Tras la ventana un cielo azul, en el difuminándose nubes blancas, un balón mojado, el hierro helado contra mis costillas, en las paredes helechos, Infundiendo una gran melancolía, aquel llanto que importunaba hasta las mismas paredes, ahora, solo, a la entrada del bosque en una caótica y agotadora marcha, tantas mentiras ahora forman mi realidad, me pierdo en la oscuridad, en la espesura de su norte, despierto bajo las hojas de un romero mientras el horizonte comienza a clarear, al diablo con todo, la carta de color curuba donde plasmo el sendero que he andado, al levantar la cortina los proyectores al final del cielo resaltan una pequeña estrella la cual es tan envolvente como la pena que profeso.

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