ME CANSÉ DE MIRAR A AFUERA

ME CANSÉ DE MIRAR A AFUERA

Hace unos años, me convencí de que de nada me serviría seguir leyendo ¡Total!, ¿para qué? Para qué podría seguir acumulando ideas de otros en mi cabeza, cuando no soy capaz de escuchar, mucho menos aceptar las de mi propio Ser, corazón, alma o como quiera llamársele. Lo cierto es que me cansé de mirar a afuera, me cansé de escuchar embobada a los otros, los autorizados por no sé quién diablos.

Supuse que era tiempo de hablar con mi propia voz, sin tener que recurrir a las acostumbradas e infaltables citas entre intelectuales: ¿Quién dice eso? ¿De dónde lo sacaste? Si no se puede responder alguna de esas dos preguntas, entonces, ningún planteamiento puede ser válido ¡Me harté de citar! Creo que los 50 años me dieron luz verde para pensar, analizar y decir lo que viniese de mi corazón, desde mis propias experiencias, desde aquellos experimentos locos, cuando intenté poner en práctica todo cuanto había leído en casi 40 años. Eso es un tiempo razonable, me lo parece a mí, como para tener autoridad suficiente para expresar mis propias ideas, salidas, nada menos que de esas experiencias mías, sólo mías.

No obstante, me topé con las memorias de Sábato y, por esas tentaciones y «mala costumbre» de seudointelectual, incapaz de resistirse a un buen libro, lo abrí ¡Ay de mí! Todo mi anterior planteamiento se vino abajo, como en una explosión controlada, la edificación completa de mis argumentos se desplomó en una sola detonación.

Ernesto, a quien ahora me doy el lujo de tutear, contó gran parte de la historia de muchos «inadaptados», de esos rebeldes irreverentes que no cabemos en ninguna parte. Cómo reviví en sus páginas mis propias depresiones, mis deshilachadas noches de llanto y quebranto ante una vida en la que nunca parecí encajar.

Por fin no entendía desde la razón, sino que comprendía y sabía desde el corazón, porque en sus páginas, compartí con él lo que nunca había tenido el valor o la desfachatez de argumentar. Él, magistralmente, en Antes del Fin, lo hizo por mí. En realidad, lo hizo por unas cuantas generaciones.

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