BARRO
Hundo mis manos
en la húmeda arcilla,
y el contacto del «barro santo»
con las yemas de mis dedos,
hace que entorne mis ojos
y mi mente vuele libremente
-cual majestuosa ave migratoria-
en pos de cálidos y bellos parajes.
Y, de forma incosciente
mis manos toman vida propia,
moldeando tu figura en el tibio barro
con la misma facilidad y ternura
que, el buen artesano ceramista
da vida y forma
a sus frágiles criaturas.
Y, sustituyo el rústico horno de adobe
por el calor de mi pecho enamorado,
y, cual brisa marina de primavera
soplo tu rostro hermoso,
esperando tu despertar
como ese chiquillo ansioso,
que observa tras el cristal
su más ansiado tesoro.
Y, tras despertar…
la comisura de tus labios
yo, he de besar.
Al abismo de tus ojos
me he de asomar.
La tersura de tu piel
he de sentir.
Y olvidándome del mundo
¡loco de amor!
me perderé junto a ti.
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