MIS LECTURAS: DIARIO DE UNA MAESTRA

MIS LECTURAS: DIARIO DE UNA MAESTRA

Dolores Medio, escritora asturiana, relata en Diario de una Maestra una más de las incontables vidas truncadas por una guerra. Las contiendas civiles te pueden perdonar la vida, pero muy raro será que te indulten la existencia del día a día. Ella misma es un ejemplo, a través de Irene Gal, trasunto de su persona, en la historia que recoge este libro cronológicamente extendido entre la preguerra, la guerra y la posguerra. Cada una de las partes es el devenir de una maestra y su vocación férrea por la docencia; primero, en las escuelas rurales; y luego, en una elevación bien entrenada, hacia la universidad.

Irene (Dolores Medio) acepta sin pestañear el duro entrenamiento, aleccionado por Máximo Saénz, mentor y enamorado de la protagonista. Él es una autoridad docente en la Universidad de Oviedo, profesor de filosofía, imbuido de ideas izquierdistas en tiempos de alto riesgo para cualquier militancia; por eso, es consciente que la polarización ideológica de España la va a sumir en la guerra fratricida que se prepara, lo que empeora la situación, porque ya se sabe que en situaciones límite, la moderación es mercancía peligrosa.Máximo es pura coherencia con su pensamiento. Defiende sin fisuras una enseñanza progresista que acabe en un par de generaciones con los retrasos atávicos del país. Menuda pica en Flandes. Ese ideario se personaliza en Irene, atractiva joven en el umbral final de la adolescencia, que se adueña del corazón del veterano profesor.Razón y corazón caminan de la mano en este tutelaje; y ambos sueñan con un futuro hecho a su medida que la guerra, y lo peor, la posguerra, harán añicos.

Máximo tiene escasa presencia física en la novela, pero es el leitmotiv de la historia narrada a modo de diario, como destaca el título, pero con largos saltos temporales. Su amado cae prisionero. Es condenado a muerte y finalmente indultado. Pero habrán de pasar once largos años desde el cautivo y desarmado…

Irene es el fiel retrato de una mujer indómita a la búsqueda incesante de su destino en la enseñanza – y mucho más -como piedra de toque y evaluación de una vida posterior junto a Máximo. No lo dice, pero lo sugiere, esa fase de su biografía, parece necesitar una preparación especial en la España nueva que termina oliendo a rancia, más rancia que nunca.

En la labor docente se marca retos con los personajes más difíciles y atribulados delentorno. Un chaval inadaptado termina rindiéndose a su dulce pedagogía. Timoteo, el susodicho, muere en el conflicto cuando intenta defender al cura, que intenta apresar una partida de milicianos, entre ellos La Loba, mujer que también confrontará , terminado el conflicto (que no las hostilidades), con Irene, y con la que llegará a entenderse en el imposible lenguaje, por aquel entonces, de la comprensión entre dispares.

Irene deambula entre la miseria y la pobreza durante la guerra. La ciencia infusa es la propia supervivencia y la de su adorado Máximo, de penal en penal casi quince años. La protagonista no deja permeabilizar el rencor; primero, porque acepta que es una emoción dañina en la ímproba tarea de sobrevivir; segundo, porque la utopía Máximo, aunque inalcanzable, es un pensamiento sin tregua, un alcanzar la meta de la felicidad, y eso se antepone a toda consideración.

Y, sin embargo, esta mujer llega a dudar de sus sentimientos, tras la irrupción en su vida de Bernardo Vega, indiano, hombre de acción directa en dichos y hechos, que le propone un matrimonio práctico, de los asentados en la seguridad económica y el reconocimiento social, por encima del imperio de las pasiones. Irene admite la admiración por el hombre, incluso abre la puerta a la duda del amor disfrazado de despreocupaciones materiales. Cae en la cuenta, eso no es amor, pues Máximo, mejor, su sombra, es una muy alargada silueta, capaz de invadir sin resquicios los sentimientos de Irene.

Terminada la guerra, vuelve a la aldea donde impartió enseñanza a niños de estrecho futuro. Llega rehabilitada. Las suspicacias anteriores han mudado a certezas sobre la valía de esta mujer. Está perfectamente integrada y, al mismo tiempo, resignada, a que el sueño del profesorado universitario fue víctima mortal de la guerra dejada atrás, aunque siguiera latente por los cauces ocultos de otros frentes fantasmagóricos.

La nueva etapa de Irene deja incólume el recuerdo de Máximo: el de un mañana que tendrá que ser con él, sin ambages. Se hace con un terreno, un minifundio propio para montar la granja que hará de nido de amor para la pareja. Imparte docencia de acuerdo con su ideario pedagógico, y es mujer respetada y admirada por los habitantes del lugar.

Irene conserva la virtud de que sigue habitando en ella un espíritu infantil que, ni siquiera la guerra, ha domeñado. Solo así puede explicarse que la liberación de Máximo sugiera un reencuentro entre adolescentes que se quieren con generosidad inaudita, pero cuyo entusiasmo está ajado por la razón destructiva de los traumas del conflicto. No hay planes B a los desengaños por destrozos originados en el óxido del tiempo o la catástrofe social de las guerras civiles.

Máximo ha pasado del ideal a la realidad. Es un hombre viejo, azotado por las penurias físicas y espirituales. No está ya para idílicas vidas de campo. Su futuro con Irene parece ejecutado en el paredón de la conformidad pragmática que deposita el sufrimiento padecido. ¿Es un cínico? No; o sí, quién sabe, ¿Puede ser alguien capaz deinterpretar los códigos insondables de un alma atormentada? Irene lucha, no se rinde, y cuando lo hace es con el reconocimiento de un agotamiento, no de una derrota. Deja entreabiertas las puertas a todo lo que pueda quedar de misterioso en una vida por delante*.

*Dolores Medio se abrió camino en Madrid con la literatura como soporte vital. Ganó los premios Concha Espina(1945), por su relato Nina; Nadal, por Nosotros, los Rivero, (1952); y el Sésamo; con el cuento Andrés. Murió en su Oviedo natal en 1996, el mismo día que cumplía 85 años.

ÁNGEL ALONSO

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