Me hechizaron sus bordados. Las estrellitas parecían reflejar la luz y brillar en un suave manto blanco de sutiles destellos nacarados. Su toque, fresco.

Era la pieza que buscaba.

Lo dibujé en mi mente, imaginé probándomelo, transmitía mis emociones. Me sonrojé de satisfacción.

Llegó el sábado, me miré al espejo. No encontré defecto alguno. Sonreí convencida, me quedaba bien.

Entré en el Salón Venus con unas amigas, allí estaba.

Cruzamos la mirada. Que guapo es, pensé. Vestía camisa blanca y pajarita.

Se está acercando. ¿Me pedirá un baile? Que nerviosa me puse. ¿Vendrá para mí?

Me susurró al oído:

-¿Me permite este vals?

Le miré a los ojos y me cogió de la mano.

La orquesta interpretaba el Danubio azul.

Al ritmo del compás, vislumbré su alma. Fue divino.

-¿Le apetece tomar un refresco?

Nos sentamos en una mesita.

-Desde que la vi he soñado con este momento. Trabajo en una carpintería cerca de la calle Balmes.

-También le tengo visto. Trabajo en la casa de los dueños de Paños y Ramos.

-Ahora mismo, me siento como un montañero, muy feliz de haber encontrado mi edelweiss: tímida, delicada, olorosa, bella, fuerte. Asimismo, su pañuelo de borra protege los destellos de su vestido.

Mi piel se ruborizó por esas palabras tan bellas, traté en vano de tapar mi rostro sonriente.

Me habló de su pasión por el ajedrez y me invitó al torneo del sábado siguiente.

-¿Qué pasa Eladio? ¿vigilas la puerta?- señaló su robusto y bigotudo contrincante.

-Perdona, he quedado.

-No habrá podido venir.

-¿Y si no me quiere ver más? Quizá dije algo inoportuno. No puedo perderla.

-Jaque al rey con la dama- apuntó Juan

– Buenos días, me retrasé un poco, lo siento.

-Buenos días pronunciaron al unísono.

-¿Interpones la torre entre la dama y el rey? ¡Buf! está protegida por el caballo.

-Jaque mate.

-Si hubiera llegado unos minutos más tarde,…hubiera ganado yo el trofeo.

Fuimos descubriéndonos en nuestros paseos y tardes de baile.

Nos aficionamos al tango, interpretando el bello mensaje de aquella preciosa canción de Carlos Gardel: “El día que me quieras”. Cuanto más bailábamos, más felices éramos.

Fui desplegando paso a paso mis pétalos, revelándole mis tesoros más ocultos:

-Mi nacimiento en una pequeña aldea de Lugo, en Golmar, entre montañas, campos, arroyos y bosques.

-De que heredé de mi madre la compasión, la seriedad, la fortaleza, la responsabilidad, que es mucho. De mi padre, poco, holgazán y parlanchín, tan sólo algún rasgo facial. Nos abandonó para cumplir su sueño cubano.

-Y que de muy joven me convertí en un pilar para mi madre, sola con cinco hijas, supliendo a mi padre en las labores del campo y ganaderas.

Hacíamos pan, chorizos…

Los chorizos cuando estaban secos los guardábamos en un arcón.

Recuerdo a la mamá:

-¿Dónde están los chorizos?

Tras tan duro trabajo podíamos comer pero, no alcanzaba para nada más ni siquiera para pagar las facturas. Mi madre decidió ir a Barcelona.

Eladio nació en Riudecols. Desde los 9 meses vivía en Barcelona con sus seis hermanos y su madre, su padre, músico, había fallecido.

Nos casamos el 24 de marzo de 1935.

Decidimos compartir nuestra felicidad. El 7 de enero de 1936 nació Montserrat.Pocos meses antes de la guerra civil.

Los golpistas al principio no pudieron imponerse en Barcelona. Aquellos días murieron 450 personas y 2000 resultaron heridas.

Apreté bien cerrados mis pétalos, protegiendo nuestros recuerdos, esperando poder volver a perfumar nuestras vidas.

La comida empezó a escasear.

Tuvimos nuestra gallina. Nos la mató una vecina, la Sra. Carmen, preparé asado de pollo:

-Eladio, fíjate, antes tenía la cresta tan roja.

-Ya empezamos.

-¿Te corto un trozo? El pobre pollo. No voy a comer.

-¿Sra. Carmen quiere el pollo?

-¿Que no lo quieren comer?

-Nos acordamos de cuando estaba vivo, nos sentaría mal.

Nos trajo los huesos, el perro no los quiso, lo consideraba un miembro más de la familia.

Mis hermanas trabajaban fabricando bombas.

El 13 de febrero de 1937, empezó como tantos otros del mes, cargado de negros nubarrones. A las 22:00h estábamos cenando una sopita de tomillo cuando nuestro perro empezó a aullar. Escuchamos las sirenas y al poco vislumbramos fogonazos. Los proyectiles silbaban y el edificio empezó a retumbar. Nos habíamos quedado sin luz. Tampoco la había en la calle.

No fuimos al refugio, teníamos miedo de quedar allí atrapados. Cogimos la niña y nos pusimos en un cuartito interior junto a una pared maestra, sin ventanas. Sentimos unas detonaciones tremendas.

Había dado muy cerca.

Fue en la calle Peligro. Trozos de obús, metralla y el techo de un edificio desaparecido, convertían un plácido lugar público en una imagen dantesca.

El martes 16 de febrero acudimos al Hospital Clínico como miles de hombres, mujeres y niños. Las calles estaban abarrotadas, los comercios cerraron sus puertas. Todos nos unimos en una gran manifestación de duelo por nuestros inocentes vecinos.

Le siguieron 384 ataques aéreos. Qué pena, tan bien que me habían acogido los catalanes, era una ciudad tan bonita.

A Eladio lo destinaron a Espluga Calba.

Pasé mucho miedo en aquel pequeño refugio entre colchones y maderas soñando en la vida que habríamos podido vivir y pensando como seguir adelante.

Llené una pequeña maleta, cogí a la niña y nos fuimos.

Me lo dejaron ver.

El día que marchaban a las trincheras, decidí acompañarles un tramo. Bajo la lluvia, andamos con el pelotón entre el fango, con la maleta, la mochila, un paraguas y la niña en brazos.

-Vamos a cenar a casa- le dije.

No dijimos nada más.

Fuimos alejándonos del grupo.

-Apresúrense-decía el capitán

Nosotros le hacíamos señas de que íbamos muy cargados. Paso más lento a paso más lento, nos distanciamos más y más.

-Apresúrense

Estábamos tan lejos que en una curva los perdimos de vista. Fue el momento, con celeridad volvimos a casa.

Somos las mujeres las que evitamos lo inevitable para mantener unida nuestra familia. Eladio siguió mis pasos, mis palabras y mis acciones. Mi deber era velar por nuestra familia.

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