Sí sonríes, te lo CUENTO

Si sonríes, te lo CUENTO

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«Aventuras y desventuras de Laura y Alvaro Fuentes»

(Los mellizos de la suerte)

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Cuentan las malas lenguas

que, en un país muy lejano,

donde volaban los burros

y, crecían los enanos…

vivía una familia muy humilde

apellidada «Los Fuentes»,

(que como apenas comían,

tenían nuevos los dientes).

La mamá era muy linda

sufrida y trabajadora,

y, el papá era un pinta

de traje y de cazadora.

Laurita, era la niña

muy sana y guapetona,

de brazos y piernas fuertes

y, comiendo… una leona.

En cambio, el niño

que se llamaba Albarito,

no daba la talla de Fuentes

llegaba sólo a… «grifito»,

pues era muy delgadito

(pesaría… diez kilitos).

Eso sí, era un «potrillo»

sin dejar parar a nadie

siempre saltando y dando brincos,

y tenía hasta el «moño»

a su tío Fernandito.

Así pues, hecha esta introducción

os contaré la historia

(si no me falla la memoria

y recuerdo que ocurrió).

A la escuela iban los niños

cogiditos de la mano,

cuando de pronto

un viento muy fuerte, muy fuerte,

se llevó a los dos hermanos;

que volaron día y noche

a un país muy lejano,

(donde no había ni tren ni coche,

ni tan siquiera una bici a mano).

Después del aterrizaje

(que chocaron con un árbol),

con los ojos como platos

los dos niños se miraron.

Y Álvaro dijo:

¡Jo, que guay del Paraguay!

A lo que Laura contestó:

-Eres lo más tonto que hay,

¿no ves que estamos lejos de casa

y es hora de la merienda?

Y no es cosa de guasa

que el bocata yo me pierda.

-No seas tonta (dijo el niño)

y exploremos este sitio

que parece muy bonito-.

Y dicho y hecho,

salió a todo correr

por el centro del barbecho

detrás de los pajaritos,

que tenían mil colores

y un reluciente pico.

Y Laura detrás, jadeante

por culpa de sus kilitos,

pensando en el bocata

fue detrás de su hermanito.

De pronto, y sin dar ni un grito

se cayó por un barranco

el incordia de Alvarito,

y la niña que iba detrás

distraída en sus cosillas,

se cayó encima de él

aplastando sus costillas.

-¡Hay! quita de encima pesada-.

(dijo el niño)

Y Laura, medio enfadada…

limpiándose el trajecito,

le dice muy coquetona:

-De que te quejas, tontito

si ahora guardo la línea

y no me sobra un kilito-.

De pronto se oye una voz que dice:

-¡Hea! «aserme» a mí «er» favor

de apartar los piececitos,

pues ya me estais jorobando

con tanto «gorpe» y tanto grito-.

De piedra, se quedaron los niños

con cara de tontos,

miraban de reojo a todos los lados

cuando de pronto…

vieron salir de la tierra

un bicho negro y osco,

que tenía dos antenas

como si fuera una moto.

¡Una cucaracha que habla! -dijo Laura-

¡Que no, que es un escarabajo! -dijo Álvaro-

-«Pos» sois unos incultos los dos

que, ni lo uno ni lo otro,

que soy un grillo andaluz

llamado Pico de Oro,

Malagueño por más señas

y, «der» Betis un forofo.

-Pues yo soy del Real Madrid

(dijo el niño)

que es el mejor de todos,

y si dices lo contrario…

te doy tal pisotón,

del mapa yo te borro-.

¿Ojú! Que maláje es este niño

flacucho y con mala uva,

espero que su hermanita

no sea tan bruta ni chunga.

¿Verdad que sí princesita,

a que a ti te gustan los grillos

«er» campo los pajarillos?.

Y, hasta te gustan los toros.

-Sí, sí, Pico de Oro- (responde raudo Laurita)

sí yo, como de todo.

¡Ojú, otra vez!

-Vaya par de hermanitos

me han «tocao» en suerte,

que… sugen de improviso,

me pisotean «er» piso

y, me condenan a muerte.

«Pos» si el uno me quiere pisar

y la otra merendar,

hoy no puede ser un buen día

«asín» que, con Dios

permitirme que me ausente,

ahí os quedais los dos

que me voy a merendar

un buen plato de chaquetes,

con ese vino triunfal

de mi Málaga natal,

que sienta de rechupete.

Y, visto y no visto

igual que había llegado

desapareció de improviso,

dejando a los niños mudos

pensando que era espejismo,

o, una cosa muy rara

producto de algún hechizo.

La primera en reaccionar

fue la niña, que dijo:

-Busquemos algo de comer

que ya veo cosas raras,

y tengo la tripita

llena de telarañas-

-¡Bueno, tragona!

no me des la mañana.

Mira, allí hay un arbolito

cargado de manzanas,

voy a trepar por el

y te echaré las mas sanas-.

Y, dicho y hecho

en un pis pas, Alvarito

trepó a lo alto del árbol,

y cual no sería su sorpresa

cuando desde allí divisó

una gran fortaleza.

Era un castillo encantado

con torreones y almenas,

custodiado por los bichos

más sangrientos de esta historia.

-¡Laura, jo, lo que he visto!-

-Déjate de monsergas

tío listo (impaciente dijo ella)

y échame las manzanas

o, te doy a tí un mordisco-.

-Que no, que es verdad

que desde aquí se ve muy bien,

es un castillo muy bonito,

y seguro que hay juguetes

tesoros y otros niños-.

-Pues vamos de una vez

(dijo Laurita)

a ver si allí hay bocadillos,

que del hambre que ya tengo

no me siento ni los «piños»-.

Y, llegando a las puertas

de ese castillo feudal,

salieron a recibirles

un cortejo muy especial,

compuesto por animales

de una catadura tal…

que, se me ponen los pelos de punta

tan sólo con recordar.

Primero habló una leona

quien, con los rulos aún puestos

y los ojos muy abiertos

sonreía sin parar,

relamiéndose de gusto

sin poder disimular…

Y, dijo con voz muy dulzona:

-Uy, que niños más ricos

decidme a mi, bomboncitos

que haces por estos parajes,

¿estáis perdiditos? ¿estais solitos?

pasad, pasad, cariñitos

que os vamos a dar hospedaje-.

Y, diciendo esto, empujaba

a los niños hacia dentro.

Laura miraba a Álvaro

y Álvaro a Laurita,

y, pensaban nuestros héroes

estos nos hacen pupita.

Nada más traspasar la puerta,

Álvaro dio un respingo

al tropezar con un símio

de cara bobalicona,

que llevaba en la mano

un bote de silicona.

-No te asuste tú, rey mío,

(dijo la leona)

carita de querubín,

que no es más que un mono piojoso

que curra aquí de albañil-.

Mientras tanto…

Laura, con cara de espanto

miraba como un lagarto

se estaba riendo de ella.

Y, no era risa…

para risa, la de la hiena,

que merodeaba sigilosa

en busca de una presa.

-Mira, pequeña (aclaró la leona)

este es Curro, el caimán

que no te hará ningún daño,

si acaso, te cantará

su canción preferida de…

«se va el caimán, se va el caimán,

se va para Barranquilla,

se va, se va, se va, se va»

así que, anda y vete

que te delatan los dientes,

«lagartija» imprudente,

y me vas a estropear

el desayuno inminente

que me voy a degustar.

¿Lagartija, yo?

(Exclamó el caimán)

-Mira quien fue a hablar

la tonta y «basta» de la leona,

que lleva bragas de esparto

y tetas de silicona-.

-No hagas caso, niña mona,

que todo lo que tiene de grande

lo tiene de tonto y pijo,

figúrate que, com prefijo

usa un cero y cuatro comas-.

Y dicho esto, dio por terminada

la discusión.

Y, cogiendo a los niños de la mano

entraron en el salón.

Los niños, todavía boquiabiertos

y sin salir de su asombro,

se miraban uno a otro

encogiéndose de hombros.

Y vieron que, en el salón

no había tele ni vídeo,

tan sólo una mesa grande

rodeada de animales

que fumaban un pitillo.

En esto que, la leona

con voz fuerte y chillona dijo:

-Mis queridos comensales

hoy, haremos una fiesta

en honor de estos «chavales»,

y comeremos y beberemos

hasta que el cuerpo aguante;

y… tendremos de primero

«costillas en vinagre»,

recién traídas del «Foro»

jugosas y suaves-.

Y, diciendo esto, miraba a Alvarito

quien, con los ojos muy abiertos

dijo para sus adentros:

-Este plato voy a ser yo,

y no van a usar ni cubiertos-

Y, la leona siguió con el menú:

-Y de segundo,

(como plato especial)

nos vamos a regalar

un rico asadito de,

niña a lo «provenzal,»

con sus pimientos y ajitos.

Y, de postre…

¡¡UNA MIERRRRRRRDA!!

¡Caray, qué grito!

-Corre , corre, Alvarito-

Era Laura, quien…

veloz como el viento

y ligera cual gacela,

de un salto estaba afuera

del recinto amurallado,

y su hermano, que iba al lado

(sin saber cómo ni cuando,

él también había saltado),

corrieron por la pradera

como alma que lleva el diablo.

Y, corrieron día y noche,

y corrieron sin parar,

y Laurita ya sin hambre

no podía más,

y Alvarito (el tío calambres)

ni miraba hacia atrás…

Y, corrían sin parar,

y por mucho que lo hacían

no lograban avanzar…

De pronto,

una voz cariñosa, de terciopelo

como viniendo del cielo,

les incita a parar…

¡Es, mamá!

Niños, que ya es la hora

despertad,

que hoy es día de cole

y no se puede faltar-.

Sentados en su camita

los dos niños se miran,

y tragando aún saliva

sin mediar palabra,

suspiran…

Había sido un mal sueño

una pesadilla,

estaban a salvo en casa

y «no eran la comida».

P.D

-Laura, Alvaro, hijos

abrigaros bien,

poneros el abriguito

que hoy sopla un viento,

tan fuerte, tan fuerte,

que se lleva el edifício-

¿¿¿¿¿—————-?????


A, mis revoltosos sobrinos.

Fernando A. Marcos Rentero


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