Porque no eres solo el látigo que me azota a media noche, sino aquella fuerza magnética que me saca de mi cuerpo y me lleva a la miseria durante una fiesta, con amigos.

Por favor, por favor te pido, que me arranques el corazón sin cuidado y dejes mis vasos sanguíneos destrozados. Que la sangre de ellos corra sin ley y mi cuerpo se enfríe inmóvil y sin sentido en algún espacio olvidado. Que los gusanos se alimenten de mi insípida muerte que fue siempre la vida que anhelé tener. Que no llore nadie y sigan su camino, que sea el que me amó, el más hostil y cruel verdugo. Que se vayan todos y me dejen sola. Sola como siempre, aún en compañía me sentí.

No te culpo, mundo por lo que sentí en tu compañía. La soledad y desespero estuvieron siempre en mí. Yo solo he sido siempre un radical libre en busca de un electrón que ofreciera estabilidad, sin pensar que ese ciclo de carencia nunca termina. Nunca pude entender que nacemos solos, vivimos solos y morimos solos. 

Dime mundo, ¿A quién puedo culpar por hacerme creer que para poder vivir necesito algo o a alguien?

Te odio, te odio con todos mis átomos. Te odio cuando recuerdo mi propia risa rebotando contra las paredes de algún lugar. Escandalosa risa seca, vacía y pretenciosa. Te odio cuando en mi corteza aflora un recuerdo bailando, consciente todo el tiempo del excesivo esfuerzo para hacerme creer que estaba disfrutando un segundo del vivir.

¿Qué hiciste tú, si en verdad fuiste el que hizo, con dar capacidad de razonamiento al hombre, que nos deja limitados?

Conocí la frustración, se llama estar vivo.

Tengo brazos y no puedo alcanzar.

Tengo manos y no puedo agarrar.

Tengo pies y no puedo sentir el suelo.

Tengo piernas y no puedo avanzar.

¿Qué me haz hecho de bien con este regalo del vivir?

Concédeme un único deseo. Descuartiza mis piezas para poder sentir dolor justificado. Porque el dolor que no se ve, ese que crea la mente, arde y transciende más allá de la muerte.

Mátame, mátame, por favor. Mátame. Hazlo como quieras. Mátame en la noche.

Diles a todos al oído antes de despertar, que soy un papel arrugado al que sin sentimiento han de desechar.

Amor de amores ¿qué eres? Si digo que te quiero no se qué es querer, porque en esta vida que no quise, nunca supe que quería.

Déjame cerrar los ojos, no me dejes parpadear; porque no quiero reír y no quiero llorar. No quiero saltar ni reír con amigos, no quiero dormir mil horas y despertar cansada, no quiero salir por un helado alegre, no quiero ir al cine, no quiero moverme, no quiero estar tranquila.

Por favor, mátame. Te lo estoy pidiendo. Te lo exijo. Te lo estoy gritando, por nada, por todo, mátame.

Yo no pediré perdón por exigirte la muerte, si tengo capacidad de saber y sentir; a la misma mierda vaya el arrepentimiento. La desdicha de otro nunca ha sido consuelo para pensar que no he de emitir mis quejas.

Así que dale este impulso eléctrico a alguien que necesite vida, pero quema mis sentimientos y mi pensar gris.

Que sea yo la lluvia que riega los girasoles, la tierra seca que permite caminar, el polvo que nubla los transparentes cristales y las partículas que flotan dentro de un rayo de luz.


Noviembre 2018

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS