Mi mejor amiga está obsesionada con la edad, siempre está con el tiempo. Hace unos meses llovió y se inundó todo, hoy está todo seco y la vida sigue.

Con cuarenta y un coche, una casa, una tele de plasma, un sofá con chaiselongue, una cama doble y un hobbie, uno ya es mayor.

Uno de los mayores problemas a tener en cuenta con cuarenta años es que no te puedes jubilar.

Somos esa generación que nació sin trabajo, pasó por contratos basuras y sobrevivió a una crisis de la mejor manera que pudo. Esa generación que tuvo que dejar su casa, su familia, sus amigos, para volver sin el pan en el brazo y tener que volverse a ir, con todo perdido o ganado.

Esa generación que lucha y se adapta, que es capaz de reírse de un mundo cada vez más degenerado. Somos el siglo XXI, el futuro.

Somos feministas, anarquistas, derrotistas y crueles. Somos veganas, animalistas, modernas, guapas y tías buenas. A veces, no nos depilamos y si tenemos pelos, son de otros.

Con cuarenta años si tienes tiempo para pensar, tienes un parche menos en el ojo, si tienes un amigo, tienes un tesoro y si tienes calor en invierno, eres un privilegiado.

El otro día llovió un poco, aunque hoy hace calor para ser primeros de enero. Un enero sin ti, como otro cualquiera, como un febrero o un marzo o un abril, o tal vez mayo y podría seguir así porque nunca estás, da igual el mes o el año.

El tiempo a veces, es importante. En Navidad hay que reunirse con la familia, padre, madre, hijos, primos, titos, sobrinos, abuelos, bisabuelos, nietos, tatarabuelos, compadres, comadres, amigos, colegas y vecinos, incluido el que está bueno. Hay que reunirse con todos a la vez y llevar algún regalo.

En Navidad hay que ver al amante, a los amigos del barrio, volver a casa, salir de casa y entrar varias veces, juntarte con los colegas que te quedaron por ver del instituto y meter y sacar las maletas comprobando que lo llevas todo y que no has perdido nada en el camino, ni a tu hijo, ni a tu mujer, ni a ti mismo, ni tu vergüenza, ni tu dignidad, ni nada de nada y jugar al parchís y contarse veinte y dejar que pase otro año, con tu vestido de gala frente a la tele, con casi cuarenta años.

Con cuarenta años puedes pegarte colocones brutales en festivales desde tu casa, recordando viejos tiempos.

– Que buenos años aquellos … y los que nos quedan .. y los que se perdieron, pero… y los que vienen? con los que están… pero y los que se fueron, dónde están?

Con cuarenta años soy el doble de fea que cuando tenía veinte y me tengo que cuidar por dos.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS