Laia estaba muy feliz y fascinada con la sorpresa. El Xalet se ve aún más elegante que cuando ella trae los suministros que ocasionalmente le compran.

– Este es el mejor cumpleaños, ¡gracias! Pero, yo… estoy muy mal vestida…

– No importa el uniforme, querida. Esta noche la estrella eres tú –le responde Pau dándole un tierno beso en la frente.

La pareja entra al restaurante tomada del brazo. Algunos de los asistentes saludan inclinando levemente la cabeza y otros sonríen con malicia poniendo al descubierto colmillos donde debería haber dientes. La extrañeza de Laia se convierte en estupor cuando oye jadeos agitados de animales, interrumpidos por horrorizados alaridos. Hay sangre en los pasillos, en las escaleras, en los manteles y en el suelo. Sus latidos se aceleran violentamente, descargando electricidad por su espina dorsal…

– ¿Qué está pasando, joder? ¡Sácame de aquí! –pero a Laia le es imposible liberarse de las garras de la bestia en la que Pau se ha convertido.

– Esta noche… la estrella… eres… tú… –gruñe con dificultad, obligándola a seguir.

En la terraza el hombre lobo, en un acto solemne, dirige su mirada hacia la luna y muerde a Laia en el cuello, quien grita de pánico. Sin embargo, ella no se resigna a morir. Logra coger un cuchillo y ataca el pecho de Pau varias veces. Él aúlla lastimeramente, cayendo de rodillas. Los demás observan la escena sin inmutarse.

– Ya… eres… una de… nosotros… –balbucea y, convertido en hombre, muere.

– ¡Nooo! ¡Pau! –Laia llora desconsolada.

La agitación y el olor de la sangre despiertan en ella un instinto salvaje. Su humanidad retrocede ante la ira irracional y al voraz apetito. La mujer lobo devora su cena ávidamente. Al terminar recupera la consciencia, hallándose a sí misma aterrada y culpable, perdida y devastada, con un profundo dolor que necesita liberar. Pero Laia no puede llorar. Ahora aúlla bajo la luna llena, acompañada de su nueva familia, en la cena de su iniciación.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS