EL PATITO FEO

EL PATITO FEO

Self

16/04/2019

Adaptación del cuento de Hans C. Andersen

Era una linda mañana de verano en el estanque. Todos los animales que allí vivían se sentían felices bajo el cálido sol, en especial una pata que de un momento a otro, esperaba que sus patitos vinieran al mundo.

– ¡Es un día maravilloso! – Pensaba la pata mientras reposaba sobre los huevos para darles calor – Sería ideal que hoy nacieran mis hijitos. Estoy deseando verlos porque seguro que serán los más bonitos del mundo.

Y parece que se cumplieron sus deseos, porque a media tarde, cuando todo el campo estaba en silencio, se oyeron unos crujidos que despertaron a la futura madre.

¡Sí, había llegado la hora! Los cascarones comenzaron a romperse y muy despacio, fueron asomando una a una las cabecitas de los patitos.

– ¡Pero qué preciosos son, hijos míos! – Exclamó la orgullosa madre – Así de lindos los había imaginado.

Sólo faltaba un patito por salir. Se ve que no era tan hábil y le costaba romper el cascarón con su pequeño pico. Al final también él consiguió estirar el cuello y asomar su enorme cabeza fuera del cascarón.

– ¡Mami, mami! – dijo el extraño patito con voz chillona.

¡La pata, cuando lo vio, se quedó espantada! No era un patito amarillo y regordete como los demás, sino un pato grande, gordo y negro que no se parecía nada a sus hermanos.

– ¿Mami?… ¡Tú no puedes ser mi hijo! ¿De dónde habrá salido una cosa tan fea? – Le increpó – ¡Vete de aquí, impostor!

Y el pobre patito, con la cabeza gacha, se alejó del estanque mientras oía las risas de sus hermanos, burlándose de él.

Durante días, el patito feo deambuló de un lado para otro sin saber a dónde ir. Todos los animales con los que se iba encontrando le rechazaban y nadie quería ser su amigo.

Después de caminar durante quince días y quince noches vagando por el campo y comiendo lo poco que pudo encontrar. Ya no sabía qué hacer ni a donde dirigirse. Nadie lo quería y se sentía muy desdichado.

¡Pero un día su suerte cambió! Llegó por casualidad a una laguna de aguas cristalinas y allí, deslizándose sobre la superficie, vio una familia de preciosos cisnes. Unos eran blancos, otros negros, pero todos esbeltos y majestuosos. Nunca había visto animales tan bellos. Un poco avergonzado, alzó la voz y les dijo:

– ¡Hola! ¿Puedo darme un chapuzón en su laguna? Llevo días caminando y necesito refrescarme un poco.

-¡Claro que sí! Aquí eres bienvenido ¡Eres uno de los nuestros! – dijo uno que parecía ser el más anciano.

– ¿Uno de ustedes? No entiendo…

– Sí, uno de los nuestros ¿Acaso no conoces tu propio aspecto? Agáchate y mírate en el agua. Hoy está tan limpia que parece un espejo.

Y así hizo el patito. Se inclinó sobre la orilla y… ¡No podía creer! Lo que vio lo dejó boquiabierto. Ya no era un pato gordo y chato, sino que en los últimos días se había transformado en un hermoso cisne negro de largo cuello y bello plumaje.

¡Su corazón saltaba de alegría! Nunca había vivido un momento tan mágico. Comprendió que nunca había sido un patito feo, sino que había nacido cisne y ahora lucía en todo su esplendor.

A partir de ahora, te cuidaremos y serás uno más de nosotros.

Y a partir de ese día vivió feliz, como una lombriz, colorín colorado este cuento de a acabado.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS