Caras bonitas y corazones rotos

Caras bonitas y corazones rotos

Anacleto.

02/03/2019

Eran horas de almuerzo y el estómago me acosaba por aquello, rebusque en mis bolsillos y encontré un par de billetes arrugados, echo puño y algunas monedas, las conté y había justo lo necesario para un almuerzo decente, no lo dude y me dirigí a un restaurante cercano que estaba ubicado en la parte suntuosa de la ciudad, al lado estaba ubicado el centro comercial California y justo al frente pasaba la avenida Panamericana, era un sector universitario y pasaban muchos estudiantes, jóvenes con caras limpias y bonitas; subían y bajaban abecés con sus novias, abecés con sus novios, en fin, disfrutando lo bonitos que eran y el logotipo ideal que representaban ante la sociedad con sus lindos rostros y sus cuerpos perfumados. entre al restaurante con indecencia, con la vulgaridad que me caracteriza, sin embargo, casi nadie presto atención, todos estaban en lo suyo, mordisqueando sus platillos con delicadeza inigualable, decidí sentarme en una esquina que daba vista tanto al centro comercial como a la avenida, me sentía expectativa frente a la película aburrida y refinada que se desplegaba frente a mis ojos en el sitio aquel; el mesero se acercó con aires desconfiados, como olfateando mi extraña naturaleza, ordene el almuerzo del día, lo más económico que había y justo lo necesario para dejar mi barriga llena y mis bolsillos básicos, mientras llega el pedido me entraron ganas de cargar, así que fui al baño, era uno amplio y! limpio! Con todo lo necesario para defecar a comodidad, entre e hice lo mío sin mayor percance, cabe resaltar que en el baño de al lado, se encontraba un tipo que telefoneaba a quien sabe quién, y empezaron a alterarse y gritaba cosas de negocios, su voz era clara y tenía un acento venezolano, la discusión llegó a tal punto de gritarle, ¡calla tu maldita boca y déjame cagar tranquilo¡, el hombre me empezó a insultar con igual ligereza mientras yo me limpiaba el trasero, al final yo salí y el tipo seguía hay en su tónica escandalosa, hacía que le metí unas dos patadas en su puerta y él se levantó y trató de subirse los pantalones lo más rápido que puedo, cuando salió con mirada buscona y desafiante yo ya estaba en mi mesa mirando melancólico la sopa de espaguetis que me habían servido, en ese momento me percate que en la mesa lateral a la mía, estaba sentado un joven de unos 23 años, estaba bien vestido, llevaba zapatos y chaqueta de cuero del mismo color miel, tenía un barba castaña clara emergiendo delicadamente con su lisa piel, el cabello sedoso a juego con su barba, y unos ojos claro de un verde casi muerto, se lo mira a fatigado y nervioso, se fregada las manos contra los bolsillo del pantalón, y comenzaba a transpirar, después de un rato de cérvido el plato fuerte llegó a su mesa un rubia perfecta, de ojos claros igual que él, un cuerpo meticulosamente trabajado en compañía de una sonrisa encantadora, empezaron a charlar y yo seguí con lo mío, el plato tenía buena pinta, un filete de cerdo ahumado cubría la mitad del plato, la otra parte estaba cubierta por una encelada con un montón de hiervas que no sabría describir, pero el caso es que estaba buena, todo esto acompañado de patatas a la francesa con salsa de ajonjolí, y para bajar el exquisito entrevero un basó de fresca limonada, que más se le podía pedir a la vida?, en esos momentos me sentía infinito, pleno, solo existía yo y la comida, el mundo exterior con sus problemas se sucumbía por completo, cuando iba en buenas con mi plato un tono de voz agudo se elevó en el ambiente, era el joven de al frente que al parecer estaba a punto de armar una discusión, la pareja perfecta comenzaba a alegar hasta que el muchacho de un manotón tiro una cajita negra que estaba en el centro de su mesa, la caja al caer se partió y por el suelo rodo un anillo brillante, choco con mis zapatos y paro, no le preste atención y seguí atento a la disputa, el muchacho se mira muy alterado y ella no hacía más que pedirle que se calmara, todas las miradas rondaban en torno a ellos, al final, ella le dijo“ya no puedo más ” “nunca me casaría con alguien como tú”, después se levantó y el la tomo con fuerza del brazo ella lo empujó y se salió con la cara ruborizada por aquella escena que avía acabado de pasar. Los platos de los dos estaban recién servidos y un leve vapor se desprendían de ellos, el joven se quedó anonadado por un momento con los codos apoyados en la mesa y las manos puesta sobre las sienes, empezó a llorar muy despacio sin hacer ruido mientras yo contemplaba como recorrían las gotas cristalinas sobre su rostro e iban a parar al plato, después el joven comenzó a comer así de la nada, como si el apetito se le hubiera despertado de súbito pese a todo; todo parecía normalizarse, así que me disponía a levantarme cuando mire por última vez al muchacho y algo llamó mi atención, tenía el brazo tendido sobre la mesa y lo miraba con mucha rabia, con la otra empuño el cubierto y empezó a herir su brazo con furia inexplicable, la gente de alarmó y un niño gordo de cara redonda y ojos pequeños comenzó a llorar y a gritar de una forma escandalosa al parecer no toleraba la sangre que baja con prisa de su brazo y se esparcía por la sopa, el arroz, los asientos y el piso; seguridad no tardó en llegar, tomaron al joven por la fuerza, les costó mucho trabajo el muchacho era grande y de buenos brazos y mientras trataban de controlarlo manchaba todo con su sangre, finalmente lo boquerón y llamaron una ambulancia yo me quedé esperando hasta que llegaron los paramédicos el ruido que desprendía de la sirena era sofocante no lo podía soportar hasta que al fin se lo llevaron, estaba todo pálido a punto de perder la conciencia, pero de seguro lo alcanzaron a salvar y dentro de un mes estaría en condiciones para pedir matrimonio nuevamente, al final la gente empezó a salir por montones la escenita llena de sangre había significado algo perturbador para ellos, en sierra forma lo era, solo que como dije al principio mi naturaleza es extraña, finalmente me levante y recogí el anillo que estaba junto a mí, pocos lo notaron pues el lugar aún seguía alterado, salí con toda la tranquilidad como si no me estuviera sumergiendo nuevamente a la oleada de la gente, mire por última vez el restaurante y la avenida, saqué de mi bolsillo e inspeccione el anillo, era de una finura incomparable, después me marche con la esperanza de encontrar más tíos de caras bonitas y corazones rotos.

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