Crónica de una señora…

Diecinueve de marzo, la definitoria, estoy harto de aguardar, hoy me han visitado por un informe ambiental, no me gustó que fuese en Cañuelas, la tipa parecía ser una buena mina, la total ignorancia del porvenir y sobre todo esa temida detención me contristan. Me abrazo a la perrita, luego de la entrevista donde Murciélaga estuvo presente mostrándose nerviosa, corrió al patio de al lado y reja mediante y muy enloquecida, en su perruno hablar le contaba a Yeyo lo vivido, algo se decían, ella estaba muy alterada. Ahora duerme junto a mí, finalmente quedamos solos, nosotros y los canes, escucho a Bach, me hubiese gustado saber alemán…Ariel miraba por enésima vez «Crónica de una señora», el filme de la Borges, yo no lo recordaba, allí trabajaba Blanca Isabel Álvarez de Toledo, me comenta, la madre de esta loquilla que no deja de ocupar la pantalla chica por estos días, continúa haciendo fresco…Andá a quejarte con Magoya, sí, sí sí, Mongoreto Flores…, la computadora se apaga y mamá se encierra en su dormitorio, hoy llamó a la única hermana viva que le queda, esa mujer nunca la quiso, solamente pensaba en los suyos, hacía bien, pero tanto pensaba en ellos que no se detenía en joder a quien fuere con tal de obtener beneficios económicos que destinar a aquella prole de hielo, el destino le castigó haciendo que no la quisieran, el hijo nunca le perdonó no haberle dado un padre, jamás le escuché decirle mamá, supo transmitir aquel odio a sus vástagos, con noventa y tres años sigue sola acumulando billetes para esta gente, siendo capaz de prohibirse de lo indispensable. Mi madre le dijo «hola Negra», así le apodaron de chica, ella le responde «no me hables con esa voz de muerta», ahí culmina el llamado. Mamá siempre quiso que la gente la quisiese, terminaba comprando el cariño de los demás, haciendo cosas que la mayoría de las personas no hacen por nadie, varias veces se lo dijimos con mi hermano y nos mandaba al carajo, va a cumplir ochenta y cinco años y aún no aprende cómo son las cosas, me ha ocurrido algo similar, William no deja de enfrentar al viejo Pupo, aprovecha a cobrar venganza luego de tantas veces que le mordiese siendo más joven. William fue comprado aún cachorro. Pupo llegó cuando el primero ya tenía seis o siete años, a Pupo le recogió Ariel de la calle, un pequeño beagle perdido, grande. Ahora mi alienado hermano grita, pelea con mi madre, le culpa de haberles dado de comer provocando que se peleasen, hay sangre en el suelo, de fondo se sigue escuchando el diálogo entre la Borges y no se quién, nuevamente miraban «Crónica de una señora». Tengo miedo, permanezco recostado, me cuesta abandonar el lecho. Mamá no deja de protestar respecto del mal olor del viejo beagle, nada puedo hacer, el veterinario todavía no quiere sacrificarle, el perro come y toma agua, hay que aguardar, he vivido aguardando, aguardando la nada…Ariel continúa viendo aquella parodia, ya va a estar la comida, la perrita me espera a los pies de la cama, se me aflojan las piernas, deseo morir…No cesa de relatarme los nombres de quienes actuaren en el filme, otra vez está viendo el largometraje, me menciona a una González Guerrico, seguramente porque nos gusta aquella sala en Bellas Artes, supe tener una santa Teresa bordada en hilos de seda similar a uno de los cuadros de esa colección, lo doné al Museo de la Ciudad, jamás me agradecieron haber donado tantas cosas bellas, jamás…Tengo que levantarme de la cama y no lo quiero hacer, otro día, no puedo, tampoco cuento con el coraje necesario para darme muerte. He terminado el día cansado, un bosque de cerraja plagada de caracoles rodeaba la pileta, toda una tarde he dedicado a combatirle, en dos tarros plásticos de veinte litros, tarros que contuvieren pintura, procedí a colocar la cerraja aplastada transportándole en viajes de hormiga hasta la calle, así, y luego de infinitos ir y venir acabé por erradicarle de los entornos del natatorio repleto de algas y aguas procedentes de las últimas lluvias. Comienza a llover, lentamente pero sin pausa, William comió los tallarines de ayer y mojó su blanco pelaje, me visita cargado de olor a perro, el agua de lluvia le ha empapado, se sacude dentro de la casa con el consiguiente disgusto de mamá…, le escucho batir el puré de papas. Pupo cada día está más viejo, anoche se cagó junto a la heladera, a las tres de la mañana debí proceder a limpiar sus «puercadas», por dos veces salió al jardín a «pillar», tomó agua y volvió a su cama, le cuesta levantarse de la cucha y ladra reclamando ayuda para ponerse en pie. Durante la mañana ha vuelto a cagarse adentro. Marcela, la masajista, se ocupaba de la espalda de mi madre, William permanecía a mi lado aguardando tallarines, yo comía un plato de los que quedasen de la noche anterior, mi hermano le había pedido a mi madre que le cocinase una abundante cantidad, finalmente no los comió, ahora padece una especie de anorexia nerviosa, comí parte de lo que sobró y el resto se lo dí a William, quien celoso de su comida enfrentó al pequeño Pupo, lo saqué en brazos para que el grandote orejón no le lastimase, se puso nervioso y se cagó junto a su cama pisando sus propios soretes. Nuevamente a limpiar, Marcela ama a los perros y me ayudó acercándome prontamente el tarrito de la basura, luego con un trapo de rejilla limpié el piso, tres o cuatro veces, hasta recoger toda la caca. Ahora William no deja de ladrar pidiendo más comida, es insaciable. Pupo no ha querido comer, luego de evacuar junto a su cama se acostó y ya no se volvió a levantar, su final se aproxima, por la tarde comió una «colita» de pascualina de queso, se cae con frecuencia y ladra lastimosamente aguardando quien lo auxilie, hoy se cayó junto al televisor y permaneció resignado en el suelo, sin solicitar la intervención de nadie, él ha de percibir su ocaso.

Resultaron ser dos porquerías, llenos de problemas, resentidos y envidiosos, el puto villero y el cara de torta, no tengo suerte, sigo conociendo malas personas, a los dos acabé bloqueándoles, me conocieron y me odiaron, al flaco villero le di el frasco de Kenzo, así creí quedar a mano, se acostó una noche conmigo, por la mañana se fue con el perfume, no me importó, no quiero deberle nada a nadie, el cara aplastada obtuvo el libro que buscaba, lo triste sería que no le diese uso, pensaba hacer un trabajo con aquella novela, dudo que lo realice. Los dos venían de golpearse mucho, el indígena cara de luna llena provenía de un asentamiento muy pobre, se fotografiaba sobre paredes de tablas o ladrillo hueco sin rebocar, en sitios escasamente iluminados, olía a humo, habrían de calentarse con leña, muy a las claras se notaba enfermo de sinusitis, contaba bañarse con agua fría, le extrañó que tuviese termotanque. El flaco del Paraguay decía haber pasado parte de su infancia en una villa miseria, luego había sido verdulero y no sé cuántas cosas más, miraba de un modo horrible, el no aceptar la soledad me llevó a permitirle dormir esa noche conmigo, no me inspiraba confianza, de a ratos se mostraba machito, de a ratos una mujer, se comía las uñas, contestaba de mala manera…, buscaba un lugar donde vivir gratis, desde ya que no lo halló. Vio el frasco de perfume importado y me dijo, jamás tuve uno, ahí nomás se lo regalé, no debí hacerlo, habrá dicho que se lo daba pues a mí todo me sobraba, no carecía de nada. Siempre he sido, hemos sido muy generosos en casa, de nada nos valió. Decía alquilar un departamento de un ambiente y se le hacía difícil poder pagar todos los gastos derivados de tal alquiler, buscaba álguien que le diese cobijo, pero con esa forma de ser dudo que lo hallase… Había vivido unos cuantos años con un tachero en Constitución, pobre taxista, seguro lo cagó, era un sexópata indolente, me hacía acordar a esos alumnos de mierda que supe tener a cargo, todos resentidos, todos horriblemente envidiosos, hijos de putas y de borrachos, rodeados de falopa, con parientes y vecinos en la cárcel, mayoritariamente sucios, con olor a humo, de piel oscura, morochos…, aunque el paraguayo iba progresando, ahora laburaba en una librería…

En cambio el cara de torta tenía veinticinco años y no hacía nada, estudiaba periodismo, por favor, adónde va a ir a trabajar con esa carrera, encima recién comenzaba, le aconsejé volcarse a un profesorado, ha de haberme enviado a freír churros. Ahora llueve y los perros, como siempre, duermen. Me gustó un actor pornográfico, su nombre, Colby Keller, me hubiese gustado tener su cuerpo, su altura, siempre renegué de mi escaso metro sesenta y ocho, no de mi blancura, sí soñaba con tener ojos celestes, fueron verdes, al menos no lo fueron marrones o negros, aunque heredé la cortedad de vista de mis padres. Este idiota aborigen a quien cogí tres o cuatro veces en una noche quería presentarse como activo y no le salía, ni siquiera acabó una sola vez, pero tragar mi semen, sí que le gustaba. En un momento me lamía el culo y sentí que me mordía, lo hizo de hijo de puta, incapaz de coger sintió la necesidad de hacerme sentir mal. Inmediatamente me dí vuelta y le dije que me había dolido. Era muy tarde y no le eché a la calle de pura lástima, vivía en un barrio pobre de La Plata, estábamos en Congreso, no hubiese tenido cómo llegar a su casa o le habría costado mucho, además, estúpidamente, temí que álguien le robase o lo lastimara. Pero tenía merecido ir a la calle, aquellos dos debieron ser despedidos de mi compañía. Creo que es la última vez que tolero un extraño en mi casa, en mi cama, fueron muchos años de estar sólo con uno, que resultó ser tan bicho como estos seres de una sola noche, venía del mismo sitio, creí poder cambiarle, pero era la misma mierda con su carga de envidia y resentimiento, la misma que demostraron tener estos dos muchachos…, y esos horribles alumnos del secundario. Viene a mi mente la fea escena de aquella pibita a quien le regalé un alfajor y supo responderme «de nada», en vez de un simple «gracias», nunca podré olvidar sus ojos cargados de odio. Hoy mi padre cumpliría años, Pupo aullaba tirado bajo la lluvia, junto a la puerta de rejas, en el mismo sitio donde cayese papá esa noche también mojada al volver del hospital. Era muy tarde y sus locuras no tenían término, iba casi a diario al hospital de Cañuelas, ya no conseguía llegar, caía, le levantaban, volvía solo a casa, puteándonos, denunciándonos en la comisaría, volvía a caer…Aquella noche pensé no levantarle, dejar que la lluvia y el frío nocturno terminasen con él, no pude hacerlo, Pupo repite su historia, él lo odiaba, le tenía celos. Fue duro vivir con papá, hoy me desangro de dolor y no sé cómo continuar, la incertidumbre duele, no creo poder soportar la prisión y quieren verme tras las rejas, pobre mi hermano, mi madre no ha de tolerarlo, morirá, pero ella hubo de colaborar inmensamente en todo este pesar. Entré a la pieza y creí ver a Pupo, era la perrita. Ayer le sacrificaron, llegué de Buenos Aires y no vi su camita, William dormía solo en su grande colchón, cama por la que disputaban a diario. Su cadáver descansaba en el lavadero del fondo, por la noche se deshizo de su cuerpo en un lote del ferrocarril, allí Ariel le sacaba a pasear, a dos cuadras de casa han quedado sus despojos, no me dejaron sepultarle en el jardín debido a la mala experiencia que sufrimos con Byron, al que los otros canes desenterraron. He llorado su partida, era el perro de mi hermano, él le rescató de la miseria, él se encargó de su final.

