Felipe Traum

Felipe Traum

Andrew

20/02/2019

—Es el joven forastero del que tanto hemos oído hablar y al que no hemos podido poner la vista encima, porque casi siempre está fuera. —¡Válgame Dios, querida, y qué hermoso es! ¿Cómo se llama? —Felipe Traum. —¡Qué bien le sienta ese apellido! —téngase en cuenta que Traum significa soñar— ¿En qué se ocupa?…

…Yo caí dormido aquella noche, a los sones de una música agradable: el tamborileo de la lluvia en los cristales de la ventana y el apagado retumbo de los truenos lejanos. Muy avanzada la noche, llegó Satanás, me despertó y me dijo: —Acompáñame. ¿Dónde quieres que vayamos? —A cualquier parte, con tal de estar contigo. Se produjo entonces un vivísimo resplandor solar y me dijo: —Esa es China. Aquello fue para mí una gran sorpresa, produciéndome una especie de borrachera de vanidad y de alegría al pensar que había ido tan lejos, muchísimo más lejos que ninguna otra persona de nuestra aldea, sin exceptuar a Bartel Sperling, que tan engreído estaba con sus viajes. Huroneamos por aquel imperio durante más de media hora y vimos el conjunto del mismo. Los espectáculos que presenciamos fueron maravillosos; unos eran bellos y otros demasiado horribles de recordar. Por ejemplo… Pero más adelante podré entrar a contarlo, y también contaré por qué razón eligió Satanás a China para esta excursión, en lugar de cualquier otro lugar; si ahora lo hiciese, interrumpiría con ello mi relato. Dejamos, por último, de revolotear y nos posamos en tierra. Nos posamos en una montaña desde la que se dominaba el inmenso panorama de una cordillera, de pasos, valles, llanuras y ríos, con ciudades y aldeas que dormitaban a la luz del sol, y allá en el extremo límite, una pincelada de mar azul. Era un cuadro sereno y ensoñador, hermoso a los ojos y descansado para el espíritu. Si todos nosotros tuviésemos la posibilidad de realizar un cambio como aquél siempre que lo deseamos, el mundo resultaría un lugar en que la vida sería mucho más fácil, porque el cambio de escenario es como un descargar el peso del alma trasladándolo al otro hombro, y con ello se destierra al mismo tiempo la vieja y abrumadora fatiga del espíritu y del cuerpo.

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