Nací el 24 de enero del año de 1943, en la Maternidad Concepción Palacios de Caracas, Venezuela Fueron mis padres Leonardo Fariñez, comerciante y María de Fariñas, de oficios de hogar. Vivían mis padres en el Tiro al Blanco, Parroquia El Recreo y después se mudaron al Cortijo de Sarría, calle La Ceiba, ya habían nacido mi hermano Vicente y mi hermano Leonardo. Allí nació mi cuarto hermano José Dolores.

Allí transcurrió una vida tranquila, mi padre trabajaba en el Mercado de San Jacinto de vendedor y traía la comida y nos sosteníamos bastante bien. Comencé a estudiar en la escuela Jesús, María y José, allí hice mi primer grado, ya que la escuela tenía solo tres grados: primero, segundo y tercero. Dicha escuela comedor estaba sostenida por la Sociedad de Jesús, María y José y era totalmente gratuita. Su Directora era la Sra. Carmen de Ascanio y tenía como maestras a la Srta. Alicia Díaz y otras hermanas de la Sociedad. El primer grado funcionaba en la parte de abajo de la Capilla, en la parte media funcionaba segundo y tercero y el comedor. La comida se hacía en la casa de la Sra. Dolores, una cuadra más abajo y de allí la subían en un carrito. Carmen de Ascanio cumplía otra labor junto con su esposo Eliseo Ascanio, ambos dirigían el Conjunto de Aguinaldos Jesús, María y José, el cual tenía mucho éxito en la capital por la interpretación de sus bellos aguinaldos. Esta parte de mi vida está llena de bellos recuerdos, como la ida diaria a la casa de la Sra. Dolores, allí había un morrocoy muy grande, en el cual yo me montaba, habían toda clase de animalitos, tales como patos, gallinas y muchos más. De lo que alli estaba aconteciendo no tenía yo mucha noción, ya que era un niño. Mi padre era el Presidente de la Sociedad y según me dijeron, lo había puesto el Mismo Jesús. En el año de 1950 mi padre enfermó de una enfermedad la cual consistía en un agrandamiento del estómago por que se le llenaba de agua. De lo que me acuerdo, fue que mi padre estaba en su cama y me mandó llamar y me dijo que entrara en romería de rodillas, desde la puerta del cuarto hasta su cama, rezando la Oración de la Sagrada Familia, yo no sabía el porque estaba haciendo esto, pero obedecí y así lo hice, luego recuerdo que mi padre estaba en cama y lo fueron a visitar unos indios, pero no hicieron nada por él. Mi madre fue a visitar a la Sra. Dolores el primero de junio de 1950 para decirle que mi padre estaba muy enfermo y El le dijo: que porqué lloraba, que allí tenía cuatro muchachos para defenderse, que Angel le traia las caraotas, Vicente la comida y los demás las otras cosas, que se secara las lágrimas y fuera a su casa, que El tenía que llevarse a Leonardo porque lo necesitaba. Ella regresó a la casa y decidió esperar los acontecimientos resignadamente. Recuerdo que mi padre después de muerto estaba en una urna, pero no cabía en ella, ya que su prominente abdomen no dejaba poner la tapa de la urna y tuvieron que buscarle otra, al morir mi padre se fue para el otro mundo y dijo Jesús que él había muerto a las 12 y a las 12 y 5 ya estaba con El. Mi padre nos dejó en el mas triste abandono, sus amigos y familiares nos dieron la espalda y mi madre se vió sola, con cuatro muchachos, el más pequeño de 8 meses y el más grande que era yo de 7 años. Alli aconteció una desgracia que tuvo como protagonista a mi hermanito Leonardo, de 4 años. El salió para la bodega y había que cruzar una zanja que habían hecho por medio de una tabla, él resbaló y cayó en lo profundo de la excavación de cabeza, donde había un tubo de hierro de agua y allí quedó inconsciente, como la zanja estaba llena de agua de lluvia, se estaba ahogando. Un señor que observó todo lo sacó y le salvó la vida, pero tenía el fuerte golpe en la cabeza. Mi madre lo llevó inmediatamente para el Hospital de Niños que estaba detrás del Hospital Vargas y allí querían operarlo, ya que le habían diagnosticado fractura del cráneo múltiple. En la radiografía se podía ver el cráneo como cuando un coco está reventado en mil pedazos. Ella no quizo que lo operaran y tuvo que firmar una caucion, ya que los médicos no se comprometían. Inmediatamente ella lo llevó hasta el Dr. Chacín, vecino de la calle real de Sarría y él lo mandó que se le diera mucho calcio y lo tuvieran acostado en una cama sin moverse. Alli pasò mucho tiempo en esas condiciones hasta que se fue mejorando. En esa casa conocí el amor por primera vez. Estaba doblemente enamorado. Vivían allí varias familias y estaba una bellísima muchacha llamada Gisela, la cual tenía 16 años. Era una hermosa trigueña clara, con unos ojos negros grandes, un bello cuerpo y una preciosísima melena negra que le caía por la espalda, casi hasta la cintura. Yo me la pasaba detrás de ella, diciéndole cosas y ella no me hacía caso ¿qué caso se le podía hacer a un niño de 7 años? El caso era que ese cayó como mi amor imposible. Ella me decía: “Cuando tú seas grande, no te vas a fijar en mí, porque yo estaré vieja y no te gustaré”. A mí me parecía que eso era imposible

