AMOR AMARGO

AMOR AMARGO

KarLiss

09/12/2018

Corrí apresuradamente por la acera, mis lágrimas nublaban por completo mis ojos, no me permitieron ver un leve escalón que sobresalía del asfalto y caí sin poder evitarlo. Podía sentir como parte de la piel de mis manos quedaba impregnada en ese pavimento, brotando instantáneamente sangre, con flujo leve, pero con ardor intenso; realmente no sentía dolor, el único mal que me asechaba era esa fuerte punzada en mi corazón que ponía mi alma en una dura agonía que les restaba fuerza a mis pasos.

No pude levantarme, lloraba y sangraba a la vez, y no de dolor, sino de amor, uno de esos tan amargos que vienen empacados de las más dulces coberturas, pero, a medida que lo saboreas se hace desagradable. Mientras yacía arrodillada en el suelo, me cuestionaba internamente porque me sucedía esto a mí, puesto que entregué lo más noble de mi ser, brindándole mi corazón a plenitud… y fue ahí en ese pensamiento que pude verlo en mi mente sosteniendo mi corazón, dejándolo caer intencionalmente rompiéndose en mil pedazos.

Mi dolor se acrecentó vigorosamente, mis lágrimas rodaban con mayor constancia sobre mis mejillas, el rímel empezó a desteñir una negra mancha que fluía al compás de mi dolor, sentí tanto frío en mi alma, sentía que faltaba poco para morir ese día…intentaba levantarme, pero mis piernas no respondían mis instrucciones, el dolor se había extendido, a tal punto, que altero por completo mis funciones vitales.

Que duro es amar a la persona equivocada, lastima demasiado moldear el corazón para la persona ideal, y eso…. falta ver si algún día aparece en la vida.

Seque mis lágrimas y saque coraje, mi ser interior me inyecto fortaleza y por fin pude levantarme de ese duro y áspero pavimento, el cual también se había quedado con un trozo de mí; solo hasta ese entonces fue que pude notar que había caído justamente frente a ese parque que frecuentábamos cuando estábamos juntos y felices… los recuerdos se reprodujeron inevitablemente en mi memoria, cosa que me hizo extrañarlo y desear haberlo dejado atrapado en uno de los tantos recuerdos que aparecían sin ser invocados. Cruce la calle y en medio de ese sinsabor, me ubique junto a esa silla de acomodación doble que se encontraba anclada en ese parque, esa era la preferida de nuestro amor, literalmente nuestros espíritus permanecían atados a ese objeto, ya que escondía innumerables huellas memorables de lo que había dejado de ser.

Me senté y por primera vez, noté una leve frase escrita en el espaldar de aquella silla, fue hecha con cuchillo, con la intención de inmortalizarse en ella hasta el fin de sus días; esta frase era clara y directa: “Tu eres la única responsable de tu propia felicidad, el verdadero amor yace en tu interior”.

Por Dios, cada palabra hacía eco en mi alma, era como una punzante flecha disparada por el mejor arquero, apuntando sin remordimiento hacia este corazón herido, fragmentado de dolor por un desamor con sabor amargo. Mis manos temblaban por que un día antes esas palabras no estaban ahí, y hoy justamente después de lo sucedido aparecen para mí.

Sin dudar, tenía la convicción que había una mano invisible que secaba mis lágrimas y ataba mi corazón para que no se fragmentara y cayera en pedazos, podía sentir una cálida presencia a mi lado que me susurraba que debía ser fuerte, que el dolor en ocasiones era necesario para fortalecer nuestra debilidad humana y transformarnos en personas seguras y más acertadas a la hora de escoger y actuar.

Perdí la noción del tiempo, creo que permanecí horas sentada con la soledad, evaluando mi vida, tratando de convencerme que el amor no tenía la culpa, no podía juzgarlo a muerte y cerrar definitivamente el sendero hacia él; esa noche me convencí que amar no era malo, sencillamente que mis ojos se dejaron deslumbrar por la delgada capa de maquillaje que tienen algunas personas, que oculta en realidad, un ser atroz con ganas de devorar todo lo bueno que hay en ti, esas personas que se convierten en “vampiros energéticos”, que solo saben succionar del otro lo mejor para sentirse cómodos y seguros. Mientras más analizaba la situación, más me convencía de que no había culpables, lo único que había era experiencia, esa que se torna difícil de escribir, pero que es necesaria para poder darle un desenlace a la vida.

Por fin pude sonreír en medio del dolor, me costó muchas lágrimas, pero al fin pude levantarme de ese oscuro sentimiento… cerré mis ojos y pude escuchar una dulce vocecita en mi interior, que se aferraba a mi corazón con tanta fuerza diciéndome cálidamente: “juntas hasta el final”.

Fue justamente ahí, cuando me levante de esa silla, seque mis lágrimas y mire al cielo, agarrando mi corazón y susurrándole al viento:

– Prueba superada.

Recogí mis pasos y reescribí un nuevo camino, al fin de cuentas, ese día, el dolor había moldeado mi vida para un mejor destino, uno, donde yo dejaría el piloto automático y tomaría el volante.

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