Con más reflejos que una babosa, y la re puta madre que los parió a todos, me duele la cabeza y no dejo de atorarme con basura…Esos muñecos de peluche escondiendo un ser humano, apenas respirando, prisioneros de un abismo, «se arriesgan lo mismo», por un mango en estos putos países condenados al desastre, abstraigo la mente y les sigo viendo en la peatonal de Lima, ahora…,en un video infantil. Así me siento, como esos pobres idiotas transpirando de forma bestial y a punto de no seguir respirando embalsamados de un inmenso peluche, todo para divertir, siempre habrá de aparecer álguien precisado capaz de dejarse asfixiar ante la falta de oportunidades y la explotación e inhumano actuar de otros. Detrás de la ternura el horror, siempre lo mismo, esta noche recién comienza, es larga pero no quiere dejar de reiterarse…Hoy me he sentido resfriado, Ariel me pasó el resfrío, tomé un jarabe y un ibuprofeno 600 que me perforó el estómago. Fui al gimnasio pero no caminé en la cinta, vi un morocho ojeroso, me gustó, pero como siempre los gays estamos condenados solamente a mirar…, mi hermano no deja de hablarme de una heladera color turquesa, de un lavarropas y muebles del departamento que vio en Congreso, jode con el colchón, si compra ese departamento, lo tira o lo da vuelta, luego sale con que le causa asco, «no, no, lo tiro a la calle», «tiro el colchón y compro uno nuevo», no pinto…, «si querés lavá las paredes con detergente», me sugiere…

Ya estoy en Bahía Blanca, se ve que en este lugar del orto escasea el agua, veo que de la canilla salen muy pequeños pedacitos de algas o algo similar, ha de ser agua estancada que luego es distribuída en la red.

Aquí hace mucho frío, entré a la catedral y tomé varias fotos con el celu, me olvidé de rezar…, al salir lo hice, dudo mucho acerca de la religión, por temor o aguardando ayuda de no se dónde recé el Pésame, me resisto al Padre Nuestro, tampoco se si Cristo es nuestro padre, en el Pésame no se le nombra, aunque en el Pater Noster no aparece, pero está en la Biblia y el Pésame no, parece ser una invención de santa Teresa. Bueno, finalmente recé y salí a seguir fotografiando lo que veía…, el monumento a don Bernardino, la municipalidad, que parece una iglesia, las grandes placas de bronce del monumento británico… Nada para que te tomen para el churrete…, nada de risa…, mucho frío e incertidumbre. «Te tomen para el churrete»…, eso me lo repetía mi madre, ese era uno de los castigos a los que habría de estar expuesto todo gay, habría de ser vulnerable a las burlas de los demás, a servir de payaso a risas ajenas, a ser el hazme reír de la gente y no se equivocaba, lamentablemente no se equivocaba «servir para el churrete». Sigo en este hotel con pisos de vieja pinotea reciclada, no veo el momento de rajar, el palomo no deja de cantar, qué bicho caliente, peor que un humano, tampoco quiero salir a la calle, no me quiero apresurar, afuera el frío y el viento no invitan a permanecer mucho tiempo a la intemperie, quiero sacarme de encima esa cita por la maldita licencia, voy a tener que caminar cuarenta cuadras de ida y cuarenta cuadras de vuelta, queda muy lejos del centro, no se con lo que me voy a encontrar, no estoy bien de los nervios, espero no tener que discutir con nadie, sigo hecho mierda aunque resignado , hay mucho silencio, se ve que es poca la gente que utiliza el hotel, un hotel feo y caro, se aprovechan, caes en esta ciudad y te ves obligado a usar lo que te ofrecen, sigo con los pies helados, aunque el cuarto está bien calefaccionado. Anoche escribió el pintor, el de los paisajes campestres, el de los arbolitos parecidos a los de García Uriburu, debe de estar vendiendo nada, cree que le puedo llegar a dar una mano, apenas puedo sostenerme y no se cómo escapar al lío en el que me involucré, lo siento por él, lo siento por mí…, las dos barras de hielo que son mis «patas» no dejan de molestarme, tendré que pegarme un baño para recuperarme y salir a la calle. mañana hay que volver, el tren parte a las siete de la tarde, de noche, debo desocupar la habitación antes del mediodía, tendré que ir a una confitería y aguardar el momento del regreso, todavía le tengo dentro de mi cabeza, el palomo sigue cantando, la pequeña heladera se ha activado, no hay ruidos, el hotel está desierto. Me quedan dos bollitos de salvado Panex, los compré antes de salir, las masas que comí anoche me han caído para el culo, no tengo hambre. Esa pizza asquerosa continúa en la heladera, junto a las masas. Creo que pongo todo en una bolsa y se lo llevo a los perros. El tiempo se demora, no quiero estar más aquí, dibujo pavadas para pasar el rato. Tanto pudo haber mentido…, cuanto tiempo perdido. Aquí…, aguardando a que se aproxime el horario para empezar a caminar todas esas cuadritas, parece que la licencia por familiar a cargo que hube solicitado el año pasado fue rechazada, de igual forma le había limitado en enero. Es imposible volver, con qué cara, con qué serenidad, esperando la nada, eso ha muerto en mi vida, ni siquiera me siento capaz de retomar el tercer año del Bachillerato para adultos, siento inmensa vergüenza, de lo que hice, de lo que me ocurrió, todos sabían que estaba con él, debí haber optado por la soledad, al menos no me hubiese visto envuelto en estos desastres, desastres de todo tipo y especie, morales, materiales, anímicos, espirituales…Sin saber dónde ir, qué hacer, solamente esperando, aguardando quién sabe qué cosa…, y el tiempo continúa deteniéndose, ni ganas de bañarme tengo, volví a comer esa pizza desabrida, me es difícil acabar con ella, tampoco quiero comprar más comida, todo me hace mal y nada encuentro sabroso, un día más en esta lejana ciudad bonaerense, similar a La Plata, fría, un pueblo grande, con su inmenso monumento a Rivadavia y esa municipalidad fácil de confundir con una iglesia. No se qué decirle al psicólogo o psiquiatra que me vea en esa junta médica a la que me han citado, ya no quiero contar nada, me hace mucho daño volver sobre lo mismo, olvidar es cuasi imposible. Tampoco se si la educación sirve para algo, en mi caso parece no haber servido para nada, fue tal el daño que me causaron quienes me criaron, sin quererlo, sin pensarlo, abriendo las puertas a daños mayores, creando una persona que habría de servir a la burla de los otros, no se daban cuenta de lo que hacían…