El otro amor era una linda muchachita, como de 10 años, que me besaba y yo la besaba, pero esos besos no tenían ninguna mala intención, ya que provenían de seres inocentes. Un día nos descubrieron besándonos y me dieron una terrible paliza y aquella bella niña desapareció de mi vida, ya que ella no vivía allí, sino que iba de visita y la madre la dejaba en la casa mientras hacía diligencias. Como la casa donde vivíamos era alquilada, al poco tiempo tuvimos que mudarnos, junto con mi abuela Juanita y mi tío Manuel, para el Barrio Unión de Petare, en lo más alto del cerro, sin agua y un cerro pantanoso cuando llovía, era un pequeño rancho de cinz y tablas con su salita, dos cuartos y una cocina, el baño era `pozo séptico y estaba invadido de ratas, ese ranchito no era nuestro y lo alquilamos por Bs 100 mensuales.

Mi madre no tuvo otro remedio que ponerse a trabajar de costurera de pantalones en la fábrica Mars de San Bernandino, cercana a la Plaza La Estrella de Caracas, de modo que todos los días debía partir desde Petare a Caracas, conmigo y me gustaba ir para allá, ya que allí habían bellas mujeres trabajando y yo las ayudaba en algunos quehaceres, tales como voltear los pantalones que hacían, ya que al pasarles la máquina, quedaban al revés y ellas debían entregarlos al derecho, como eran pantalones blue jim, aquel trabajo era sumamente pesado, pero yo lo hacía sin ninguna dificultad y ellas me pagaban los viernes

Los otros muchachos se quedaban en la casa. Yo estudiaba en esa época en la escuela Jesús, María y José y como era hasta el tercer grado, me inscribieron en la escuela Federal Martínez Centeno de Sebucán, mis hermanos fueron inscritos en escuelas del mismo barrio de Petare, por los lados del Matadero que allí funcionaba.

A las 3 de la madrugada mi hermano Vicente y yo nos levantábamos a cargar agua de un chorro más o menos lejano que quedaba en la parte baja del cerro.

A las 6 ya teníamos dos `pipotes de agua de 200 litros para los quehaceres del día, ya que mi abuelita se ocupaba de ellos.

Mi tío hizo unas jaulas y allí criábamos pollos y gallinas y se vendían a los habitantes, así como los huevos. Recuerdo que había que tenerlos bien protegidos, sobre todo a los pollitos, porque se corría el riesgo que las ratas se los comieran.

Había en la casa frente donde vivíamos una familia de apellido Cáceres, tenían una bella muchacha de 15 años llamada Adriana y esa era el amor de Petare, aun cuando ella no me hacía caso, yo estaba siempre pendiente de ella.

En otra casa había otra muchacha mucho mayor, de 18 años, pero no me gustaba y ella se la pasaba persiguiéndome para darme besos, los cuales yo aprovechaba, pero no quería nada con ella sino con Adriana, que no me hacía caso, tenía yo 10 años.

Cuando llovía, mi madre y yo bajabamos el cerro patinando y yo llevaba una botella de agua para lavarnos los piés y calzarnos con otros zapatos, ya que los que llevábamos iban llenos de pantano.

En esa época llegó al hogar mi hermana Adelva y trajo como consecuencia un gran disgusto, ya que mi abuela tenía trabajo con cuatro muchachos y ahora llegaba otra. Mi tío Manuel decidió botar a mi madre de la casa, pero había un interrogante, ella era la que trabajaba y mi tio no era muy consecuente con el trabajo y de la noche a la mañana se olvidaron de eso y aceptaron a mi hermana Adelva.

En esa época mi madre comenzó a mandarme para Las Martínez, un caserío cercano a Tacarigua de Mamporal e Higuerote, estado Miranda, donde había nacido mi padre Leonardo Faríñez. Mi abuela, Julia Faríñez, era una mulata bastante buenamoza para su edad y era una de las fundadoras de dicho caserío. Cerca de la casa de mi abuela quedaba el río, el cual era una delicia, en sus aguas claras nos bañábamos los muchachos y muchachas. Como siempre iba en semana Santa, en la noche nos íbamos para las procesiones de Tacarigua, con el solo objeto de alternar con las muchachas que iban a esos eventos. El sábado de gloria, se hacía la acostumbrada fiesta, donde asistían todos los visitantes de Caracas y otras partes y aquello era una delicia. Yo estaba enamorado de una prima mía, sobrina de mi padre, la cual no quería nada conmigo, porque yo enamoraba todas las muchachas que pasaban cerca de mí. Había otra muchacha en la casa vecina de mi abuela, se llamaba Vicenta y sabia que gustaba de mí, pero ella no me gustaba.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS