¿En qué día vives?

¿En qué día vives?

Ana Yépez

31/01/2017

—¿En qué día vives?

—¿Qué día es hoy?

—Ni idea.

—¿17?, ¿martes o miércoles?

—Ni la menor idea.

—¿No te importa saber en qué día vives?

—No, en absoluto.

—Quizá sea domingo.

—No lo creo.

—¿Por qué estás tan seguro si acabas de decir que no tienes ni idea qué día es hoy?

—Simple, los domingos, a las doce en punto, suenan las campanas de la Iglesia y hoy no han sonado.

—Entonces, podría ser sábado.

—Tampoco

—A ver, ¿por qué no?

—Los sábados mi vecino va al mercado del pueblo para vender la cosecha recogida en la semana y cada vez que sale de su propiedad el perro ladra y corre detrás de su camión hasta que lo pierde de vista. Está mañana el perro de mi vecino no ha ladrado, así que no es sábado.

—Para que yo me aclare, no sabes qué día es hoy, no te importa en lo más mínimo, sin embargo sabes que no es ni sábado ni domingo, ¿es eso?

—Podemos decirlo así, ni es lunes.

—A ver, ¿por qué tampoco es lunes?

—Muy simple, los lunes mi otro vecino aprovecha que su mujer se va muy temprano a trabajar al pueblo, a la fábrica de conservas para verse con la enfermera a escondidas que libra los lunes.

—¿Cómo puedes saber que se ve con la enfermera y precisamente todos los lunes?

—No todos lo lunes, pero casi todos. La enfermera aparca su coche detrás de mi casa para que nadie lo vea, para que nadie se entere que están liados, pero yo puedo identificar el ruido de su coche y de esta manera puedo saber que es lunes.

—¿Y cómo puedes identificar el ruido de su coche?

—¿Recuerdas cuando mi mujer se hizo la herida en la pierna?, pues, era ella quien venía tres veces por semana a cambiarle la venda.

—¿Y el día que la enfermera no visita a tu vecino?

—Ese día tengo claro que no es ni sábado ni domingo, pero ni idea si es lunes o no.

—Y miércoles, ¿hoy podría ser miércoles?

—Lo dudo.

—Aja, ahora me vas a contar por qué hoy no es miércoles

—No, no tengo ningún interés, eres tú el que se preocupa por saber qué día es hoy, ya te dije que a mí me da igual.

—Ahora ya tengo curiosidad, tu método me interesa, podría adoptarlo para saber en qué día vivo.

—Eso lo tiene que ver cada uno, no es intercambiable, no es como prestarle las herramientas al vecino.

—Ya, pero ¿por qué no es miércoles?

—Muy simple, los miércoles ponen el mercadillo en la plaza.

—Lo sé, pero tú vives a las afueras del pueblo, desde aquí no puedes oír los gritos de los vendedores, ni puedes sentir el olor del queso ni ver a las mujeres que van y vienen con las cestas cargadas de verdura fresca.

—No necesito estar cerca para saber cuando hay mercado en la plaza y deducir, por lo tanto, que es miércoles.

—A ver, explícamelo.

—¿Recuerdas a Manolo?, el sobrino del cura, el hijo de Pili.

—Sí, la beata, la que se pasaba el día en la iglesia.

—Esa, pues Manolo se mudó al pueblo de su mujer, hace unos cinco años cuando se murió su suegro y heredaron la finca de la familia. Su suegro a parte de cultivar trigo criaba cabras, así que Manolo siguió con la tradición y para sacar mayor rendimiento de la leche fabrica quesos que los miércoles vende en el mercado del pueblo.

—Vale, ¡genial!, me alegra que me pongas al día de la vida del pobre Manolo, feo el hombre, un milagro que se casara; pero no entiendo cómo Manolo te ayuda a saber que es miércoles.

—Muy fácil, la mujer de Manolo no podía tener hijos, parece que intentaron todos los métodos, incluso fueron a consultar un especialista en Madrid. Entonces el pobre Manolo desesperado hizo una promesa a la virgen de la ermita. Le encendería una vela cada miércoles antes de ir al mercado si su mujer se quedaba embarazada.

—¿y qué pasó?

—Ahora tienen tres niños.

—Vaya con la virgen, tendré que pasarme a verla, tengo algunos problemas yo también. Perdona, pero sigue.

—Como un buen católico, Manolo ha cumplido con su promesa y cada miércoles antes de ir al mercado se pasa por la ermita y le pone una vela a la virgen en el altar.

—Muy bien, un hombre temeroso de Dios si no cumple su promesa. Sea cuál sea su motivación para ser tan constante en el pago de la promesa, sigo sin entender cómo la vela de Manolo te ayuda a saber que es miércoles o que no si tu no vives al lado de la ermita ni de la plaza del pueblo.

—Muy fácil, hace unos meses me sentía cansado, sin ganas de moverme y mi mujer insistió en que me hiciera un chequeo médico.

—¿Estaba preocupada por tu salud?

—No, ¡que va!, estaba harta de verme echado todos el día en el sofá sin poder ocuparme de la granja.

—¿Y entonces?

—Pues nada, el médico me dijo que tenía el colesterol alto, muy alto y me mando una dieta y la obligación de caminar todos los días unos cuarenta minutos. Me explicó que si no seguía sus recomendaciones podría tener un infarto o un derrame cerebral. Total que mi mujer se ha tomado el tema de la dieta a rajatabla y me obliga a salir a caminar cada día antes de irse al trabajo.

Se preocupa por ti la buena mujer.

—No, ¡que va!, necesita que me recupere para que me ocupe de arar el campo antes de que se me eche encima el tiempo de la cosecha.

—Nos estamos desviando, estábamos en lo del miércoles.

—Bueno, volvamos al asunto. La clave es que cada mañana tengo que salir a caminar cuarenta minutos so pena de que mi mujer no me eche de comer, esa fue la amenaza, así que hago veinte minutos de ida y veinte de vuelta, no hay que abusar tampoco.

—Y la ermita está a veinte minutos de aquí.

—Efectivamente, es mi punto de referencia para emprender el camino de vuelto. Cuando veo la vela dentro de la ermita sé que es miércoles.

—¿Y si un día Manolo se enferma y no puede ir al mercado ni poner la vela?

—Ese día no sabré que es miércoles, ¡ya ves que problema!.

—Entonces los martes, jueves y viernes no sabes realmente en qué día caen.

—No sin recurrir a la memoria o a la deducción como ya te expliqué.

—Es muy curiosa tu técnica.

—Es una cuestión de perspectiva. Cada mañana sin importar qué día es o qué fecha tengo que levantarme a las seis para ordeñar a las vacas y limpiar los establos, eso me lleva casi toda la mañana. Después, dependiendo de la temporada, tengo que salir al campo a arar, plantar, podar o recoger la cosecha. Cuando no me toca además hacer alguna reparación al tejado, reforzar la rejilla del gallinero por que algún listo se ha querido llevar algunos huevos o llevar al perro al veterinario. Dependo mucho más del informe del tiempo, de la lluvia, la sequía, las heladas o una nevada a destiempo que si es martes diecisiete.

—Entonces hoy es martes diecisiete.

—Eso creo.

—¿Y por qué no me lo dijiste desde el principio cuando te lo pregunté?

—Porque tenía ganas de conversar, llevo una semana sin hablar con nadie, mi mujer está en casa de Marisa, mi hija, la mayor que está a punto de parir y fue a echarle una mano con la granja.

—Sólo me queda una duda, ¿cómo sabes que es diecisiete?

—Eso necesita tiempo, pero no te preocupes, mi segunda hija está de seis meses de embarazo, cuando vaya a parir te aviso y te vienes a verme. Al menos que para ese momento a ti tampoco te importe en qué día vivimos.

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