Fue querer enderezar un alambre retorcido, durante doce años traté de hacerlo y fracasé, él estaba predestinado al fracaso y era un haragán que succionaba lo que tenía cerca, haciendo que también fracasara. Un palomo caliente no deja de llamar a la hembra, no logro verle, solamente logro escucharle, aquí continúa haciendo mucho frío, la comida es fea, aún tengo más de media pizza en la heladera del cuarto y las masas finas que compré son asquerosas, acabaré comiendo el pan de salvado que traje de Buenos Aires. Ariel está preocupado por mi destino, viaja frecuentemente a la Defensoría a ver qué pasa con lo mío, me duele haberle metido en esto, no lo pude manejar. Me han otorgado la licencia con goce íntegro de haberes hasta los primeros días de octubre, estamos a comienzos de julio, es feo tener que pasar por esto, las doctoras no me vieron bien, salí muy bajoneado de allí, un parque similar a un potrero rodeaba el centro médico, oriné junto a un eucaliptus reprimiendo las ganas de llorar, luego caminé por una avenida orlada de lindas casas, creo que se llamaba Alem, este prócer se pegó un tiro…Pude ver dos o tres palacetes franceses con torre y pizarra en sus tejados hasta llegar a dar con el monumento de los italianos, el que fotografié. Luego comí en un local de alfajores Balcarce, me pedí uno de ojaldre, los que más me gustan, nuevamente las ganas de llorar, estaba sentado mirando a la calle, comí, pagué y me fui. Ya en el hotel me he bañado dos veces, me he pajeado y terminé de comer las asquerosas masas finas de un lugar llamado Las Violetas, pero que a nadie se le ocurra compararle con la confitería Las Violetas de Buenos Aires…Me he puesto más obsesivo con la cuestión de dejar todo impecable en hoteles y confiterías a los que voy, ya lo hacíamos con él, ahora se ha transformado en algo «enfermizo», sé que así no es como se debe de decir, pero mi madre repetía invariablemente esta tonta expresión, y ahora vuelve a mi cerebro. A nadie ha de importarle ver los lugares por mí pisados como si nadie los hubiese transitado. En todo caso las mucamas dirán, «estuvo un puto, dejó todo limpio». Él tenía la razón, son sus palabras, cuando nos despedíamos de un hotel dejando el cuarto impecable solía repetir «estos putos de mierda dejaron todo limpio», eso va a decir la mucama. Sigo encerrado en el hotel y aún falta un día completo para abordar el tren de vuelta. Ahora piden un treinta por ciento de aumento para las asignaciones universales por hijo y los planes sociales. Sigan teniendo hijos, lo que va a ser este país en un par de años, esto termina por reventar por los aires, nadie parece darse cuenta de nada, nadie quiere darse cuenta de lo que ocurre. Los periodistas lucran mostrando los horrores sociales, pero a quién se le ocurre terminar con la reproducción indiscriminada de una población condenada, a nadie. De los países vecinos llueven miserables, es un círculo viciosos que no parece tener fin, ignorancia, miseria, planes y más planes, votos, putos votos que esconden lo peor, pibes y más pibes y así por siempre, una población de indigentes en constante crecimiento…De personas que en su inmensa mayoría han de repetir la misma historia de sus progenitores, un crecimiento inconmensurable de futuros problemas para un país quebrado…

Debía desocupar el hotel a las diez y el tren regresaba a Buenos Aires a las diecinueve, me caminé todo Bahía Blanca y aproveché a alimentar a los hermosos patos del parque de Mayo, se comieron la pizza que me sobraba. Cosa extraña, allí pude ver un cardenal en libertad. Volví a comer, feo y caro…

Ya estoy en el tren, solito en el camarote, y ya me quiero bajar…

Los muy putos no me permitieron descender en Cañuelas, hube de hacerlo en Monte a las seis de la «matina»…,a la re concha de su madre con todos…, el guarda sorete no quiso o no pudo hacer o lograr que bajase en Cañuelas. Me quedan dudas respecto de sus buenas intenciones, de sus supuestas buenas intenciones… Menos mal que un trensito diesel aguardaba a que pasase el «rápido» para prestamente tomar rumbo a mi pueblo, cuatro gatos locos trepamos en aquella formación, el gordo de seguridad me ofreció un cartón para sentarme sobre él, tenía razón, así no sentí tanto frío, luego de dos paradas y una hora de gélido viajar hube de desembocar en la estación de Cañuelas, eran las siete y diez de la mañana, había bastante gente sacando boleto para el semi-rápido a Plaza. A la «chanchita» de la cual bajé, raudamente le vi partir para Ezeiza, no subió nadie, los trenes han muerto, se les mantiene funcionando pero la gente les ha abandonado. En Bahía Blanca hemos de haber subido veinte personas como mucho, en Monte éramos seis y a Ezeiza continuaba vacío. La combi mató al tren, el colectivo le fulminó, Aunque yo ame viajar sobre rieles, la pena capital a la que le han condenado es difícil de conjurar. Aquella noche de vuelta en el camarote fue difícil dormir, los mormones vecinos no dejaban de entrar y salir, y al bajar en Olavarría, dos cacatúas parlanchinas vinieron a reemplazar a los sectarios de camisa y corbata. «Piensa mal y acertarás», creo que les regaló un viaje gratis, en camarote, mi amigo el guarda, el que no quiso abrirme las puertas de la formación en la estación de Cañuelas. Fue raro que no les ofreciese sábanas, fundas, toallas y frazadas, lo hizo con todos, menos con estas dos loras pampeanas, la más joven, una cincuentona no dejaba de gritar y reír informando por teléfono que iban en camarote, hablaría con una amiga, pero eran las dos de la mañana, sentí ganas de acogotarles. Al bajar se lo comenté al hijo de puta del guarda, su rostro mudó de tono, había gato encerrado…Así funciona todo en la Argentina, la cincuentona le tirará la goma y el tipo les consigue un camarote, total…, pagamos todos.

Ariel ha ido a notificarse de reubicaciones de horas mías del Bachillerato de Adultos en el Cens o no se qué cosa, ni me presenté, fue mi hermano por mí, «ya nada quiero saber de toda esta mierda», nada en lo absoluto…Papelitos, lo único que han de recibir de ahora en más, papelitos avalando días y más días de licencia, y así hasta jubilarme, no volver, no ver a nadie, y si me detienen, que me detengan, pero a la escuela nunca más, nunca más ver esa gente, nunca más tratar con nadie, nunca más rendir cuentas a nadie. Esto fue lo peor, nosotros nunca nos encontramos en condiciones de tratar con nadie, esa es nuestra historia. Hay incertidumbre, ahora es reina, incertidumbre frente a la disyuntiva de verme en libertad o tras las rejas, incertidumbre de lograr alcanzar a jubilarme o encontrarme apresado antes de la ansiada jubilación, del merecido retiro…William continúa pidiendo comida, le hablo, le digo que luego se descompone, que le hace mal comer desaforadamente, como si comprendiese lo que le estoy diciendo. La culpa es nuestra por comer delante de los perros, por compartir comida con los amados canes.

