por dios. No hay nada ya, la becaria se lo comió todo la semana pasada. Hay que ver lo que comía y lo flaca que estaba la jodía. Voy a hacerme un té. Pero no quiero más teína, y no quiero acabarle a Nerea su roiboos, a ver qué hay por aquí… Té verde. Pues vamos allá, a ver qué sale.

El té verde sabe a caldo de pescado, qué asco, no sé cómo la gente puede beber esto. Qué fracaso, sigo teniendo ganas de dulce, la boca me sabe a pescado y son las… ¡¡¡cinco y cuatro minutos!!! No puede ser, ¿cómo va a ser?, ¿solo han pasado cuatro minutos?

Voy al servicio, a ver si cuando vuelva son por lo menos y diez. No sé por qué en todos los servicios de todos los trabajos que he tenido nunca hay agua caliente en el grifo. Te lavas las manos y te quedas congelada el resto del día. Qué gasto de papel mas tonto esto de las servilletas desechables para secarse, venga a destrozar bosques y luego anuncios de que si reciclas eres bueno y si no eres malísimo.

¡Genial! Son las cinco y once. Misión cumplida. Diecinueve minutos mas. Diecinueve, joder, cuantos minutos. A ver qué pasa en facebook. Nada de nada, la gente a esta hora está trabajando. O esperando a que pase media hora, como yo. Si esta mujer saliera un rato podría llamar a Juan, a ver qué hace. Pero no, ahí está patitas encima de la mesa, no se caerá un día de estos y nos dará un par de días de descanso… Ay no, pobre. ¿Pobre? No, si me arrepiento de cosas así es por el karma, no porque me dé pena. ¿No?

Quiero chocolate. Cuando llegue a casa cogeré una tableta. Tener una jefa mexicana te hace replantearte esto de la gramática. Coger. Ya no lo digo tranquila, ni lo escribo tranquila. Manda huevos. Aquí es lo que es y si allí es otra cosa es su problema, ¿no?

Las cinco y cuarto. Recuerdo una vez que escribí una nota a mi madre que ponía vuelvo a las diez y quarto. A mí me sonaba perfectamente y mi hermano se rió mucho de mí. —»No sabes ni escribir» me dijo el muy capullo. A mí me sigue pareciendo un acierto escribir quarto con q, ¿por qué Juan Ramón Jiménez podía pasar de las ges y yo no puedo usar la q para escribir quarto? La q de queso, la q de quarto. Quiero chocolate.

¡Eh! Las cinco y veinte. Sí señora, aquí ya está todo el trigo vendido. Diez minutitos de nada y a casita Manolo, que tiran cohetes. Mira que me gustan los latiguillos que suelta mi madre cada dos por tres. Cuando era pequeña me enfermaban, me preguntaba por qué tenía que acabar cada frase con una tontería, con una cancioncita. Si alguien menciona la palabra esperanza, ella canta «Esperanza, Esperanza… solo sabe bailar el cha-cha-cha». Ahora lo hago también, igual no en voz alta, pero lo hago. La echo de menos.

Voy al servicio otra vez, que yo creo creo que en lo que hago un pis y me lavo las manos se van estos cinco minutos que faltan.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS