Tertulia del Ser

Alteraciones energéticas del sistema, vienen y van, trayendo consigo desgracia infinita y deshonra a su paso. ¿Quién soy yo para cuestionar los infortunios de esta pueril existencia? Basta pues, con el desagrado a mi paso, para esclarecer los conflictos interiores que a mi ser atormentan, para librar de aquel sufrir a mi lúgubre alma que yace reposada en el dominio de la tristeza. Existen pocos quienes, dispuestos a descubrir su luz interior, sacrifican banalidades por encontrar en sí mismos no más que ciega y burda oscuridad; lamentados pues por la pureza de su ser, frivolidad que acecha su pensar; demostrando así no ser igual o peor que quienes, por su afán de alcanzar la felicidad, desconocen de estos demonios, y caen en lo más profundo de sus pensamientos.

Seres iluminados pues, ilustrad con vuestro raciocinio a aquellos que desconocen de vuestras virtudes -semejantes a quienes las olvidan-; para poblar esta tierra de necesarios males, que por su retardo han contaminado más este mar de tragedias que de bondades los mismos que las comulgan. Virad en este remolino de incertidumbre; ahogad con vuestros cántaros a quienes osan dudar de tu omnipresencia, y bañad en sapiencia a quienes viven por deleitar vuestro saber con su elocuencia. Pero en especial, libraos de quienes azotan esta tierra con pestilencia bubónica; que con sus inocuos pensamientos lastiman al más cruel de los leones, y regad con su sangre las planicies de la ignorancia, para que en ninguno de vuestros viajes se llegase a acabar con la existencia del mismo, que es tan necesario como la misma vid que produce el más placentero vino con el cual se pudiese lamentar aquellos mortales que no soportasen su más leve ebriedad.

Que vacío pues me encuentro en esta soledad, y que tan lleno estoy de los amargos de la misma. Ni la pesadez del malestar económico ni político de la rutina permiten a este autor declinar en la bajeza de sus instintos; sin ser otro más que el que brilla por el tétrico despertar de su corazón a son de la más triste de las melodías. Quién pudiese librar a un marginado de su eterno tormento; que trasciende generaciones y olvida sucesos. Dichoso de aquel que goce de la memoria efímera -en especial en sus palabras- ya que eximido se encuentra de responsabilidad, y podrá disfrutar con toda tranquilidad de su usanza sin temor a ser perseguido por los fantasmas del olvido.

Recordad entonces que en su momento, intentase librar de esa penumbra sin éxito alguno, y que en medio de su desolación, se prefirió escribir versos y escritos innecesarios, ya que en ningún momento se lograse olvidar la pena que se lamenta, y por el contrario, se intentó extender la misma hasta el más oscuro de los pensamientos ajenos…

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