Amor de cuatro días, virtual, estúpido, inadecuadamente estúpido, la soledad, la depresión, el no saber o no querer ocupar el tiempo en otra cosa que no sea procurar bajarle la caña a un tipo, resultó un seguidor de «la Kristina», puto, casado, con familia, un ingeniero con faltas de ortografía, no quedaba otra que creer el inapropiado chamuyo, respondido de otro mucho peor, llamando lindo lo feo, halagando lo que no merecía halago alguno, dorando la píldora a quien se sabía despreciable, tiempo perdido, sueños robados, risa y bronca, tontamente, sin un por qué, aquella ciudad fría y ventosa volvió a hacerse presente, Bahía Blanca, qué tendrá que ver la remota urbe pampeana, nada, por obligación le hube visitado en invierno, por aburrimiento, soledad, calentura, idiotez, he vuelto a enredarme en sus avatares, virtuales hoy, afortunadamente virtuales…Mike Bahía firmaba el desquiciado, fotos abrazando a la mujer, al menos tachaba su rostro, cómo se puede ser tan hijo de puta, qué familia de mierda podés llegar a edificar, qué digo, a demoler, a destrozar, y los hijos…, y la mina, todo un desquicio, debieran matarles…, me suplicaba se la enterrase, le tratase como a una mujer, le humillase, le garchase a pelo y qué se yo cuantas cositas por el estilo, se depilaba, un gordo depilado, cincuentón, zurdo, puto, buscando lencería, ahora me río, cuatro o cinco días jugando al gato y al ratón, calentando la web, pero vió el rollo de papel higiénico con el rostro de la Kristina, un par de meses atrás lo había compartido en facebook, fue el fin, menos mal…Mientras todo esto sucedía no pude evitar de ir al cinema, el simio allí dentro seguía, había acabado con un pibe y la tenía muerta, borracho puto y mentiroso, si no se te para, otra cosa no atravesó mi cabeza, daba vueltas, me vió mirando la tele, pasaban un reportaje a Marta Minujín, estás entretenido, me dijo, se perdió en la noche…Y un petiso de pies pequeños, pero con el pito muy duro llegó a traer un ratito de placer, olía al desodorante que vuelcan en el piso de los colectivos o el que ponen en los automóviles, o era tachero o colectivero, pero la tenía re dura y tan derecha que parecía salida de un molde, le pedí la leche, seguí suavecito que te la doy, y me la dio, poca, pero bien, escupí, aunque me quedaron grandes ganas de morfarla. La noche recién empezaba, un peruano muy posiblemente apestado no dejó de mamármela, y se prendió un gordo negro y pijudo,lampiño, el peruanito se metía las dos, el gordo estaba chivado, mientras le olí el sobaco acabé como un caballo y el peruanito se afanaba en recoger con su boquita lo que se derramaba de mi verga. Me fui y ellos dos siguieron. Una hora más tarde volvía a ver al morochito latinoamericano, escuchaba cumbia peruana y tomaba cerveza, nos pusimos a conversar, ya le había visto chuparle la pija a todo el cine, estaba mal, no dejaba de cantar las asquerosas cumbias, era fan de Thalía, de Aguabella, o algo así, de una tal Maricarmen Marín, me nombraba gentes que desconozco, la única que conocía y que no me gustaba era la mexicana pero no se lo dije para no ofenderle, era un gran seguidor suyo. Me pidió que lo abrazara, me preguntó si seguía creyendo en el amor, le dije que no, lo abracé, me conmovió verle así, enfermo, borracho a punto de llorar, sin trabajo, seguimos conversando del Perú y de cantantes latinoamericanos, sonreía…Tomamos cerveza juntos, era tanto lo que el pequeñín había bebido que no dejaba de ir a orinar, me pidió que lo esperase,pero el oso había divisado otra presa, no sé por qué me frené y salí con él de aquel antro, no tenía dónde pasar la noche, me lo traje al departamento, se deslumbró al ver discos compactos originales de sus ídolos, me dijo que jamás había tenido un original en sus manos, sólo copias, iba a llorar, fuimos a dormir, no quise penetrarle por miedo, se veía mal, pero me enternecía, tampoco me excitaba su cuerpito muy delgado, demasiado delgado, no pude dormir, o dormí muy poco, a eso de las nueve de la mañana lo llamó la tía y se fue, se despidió de mí dándome la mano…, todos nosotros estamos irremediablemente condenados a la soledad, a las pestes, al suicidio, a la depresión, a no encontrar trabajo, a ser discriminados, a que se burlen de lo que somos, a caer detenidos, a no contar con nadie, a ser traicionados, son pocos los que se salvan de esta espiral venenosa, me voy a dormir…

