PREFACIO

En aquella cueva, oscura, fría, sin un alma a la vista, hay estaba él, con esa sonrisa impecable, esos ojos de colores que te absorbían el alma, ese cuerpo creado por los mismísimos dioses y esa voz que te hacía suspirar al oírla. Nadie sabía de donde había salido, muchos decían que era la creación perfecta de los dioses y otros afirmaban que era el demonio en persona. La maldad y la pasión corría por sus venas, sus manos te hacían alcanzar el clímax con solo tocarte, sus voz te hacía enloquecer hasta tal punto que hasta el más puro caía en las manos de Asmodeo.

Pasión, lujuria, poder, deseo, eran los complementos perfectos que poseía aquel demonio, que consiguió ser la perdición de muchos hombres, mujeres e incluso niños. Violaciones, infidelidades, acosos, todo surgía cuando el estaba presente. Él gozaba de eso, adoraba ver como la gente se hacía daño, lo llevaba en las venas y eso hizo que el mismismo Lucifer le declarara su mano derecha.

Con él a su lado, eran invencibles, saqueaban iglesias, monasterios y engendraban a sus hijos con las hijas de dios, obligadas a tenerlo, obligadas hacer que el legado de Asmodeo siguiera vivo, pues él no tenía piedad de nada y de nadie, pues él adoraba el caos, el adoraba oír su nombre como en una suplica, el adoraba ser el demonio de la lujuria.

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