Verso del diablo.

Verso del diablo.

Robag Obrador

01/12/2018

—Papá, vamos— dijo la hija— Diego ya debe estar a punto de tocar.

El padre metió ambas manos en sus bolsillos al bajarse del auto y frunció el ceño. El lugar donde su hijo se presentaba era uno que no había visitado en años. Era una especie de bar o mejor dicho, sub bar, ya que para ingresar a él se debía bajar por unas escaleras hasta lo que parecía el sótano de un lugar más grande.

La fila no era tan larga. No debían ser más quince personas. Todos jóvenes con la pinta de querer ser artistas. Y el padre miró sus pelos teñidos, su ropa gastada y sus lentes de pasta cuadrados que lucían con cierta soberbia en esa noche. Su hija no era como ellos. Ella vestía una camisa tintada sutilmente de violeta y unos hermosos jeans que le había comprado hace dos años para sus quince. Y el, como el hombre de negocios que era vestía de camisa blanca y saco marron, por que era lo más informal que tenía.

—Papa, vamos— dijo Belen mirando su telefono— Diego me mandó un mensaje. Está a punto de subir al escenario.

—¿Escenario? ¿Este lugar tiene escenario?

—Obvio papa. Sino donde se presentaria el espectáculo.

—Pero es un bar re pobre. Yo venia aqui cuando era joven y lo unico que hacia era tomar de una botella de cerveza en el suelo que te daban de una caja. Y ni siquiera estaba fría.

—Las cosas cambian papa. Vamos adentro y lo vas a poder ver mejor.

El padre se cruzo de brazo, pero la hija lo tomó por uno y lo llevó por las escaleras. El olor cambió repentinamente al bajar el primer escalón. Había olor a cigarro. A cigarro y otra cosa que el desconcertado padre no podía saber pero si podía teorizar.

A medida que se bajaba, la cantidad de gente aumentaba. Habian dos luces de frente, ambas de color azul que iluminaban al “público” que esperaba el nuevo espectáculo. El padre se detuvo antes de pisar el último escalón, pero la hija tiró de él y lo hizo bajar con la gente.

En ese sótano, de techo tan bajo que por poco te quitaba el aire de lo bajo que era, con una multitud de jóvenes en su mayoría con una bebida en la mano, con una barra de madera negra, sin sillas y sin mesas, se presentaba Diego. Y al padre no le hacía ni una pizca de ilusión.

—Vamos Papá.

La hija arrastró al padre entre la multitud hasta el “escenario” al final.

—Hija, este lugar no me gusta nada.

—Ya, pero Diego se está a punto de presentar.

—No puedo creer que después de todo lo que le di, Diego haya elegido seguir con esa guitarra. Era tan bueno en fisica.

Belen corrió a un par de tipos y pasó entre medio. El padre pasó por atrás y los dos lo miraron con cara de pocos amigos.

—A un artista no se lo puede cambiar papa.

—Pero no tengo porque venir a verlo. El no me pidió que viniera. Vos me hiciste venir.

—Es una sorpresa. Mañana es su cumpleaños. Estoy segura que se alegrará de verte.

Belen se detuvo de repente y el padre tuvo que hacer lo mismo para llevarse por delante a un adolescente.

—Mira papa. Vos que preguntabas sobre el escenario. Mira al frente.

El padre levantó la cabeza, pero al no poder ver nada entre la gente, tuvo que ponerse de puntillas. Los zapatos se le mancharon con la mugre del suelo por eso, pero por lo menos pudo ver el escenario. Era algo simple, una plataforma de madera un poco más alta que el resto del piso, con una butaca solitaria y alta en medio, iluminada por un faro de luz. No se requeria mas.

—Papa, Diego está entrando.

Por la izquierda, un joven subió el escalón hasta la plataforma, cargando una guitarra en sus manos. Vestía con una camisa blanca, igual que la de su padre, con un pelo marrón y una mirada segura. Pero había algo raro. Sus pasos no se escuchaban al caminar, y por esa razón, nadie le prestaba atención. Solo el padre y su hija.

El joven Diego se sentó en la butaca. Le quedaba algo pequeña, pero aun asi, no se le vio incómodo. Entonces se colocó la guitarra sobre las piernas, levantó la mano y golpeó la caja y el sonido retumbó en aquel sótano. La gente de repente paró de hablar y miraron al escenario, donde Diego se preparaba para tocar.

—Hola a todos— dijo en voz alta y su voz sonó casi tan bien que todo el mundo respondió.

—Hola Diego.

—Hola de nuevo. Bueno, hoy les traigo algo nuevo— mencionó— Resulta que mañana es mi cumpleaños y me acordé de un libro que mi hermana me regaló hace unos años. “Vida y leyenda de Robert Jhonson, el guitarrista que por amor al blues , vendió su alma al diablo”. Es un gran libro, que como dice el titulo trata sobre un guitarrista que vendió su alma al diablo. Sin embargo, a mi nunca me gusto como se cuenta esa historia el libro. Me parece irreal que el diablo te de todo solo por tu alma. A mi me parece que antes de conseguir tanto talento, uno debe probar que lo merece. Por eso escribi esta cancion. “Verso al diablo.”

Todo el publico aplaudio. Incluyendo a Belen, que miraba a su hermano con unos ojos de admiración que el padre jamas habia visto. Y por esa razon, el padre no aplaudio.

Y Diego lo vio. Pero sus manos no temblaron al acercarse a la guitarra.

La cuerdas sonaron. Las notas eran agudas, pero sonaban distinto. Debía ser, por el silencio absoluto que había. Ni una sola respiración se escuchaba.

Hace mucho, mucho tiempo

En un cruce de calles ,a mitad del vacío

un guitarrista perdido

caminaba hacia la nada.

Su guitarra era robada

Su camisa agujereada

Sus zapatos destruidos

hacían sonido en el camino.

Pero aun así, él caminaba.

Resistía y continuaba.

Con su mirada consumida

Por su temor al olvido.

Familia no le quedaba.

Ni amor correspondido.

Trabajo no buscaba.

Y su brazo malherido.

Pero el aun asi, caminaba.

Caminaba y continuaba.

Por su amor a la música

Y su rumbo ya perdido.

Enojado con el mundo.

Por talento no otorgado.

Blues quería cantar

Mas no lo había logrado.

Y entonces como último recurso

Como as en la manga.

Como trampa en un concurso.

Su alma habia habia entregado.

El diablo apareció.

Con sus dos cuernos, el sonrió.

Su piel era roja.

Al igual que su misión.

“Diablo quiero darte.

Mi alma deseo otorgarte

Mi único deseo

Es ser bueno en este arte.

El diablo lo miró.

Con sus ojos el dudo.

Y tras unos pensamientos

El respondió.

“Tu no vales como músico.

Talento no voy a darte.

No pienso ayudarte

Tu alma para mi, de nada vale.

El guitarrista enojado.

Tomó sus años practicados.

Agarró su guitarra

y con su voz respondió.

“Te demostrare lo que valgo

En un duelo tu y yo

Si yo gano, aceptas mi trato,

Y si no, respondió el diablo

¿Qué me darás a cambio?

Mi penuria

Mi dolor

Inmortalidad me daras tu.

Caminar me harás

Eternamente y sin rumbo en cruce de calles sin final

El diablo asintió

Del fuego el saco.

Una guitarra negra

Y con ella el toco.

“No vales nada, simple humano

No eres ni un gusano

Sin talento tu no ganas

Y te quedaras en estas calles atrapado.

Con sus manos algo tiesas

Las cuerdas sonaron

Y una melodía algo tosca

Como base funcionaron

“Tu no eres quien para decirme

Si puedo o no puedo

Y aquí estoy yo para mostrarte

Lo mucho que yo quiero

—El querer no vale nada

Solo el talento es lo que importa

Tu dedos se estropean

Frente a esta tonada loca

El talento yo no tengo

Pero los años de práctica si

Y con eso yo sí puedo

Ser el mejor de aquí.

Con esas tu me vienes

Nadie el gana al diablo

Mucho menos un humano

Que la fe ha renegado.

Tu de fe no sabes.

Fe por mi es lo que siento

No necesito a dios

Para demostrarte mi talento.

Y si tu no quieres

Entonces te obligare

Con mi guitarra golpeare

Tus puertas hasta que el trato me des

El diablo vio sus ojos

Comprometidos en su objetivo

Su alma era pura

Y si espíritu erguido

Esta bien humano

Me has convencido

Toma mi guitarra

Y vuelvete, entre los músicos, el más querido.

Y el guitarrista respondió.

Tu talento ya no quiero

Si ganarte he podido

No hay humano con quien no pueda

En versos he crecido.

Así que vete de aquí,

sucio demonio

Mi alma no es tuya

Ni tampoco mi patrimonio

La cuerdas se detuvieron. La multitud, silencio total. Diego se levantó de su silla. Solo le tomó un paso. Un paso mudo para que los aplausos aparecieran.

— Gracias— dijo levantando la mano— Gracias.

Diego se fue a tomar una bebida a la barra. Belen tomó a su padre y lo llevo con el. Pero esta vez, no tuvo que arrastrarlo.

Entre la multitud, caminaron. Se acercaron poco a poco. Diego ya estaba tomando, su bebida con sabor a coco.

—¡Diego! — grito Belen

Diego se dio la vuelta y al ver a su hermana, sonrió. Sin embargo, luego vio su padre que venia por detras.

—Diego. Felicidades. Que buena cancion.

—¿Tu crees? Yo creo que es un poema libre.

—Ah, no seas tan modesto. Fue genial.

—Gracias

El hijo y el padre tuvieron un cruce de miradas.

—Te vi cantar.

—Lo se. Te vi cuando me subí. No aplaudiste en ningún momento.

El padre se mordió el labio pero luego continuó.

—Perdón. No supe qué hacer. Es….bastante bueno lo que escribiste.

—Gracias— dijo de forma seca el hijo.

—Hmmm, es esto lo que practicabas anoche en tu cuarto?

—Si. Quería dar una buena función.

—Me di cuenta— dijo el padre— ¿La guitarra que usas, es la de tu madre?

—Si. Desde que me la dio no la he dejado de usar.

—¿Quieres que te compre una nueva?

El hijo sonrió.

—Tu talento ya no quiero.

Si conmoverte he podido

No hay nadie con quien no pueda

A ti, ya no te necesito.

Y el guitarrista se fue.

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