Arrinconada en su pensar, aquella pequeña alma divaga en un pequeño mundo de fantasía. Te observo a lo lejos, como quien admira el destello de la luz opaca de la esperanza, siendo partícipe de esta crueldad que parece nunca acabar.

Indefenso me encuentro, postrado ante el recelo de lo que un día espero con ansías pueda entender mi precaria mentalidad; entregado a un ser que parece nunca escuchar, y sentado en un pequeño rincón de mi soledad.

Resignado al humo de un cigarro, mi mente escatima posibles soluciones a lo incomprensible; hallando culpables y cayendo en el vacío remordimiento de un alma caída en la desesperación y que no encuentra salida alguna frente a tal desconsuelo.
¿Será pues posible que aquello quienes tanto huyen pueda brindar a este servidor la respuesta que busca?
No entenderá pues, quien estime perseverar en justificar la injusticia divina; el escollo que contrae el pensar con la vaguedad del embrollo de la situación, que permitiese brindar alguna ayuda a este preceptor.

Nunca se busca pesar en ella -será la existencia misma la encargada de eso-; el tiempo deteriorará los contribuyentes de esta cruel historia, cegando su voluntad, liberando demonios que en sí nunca pudieron sopesar. El momento deslumbrara la penumbra trayendo consigo el idílico instante en que se pudiese disfrutar realmente de esta amargura, para hacer olvidar a aquella pequeña alma de su descontento, y poderle revelar la creación más efímera que aquel ser nos pudo brindar: la felicidad.

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