Esta es la historia

A veces, la memoria tortura con tantos recuerdos; otras, falla porque no desea recordar; pero lo que siempre sucede es que hay algún resquicio por donde se cuelan los días más hermosos. Entre los míos están el día en que naciste; el día en que aprendiste a decir mamá, cuando caminaste; cuando preguntaste por la devaluación; cuando hiciste tu primera tarjeta para el día de la madre y escribiste que era «una mamá diferente». También me hace sonreír aún, el día en que contaste en tu colegio que tu mamá era muy gooooooorda, tanto que cuando se subía a la camioneta de tu papá, esta se iba de lado.

No olvido la cara de tu papá cuando le dije que tú tenías tu primer novio, a los cinco años, creo que si no le dio un infarto ese día nunca morirá del corazón. No olvido aquella tarde en la que me citaron en el jardín de infancia «Las Mandarinas» para contarme que mi hija había organizado una protesta y que todos los niños la secundaron, en su legítimo reclamo de que los niños necesitaban jugar más, y se pasaron todo el día jugando en el parque sin querer volver a los salones de clases. Para entonces, solo tenías cuatro años, cómo no recordarlo…

Tampoco olvido tu primer cambio de dientes y tu carta al ratoncito Pérez. También recuerdo cómo aprendiste a escribir el 7, que te lo enseñó tu amigo Tolia ¿Recuerdas las letras pegadas a la puerta del closet? Nunca olvidé cuando me pediste un perro porque te sentías sola. Así también, recuerdo aquel primer novio de la adolescencia; nuestras salidas juntas, las largas conversaciones cuando, por primera vez, sacaste un 11 en Anatomía. Te habías hecho adulta… Un día te fuiste y, pese a todo te esperé. Un día regresaste y me dijiste que sería abuela y, aunque casi me desmayo, sentí una gran felicidad.

He vivido contigo todo tipo de experiencias y sensaciones. Recuerdo cuando te acompañé a comprar tu primera gallina para experimentar con ella en la Facultad. Te acompañé cuando decidiste ser devota de Sai Baba y vegetariana; cuánto agradezco esto, al igual que siempre te agradeceré que me hayas ayudado a dejar de fumar cuando apenas eras una niña…

Pero no hubo un día más mágico que aquel 5 de abril… Mi niña se había convertido en toda una mujer, asombrosamente valiente, trayendo al mundo a su hijo. Creí que no tendría fuerzas para verlo, pero lo hice. La fuerza del amor es invencible; tanto que todas las veces en las que he tenido miedo por ti, él me ha fortalecido.

Tal vez fui muy exigente contigo en muchas cosas, pero te hice fuerte, decidida y, sobre todo, te enseñé a confiar en ti. Nunca olvido el día en que corrí el gran riesgo de permitirte que te lanzaras de un tobogán de casi 3 metros, teniendo apenas 3 años. No sé si hice mal, pero te probé que eras capaz de lograr cualquier cosa que te propusieras, aunque te diera miedo. De alguna manera, esa tarde la lección fue más para mí que para ti; aprendí que si confías en el amor hacia alguien y le das un mínimo de seguridad en sí mismo, ese alguien será capaz de mover el mundo, y tú lo has hecho; por eso me siento tan orgullosa de ti. Tal vez pienses que he sido la peor madre del mundo, pero cuando te observo y miro lo que haces y has logrado, siento que hice un buen trabajo. Traté de ser y hacer lo mejor por ti, pero tú has hecho mucho más por mí. Le diste a mi vida una y mil razones para estar aquí, para seguir adelante y ser hoy quien soy.

Gracias, mi vida.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS