Se encontraban la vida tan distante de la muerte, pero el amor que se tenían era abrasador. La vida era cálida y alegre, la muerte era sombría y triste, pero aun así se amaban con locura. Vida vivía en un campo soleado lleno de flores, margaritas, lavanda, y rosales, abundan los animales más preciosos y enigmáticos; en cambio la muerte vivía en un campo oscuro pero igualmente hermoso, un campo tapizado con cempaxúchitl, gobernado por la luz de la luna.

En muestra de su amor, la vida periódicamente le hacía presentes a la muerte: tomaba a una de sus criaturas más bellas y se la mandaba a la muerte como ofrenda de su amor; la criatura caminaba por toda la brecha existente entre estas dos amantes enamoradas, al final del camino la muerte sin excepción recibía el presente que la vida le había otorgado.

Y es así que nos encontramos nosotros caminando este sendero, dirigiéndonos con la muerte, y es así que vivimos y trascendemos en nombre del amor.

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