Es precioso, ¿no? Me encuentro rodeado de millones de estrellas. Siempre me han encantado, de pequeño soñaba con visitar otros mundos, pisar lugares que ninguna otra persona haya pisado, fundar colonias más allá de nuestro planeta, viajar a otras galaxias y buscar vida alienígena por todo el espacio, a lo largo de todos aquellos mundos ocultos, amparados por la luz de enormes bolas de fuego que desde aquí parecen simples destellos. Míralos, cada uno de estos diminutos luceros posee un fascinante halo de misterio, puede que sea lo que más me enamora del cosmos… Es casi místico, guarda algo de naturaleza esotérica que me es complicado expresar.
Parece que fue ayer cuando le decía a mis padres de niño que quería ser astronauta, ellos me animaban, como harían todos los padres. Fue muchos años más tarde cuando me topé con la realidad: ser astronauta es una de las profesiones más arduas de alcanzar, reservada a tan solo unos pocos privilegiados. Cómo me habría gustado caminar por suelo extraterrestre, vislumbrar esas preciosas y coloridas nebulosas, ver agua flotar en gravedad cero… Aún así, seguro que mis padres van a estar orgullosos de mí.
Aquí estoy, rodeado por el firmamento, flotando en el más absoluto y oscuro vacío, y todo lo que hace horas amaba y anhelaba ahora me provoca terror.
Los cometas que tanto me gustaba observar en mi jardín ahora podrían hacerme desaparecer en menos de lo que dura un parpadeo.
El Sol al que tanto respetaba por ser el ‘astro rey’ puede causarme la más horrible de las muertes, haciendo que me cueza lentamente hasta desintegrarme envuelto en llamas, como encerrado en un horno.
Los planetas y sus numerosos satélites, en los que tanto me gustaba imaginarme explorando, ahora son tan solo posibles lugares en los que morir estrellado.
Los pitidos de los ordenadores del módulo en el que me encuentro, los mismos que tanto recreaba con mi boca mientras jugaba con cartones decorados y pulsaba botones dibujados a rotulador, ahora me taladran los oídos junto a la alarma de fallo crítico del sistema.
Y las estrellas, las hermosas estrellas… son tan solo el telón de fondo en el acto final de mi vida. Voy a ver si reconozco alguna constelación como hacía de niño, así hago tiempo hasta que se me agote el oxígeno, o me ocurra algo de lo anterior mencionado.
No sé cuándo se enterarán mis padres, pero seguro que aún así estarán orgullosos de mí. Estoy seguro…
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