Manos embusteras 
A mi amada S.
Inquieta, por la ventana
penetraba aquella triste
y sórdida luz de la
vieja farola.
Tenue y rauda
alumbraba potente
el barrial de nuestros
carnales y lascivos deseos.
Atrapados en un tonel
de pasiones, con la
perfecta luz rozando,
tan tierna como yo,
tus alcalinos pezones.
Como panes son tus senos,
pequeños, tibios, labrados
justo al tamaño de mis
embusteras manos
en un hacer el amor
que fluye tan lento
como la eternidad.
Amanece, llega el
sol, justo en el bellísimo
clímax de tu orgasmo,
se extingue sigilosa
la luz de la inquieta
farola; y nuestras lúdicas
manos envuelven
el sueño mutuo.
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