Que ocurre, señor Blanc

Que ocurre, señor Blanc

Julieta Paz

28/02/2019

Al señor Blanc le gusta que lo llamen por su apellido, sus dos nombres parecen ser la fehaciente prueba del desdén de sus padres.
Le gusta fumar mirando por una amplia ventana. A veces le parece chocante el contraste entre el verde jardín que tiene en frente y ese humo gris que emana de él.
Entrecierra los ojos y piensa que ese cigarro es como él; Gris, abrasivo, y carcome almas.
Después piensa en el producto de su tormento con Evelia; María, a quien no comprende.
Han pasado años desde que el último golpe de deshumanización lo tomo por sorpresa, reemplazando su afición por la escultura, por una proporción considerable de botellas vacías y diarios secretos de Evelia.
Evelia enumeraba las razones por las cuales amaba a un tal Leonardo, y las razones por las cuales ese amor no era tan valioso como para entregar su estabilidad y el último cacho de cordura que le quedaba. Evelia consideraba que el tóxico cigarrillo de Blanc era mejor que una cajita de incertidumbre con cubierta de chocolate.
Blanc soplaba su resentimiento sobre el jardín de María, que miraba de vez en cuando a la ventana de su padre, topándose con su mirada esquiva. Él no parece dueño de ese lugar.
Parece un intruso.
Maria a veces pensaba invitarlo a ver las violetas, pero ambos sabia… Las flores y ella necesitaban algo más. Las pobres violetas morirían, tal como lo hizo Evelia.

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