Tres días como un reventado, saliendo de un cine e ingresando en otro, del Ideal al Multicine, poca gente en el primero, por segunda vez un negro colombiano se me acercó a manosearme ofreciendo sus servicios, ya lo había hecho en otra ocasión, ni me va ni me viene, se muestra «zalamero», pero al no darle pelota claramente se descubre su bronca, su maldad, le es difícil de ocultar. En las salas de abajo no pasaba nada, subí las viejas escaleras de mármol y en una de las salas de arriba un cordobés joven y regordete, macizo, no dejó de chuparme el pedazo, luego le llamaron al celu, se fue, continué mirando, en otra sala ya había podido observar la presencia de un tipo canoso, de barba, cincuentón, alto, un ex deportista, y lo era, un profesor de educación física jubilado, con una chota hermosa, medio muerta, me animé y se la chupé un ratito, tenía gusto fuerte a meo y a transpiración, tenía que irse, dijo ser de Madero…, la búsqueda no terminaba, nuevamente el cordobés, le daban popper, chupaba la poronga de un flaco viejo y dotado, se la arrancaba, siguió con la mía, pero mientras lo hacía la droga que acababa de tomar hizo que se cagara en el suelo, creo que era lo que deseaba hacer, pues mientras me la mamaba permanecía en una posición similar a la adoptada delante de un inodoro, inmediatamente rajé del lugar. Terminé pintando la pieza de rosa, se hizo tarde, el calor era insoportable, la calentura arreciaba, me enlisté y mis patas no dejaron de arrastrarme hasta las escalinatas que descienden al averno llamado Multicine, un morocho de dos metros diez de altura me estaba esperando, nunca ví un tipo tan grande, estaba algo gordo, pero igual, era una bestia, chupaba cerveza y le daba a la merca, le costaba que el amigo remontase vuelo, pero cuando lo hacía, mamita, qué tamaño, le dije ir en busca de una cerveza, me dijo esperarme, no cumplí, conocí a un pibe muy flaquito de veinticinco años, tal vez de menos edad, me persiguió y no quiso largarme, dijo que le gustaba demasiado, que creía que yo no habría de darle pelota, me tomó de la mano arrastrándome hasta un rincón pequeño y oscuro de la sala donde exhiben porno travesti, un rinconcito similar a un nicho, allí nos desnudamos, lavó todo mi cuerpo con su lengua, besó mis labios, dijo amarme…, chupó mi pija con verdadero hambre, pero dijo precisar que le penetrasen, me pidió permiso, marchó en busca de aquello, yo no quería hacerlo allí, al rato pude ver cómo le rompían el culo cabalgando a un rubio grandote…, volví en busca del gigante, le hallé enojado, me recriminó la partida, le conté que le había buscado sin saber hallarle, mentira, me había perdido chupándole la pija a un santiagueño dotado, pero muy trolo, no quise seguir, eso me la bajaba, le pregunté a este flaco si lo había visto a don gigantón, me dijo que sí, volví a buscarle, ahora no dejaba de mandar cocaína a sus narices, yo ayudé con cerveza, se le volvió a parar, hermosa, deseable, un negro miraba, era un «brasuca», mi nuevo amigo, a quien llamaban «Chiquito», comenzó a bardearle, «grone, vení, querés pija, vení, grone no te hagás la diva, vení que te cojo», y el «grone» sí que vino, «mirá cómo me lo cojo», me comentó «Chiquito», el brasilero la cabalgaba con deleite, se desnudó y tenía un cuerpo hermoso, mientras se lo cogía yo le chupaba la pija con gusto a crema de manos, tenía todo el cuerpo encremado, un amigo miraba. La cosa acabó y el gigante se garchó a un travesti y yo me fui con el pibito veinteañero, era tierno, bueno, deseable, un niño y un depravado…Allí comenzó algo que habría de durar tres días, acabé, me tomó la leche con los dedos, la absorbió de arriba de mi abdomen, le penetré, le dolió demasiado, le volví a acabar y en un momento me llamó la atención las veces que lo había podido hacer con mi edad a cuestas, tenía cincuenta años. El pibe no dejaba de reír con mis cuentos, fuimos a comer a un Starbucks, fuimos a comer a un chino, a un Mc Donalds, al Hard Rock de Recoleta, al cementerio de la Recoleta, al Museo Nacional de Bellas Artes, al Centro Cultural, todo le gustaba, se nos hizo tarde y el sábado nos quedamos viendo a bailarines callejeros y grupos de rock en las terrazas del paseo, en la Recoleta…, el amor volvió a presentarse, me puse en curda, nos emborrachamos los dos mientras escuchábamos música y mirábamos un cielo nublado de estrellas sin brillo, le besé en público, miraban mal, no me importó, un flaco que bailaba solo nos felicitaba en su borrachera, una venezolana que se prostituía llamó a Nico y le dijo que él no podría haber comprado aquellos baldes de hielo rebosantes de botellas de cerveza Corona, tenía razón, hablaba por envidia, me acerqué, le decía al pibe que yo era un sugar daddy, «soy puto, me gustan los chicos», «no me lo digas de nuevo, ya me lo dijiste dos veces», la negra se había enojado, quería tenerme como cliente, seguí besando a mi chico, «nos miran mal, me dijo Nico», «vamos a no sé dónde», pero ya la bebida comenzaba a descomponernos a los dos, éramos un desastre, yo peor que él, al boliche no nos dejaron ingresar, terminamos en zoom, la noche anterior allí mismo habíamos estado, en una cabina le habíamos chupado la pija a un tipo cargado de cocaína, Nico no dejaba de drogarse, yo tomé un poco de la pija del chavón, un musculoso con olor a chivo llamó mi atención…, un tarzán negro se la dejó chupar un rato, pero no era yo quien le gustaba, era el muchacho. Un maricón flaco, feo, adicto, le ofreció más droga a Nicolás, fuimos con él, no tenía cómo pagar el telo, nos fuimos al carajo. Luego de las terrazas de la Recoleta, luego de la gran borrachera, otra vez en el local cruising-dark rooms, Nico se fue en busca de merca, yo me desplomé en un sillón, donde oriné y vomité. Le perdí, con mis documentos y tarjetas, conseguí salir del antro y caminé hasta el departamento, al rato llamaba a la puerta, volvió, algo había pasado…

El peruanito halló laburo, de ocho de la mañana a ocho de la noche, cosiendo billeteras de cuero, pobrecito, nada puedo hacer, es una vil explotación, pero es eso o el hambre, si vuelve al Perú, allí le aguarda una pareja, pero también los golpes, el tipo le pegaba, la madre,creo, se desentendió del crío, nada, nada, un barullo sordo me embarga, entre mis dramas y los ajenos creo reventar. Matando la angustia, quemando recuerdos, otra vez fui al cine, al de la calle Yrigoyen, olor a humo de un petiso parrillero, acabó muy bien, yo venía de días de no dejar de coger, acabé, pero poco, un brasilero, el día anterior, me había secado, su culo era impresionante, le dí sin asco, a pelo, un idiota he sido, terriblemente idiota, pero ya está hecho, lo hecho hecho está, espero que no estuviese enfermo, tenía veinte años y estudiaba medicina en nuestras pampas.

Un calor de la gran puta, me vine de Cañuelas pensando hallar a Nicolás, el joven no apareció. al llegar me encuentro a la vieja portera meta que dale abanicándose con un gran abanico rojo de encaje de nylon, habían cortado la luz en el barrio. Ella y su hija tomaban el escaso frescor de la calle. Antes de subir al tren un petiso me miraba, terminamos intercambiando teléfonos, para nada, nada ocurrió, todo murió allí. Iba a Lobos, me decía no entender el horario adosado a una de las paredes de la estación. le dije, «aguantá que me pongo los anteojos», uno junto al otro nos pusimos a ver aquella pizarra, tan juntos que mi mano tocó su poronga.Era pequeño, peludo, con cara de sátiro, me dejó caliente, casi se vino conmigo a Buenos Aires. Nicolás estaba en pareja con otro pibe que laburaba en el rubro computación, quien merded a sus saberes le pinchaba teléfonos, cuentas de face, instagram y todo lo que pudiee estar rodeado de un margen de relativa seguridad. Este pibe, en un arranque de celos, le había abierto el cuello con un vaso roto. Ambos estaban enfermos de sida, a Nico se lo había pasado un negro dominicano de profesión dealer, quien le suministraba cocaína a cambio de sexo, dijo haberse dado cuenta de que le iba a enfermar, pero él había huído de su casa y no tenía adónde ir. El negro le había brindado casa, comida y drogas, pero el precio fue alto. la depresión en la que Nicolás se hallaba le llevó a enfermarse, a no importarle contagiarse de sida, buscaba la muerte, así me lo confesó. Luego le operaron dos veces, contaba sólo con veinte años. me enterneció su historia, pero el daño que le causaren fue mucho, tanto que le transformó en un alcohólico, drogadicto, sidoso, difícil de encausar, lamenté su distancia, tal vez fue lo mejor, me dolió y me confortó, una extraña sensación de paz y de pesar…Sigo en la puerta, ya no aguardo el regreso de Nico, un muchacho me compró una radio por Mercado Libre, al no haber luz, el timbre no funciona, le espero en la vereda, aparece, es una bestia, me quedé sin habla, se me para… Una vecina preocupada pensó que había perdido la llave y se ofreció a abrirme la puerta, los vecinos son amables, el porteño es así, es genéticamente amable, cortés, muchas veces lo he podido experimentar, por ello respondo del mismo modo, y bue…, nací en Buenos Aires. Con Nicolás nos besamos dentro de un vagón de subte intervenido, estaba en el Centro Cultural Recoleta, volvimos a besarnos en una sala larga y estrecha, cuyas paredes y techos aparecían sembradas de colores fluorescentes proyectados o acentuados por juegos lumínicos que parecían proceder del suelo, me sentí un adolescente, aunque en la adolescencia permanecí recluído al igual que unmonje. Antes de ingresar al Centro Cultural habíamos contemplado las acuarelas de Turner, y en la sala Guerrico llamaron la atención del muchacho las tijeras de cortar pabilos escondidas entre mates de plata de una de las vitrinas de aquella familia amante del coleccionismo. Volvieron a cortar la luz y con Nico se cortó todo vínculo, no lo lamento, así debía de ser, tampoco me excitaba su extrema flacura, no podría convivir con un enfermo, a no ser que yo también lo estuviese. Un balcón viejo y atorado de plantas, potus y otras yerbas no deja de fijar mi mirar, espantosas cortinas marrón, naranja y blanco, mugrientas, velan el gran ventanal de maderas resecas, un gordo tatuado se esconde detrás de todo aquel descuido, el llamador de ángeles que cuelga junto al ventanal no deja de sonar, el gordo parece ser un tipo joven, de unos treinta años, grandote, no tan gordo, más bien robusto, para darle sin asco. La verdulera de enfrente ha sido muy amable y honesta, no quiso venderme un melón pues dijo estar verde, una boliviana delgada y elegante, pausada, otra me lo hubiese vendido verde lo mismo. El melón no estaba rico, entre verde y podrido, lo limpié y lo comí lo mismo, al menos sirve para mover el vientre, pero ciertos pedazos hube de masticarles con fuerza, faltaba maduración. Nuevamente sin luz, vuelta al cine, por dos noches consecutivas, un jujeño horrible, que tenía miedo de chupármela, no sé si era tan feo, pero hablaba igual que Flavio Mendoza, me la bajaba, tenía barbita en la pera y bigotito, de veintitrés años, del barrio de Liniers, le acabé en los bigotes, se comió un sandwich de atún, ingresamos con la luz cortada, con una linternita dorada en la mano, prendí velas, a los pocos minutos escuchamos el ruido del ascensor, la luz había regresado, los recuerdos regresan y me dañan, todavía no le olvido, tantos años perdidos…Llovía fuerte y el morochito marchó, ya no le aguantaba más, muy femenino, muy nena. A la segunda noche el cine estaba lleno, un oso grandote y morocho fue el encargado de deslecharme, no me gustaba, tenía los pómulos hundidos, treinta y cuatro años y laburaba de asistente terapéutico, vivía en Balvanera, se llamaba Sebastián, tan grandote y tan maricón, caminamos juntos hasta el Obelisco, allí cada uno tomó para su lado, por cortesía quise dejarle mi teléfono, pero afortunadamente el suyo se había quedado sin batería y yo no traía el mío a cuestas, chau, chau, besitos, besitos, decía Mirtha Legrand. Este sí que no se parecía en nada al Sebastián que tuve de alumno, tan bonito, mostrando su hermoso culo provocador, tan sexual, insoportable pero bello, con un padre trolo, lindo casi como el hijo…Cuatro y media de la mañana me llama Nico, yo estaba re dormido, quería merca, qué desastre, me río de las cosas que me pasan, no doy pié con bola, es hora de almorzar, iré a la china de avenida de Mayo, junto al Barolo, es simpática, la comida es buena, la tarada de arriba no deja de hablarle toda «chochola» a su nenita, esos padres que hablan a sus hijos como si fuesen idiotas, papá no sirvió «para merda», pero se levantaba como leche hervida cuando veía estas situaciones, no le gustaba, a mí me ocurre otro tanto…»qué te pacha», «qué te pacha», «a vede», !ah, ah, uh, uh, ta, pa», y no sé cuántas pelotudeces más, y de fondo se escucha la voz atildada del padre, y la piba llora, no podía ser de otro modo, qué padres, pobrecita, uno puto, y la otra una traductora chiflada y «mandona». Son los que no soportan los ruidos, aunque creo que es la mina la insoportable con esa cuestión. Fue ella quien me vino a tocar el timbre cuando escuchaba bastante alto la música del príncipe Pal Esterházi, me acuerdo que la hice pasar, recién me mudaba, y le regalé un frasco grande de colonia Watteau para la nena, las otras tardes, enojada por la falta de luz y huyendo con su hija, ella para un lado y él para otro, sin ni siquiera besarse al despedirse, me dijo que la colonia la usaba ella todas las noches, no la nena, que le aproveche…Hizo un lío de la gran siete, como si su hija estuviese corriendo riesgo de muerte por cuatro o cinco horas sin luz. Es altanera, prepotente, se nota que es el hombre de la casa, pobrecilla la pequeña, seguro la sacan tortita, con un padre puto y una madre asumiendo un rol errático, es muy probable que esto acontezca. Los chinos de junto al Barolo tenían cerrado, me pareció extraño, cuando comíamos con Ariel el domingo, estábamos solos y apareció un chino de la calle que fiscalizaba todo y hablaba con la dueña, luego vino otro chino más, miraban, controlaban, hoy está cerrado, siento mal olor, esa gente se maneja mediante el empleo de mafias. Tuve que ir al otro chino, junto al hotel Castelar, comí lo de siempre, puré de papas y ese pescado en una salsa que creo es de soja, color marrón, sigo solo, nunca debí de estar con nadie, me había acostumbrado a estar solo, con mis cosas, con mis libros, con mis perros, con mis plantas, todo lo malogré…Me acabo de bañar en el patiecito luego de darle una manito de pintura al balcón, la loca de arriba seguía pervirtiendo a su hija, algo trituraba con la procesadora, «mirá, mamá va a moler», «bu, bu bu», e imitaba el ruido ya de por sí insoportable de aquel artefacto, la piba le respondió llorando, no podia ser de otro modo… Las chicas de la barra bailaban para nosotros, cada vez más borrachos, qué noche tan extraña, un drogadicto sidoso y un borracho soltario, qué dupla, el calor sigue soplando con violencia, no hay nada qué hacer, volví a comer pizza en la Continental, fui de cuerpo, me lavé el culo en la pileta de lavar la ropa del patiecito, un personaje de Carolina Muchnik me mira desde el óleo, su cerebro es turquesa. Cuando comíamos en el chino de avenida de Mayo el adicto se hacía el pelotudo y me preguntaba por las llaves del departamento, tratando de descubrir cuál abría cuál puerta, era tan notorio…, luego nos sentamos en un banco sobre la avenida, quería fumar, yo no, hacen muchos años que no lo hago, no tenía cigarrillos, se puso molesto, no le dí bolilla. me sentí mal, me bajó la presión o algo así, casi pierdo el conocimiento, el calor era grande, temí que hubiese puesto alguna porquería en mi vaso y sin cuidado ninguno terminase por ingerirla. Anoche volvió a escribir, me recriminaba no haberle recibido a las cuatro y media de la mañana, posiblemente quisiese drogarse y nada más, pero si venía acompañado, nada sé de él, podía traer a álguien con quién robar, todo puede ser… El calor arrecia y Ariel compró pescado, comeré sin ganas, con ganas de no seguir estando…Llamó Ezequiel, la pareja de Nicolás, tiene voz gangosa, el drogón había vuelto a huir robando el dinero que el muchacho tenía para pagar la tarjeta de crédito, era la sexta vez que se escapaba en un mes, me dijo que iba a misa y allí, seguramente le llenaron la cabeza de pajaritos exigiéndole practicar la castidad, pues ya no quería mantener relaciones sexuales ya que ofendían a Dios, le dije que eso era una locura, se me enojó, lo habían convencido de lo contrario, Nicolás no volvió a aparecer, recordé que en Zoom, un antro gay, conocimos a un putazo flaquito, adicto y sidoso, que nos invitó a un telo que no pudo pagar, de allí rajamos todos, pero antes de hacerse humo nos dio a cada uno una de sus tarjetas personales, yo la tiré a la mierda, pero Nico la guardó, «para cuando quiera merca, me respondió», en una de esas huyó al loft del puto, a Ezequiel ya nada le interesaba, se había cansado del muchacho, no sé por qué, pero me hace recordar una historia trillada…Acabo de enviar un mensaje a Ezequiel, pareja de Nicolás, «quién mierda sos», es su respuesta, era Nicolás quien estaba detrás del teléfono, me llama, le digo que su pareja estaba muy preocupado por su huída, se burla de mí, no me cree, dice estar bien, me corta, todo sumamente extraño, le noto ofuscado, no estaba bien, pero yo tampoco lo estoy…Un mexicano me ha pedido amistad en facebook, he mantenido una videollamada con el muchacho, supuestamente le gusto, qué raro es todo este mundo nuevo y virtual, prefiero seguir durmiendo y oyendo virtuales truenos y sonidos de tormenta arrancados al ordenador, así llaman los españoles a la compu…El departamento de la calle Santiago del Estero finalmente quedó en nuestras manos. Lamentablemente he visto un mensaje de mi hermano a Christian, creí que era por el juicio, pero no, Ariel lo estaba cogiendo, qué doloroso saberlo, aceleró mi depresión, tuve ganas de matarle, ese puto hace cualquiera, tendría curiosidad de saber cómo era garchar con gemelos, no se lo perdono, a ninguno de los dos, todo esto me hizo mucho mal.

He venido a capital, sin ganas, debía enviar un llavero musical japonés, lo compró un tipo de Entre Ríos y lo tenía en uno de los cajones de una de las mesas de luz de la pieza del departamento. Fui al correo de avenida Callao y estaba cerrado por reformas, en la persiana habían pegado un cartel con la dirección de otras sucursales, me dirigí a la de avenida Entre Ríos y Belgrano, no la conocía. Hacía mucho calor pero me exigí caminando, para bajar la pizza de la Continental, nuevamente me atendió la gorda rubia simpática que se ocupa de la caja, me siento cómodo comiendo allí, son muy amables, es la sucursal de avenida de Mayo y la continuación de San José. Hace dos días que hablo por whats-app con un mexicano, se muestra buen tipo, pero tuve que confesarle la verdad, el diecinueve de marzo me pueden detener, falta menos de un mes y medio, apuñalé a una persona, no le gustó, lo entiendo, pero para qué mentir. Me he dado una vuelta por el cine de Constitución, un tipo hermoso apenas daba pelota, usaba tanga blanca, era tachero, tenía dos pibes, uno de dieciocho y otro de catorce. Al través de las ventanillas del tren veo ese extraño obelisco del Autódromo, similar al de Alta Gracia, fálicos y tétricos… Un petiso pijudo me la chupó, se la chupé, estaba en pedo, no acabó, yo tampoco…Mientras el tachero se garchaba a una especie de travesti cordobés, yo procuraba correrle la tanga para chuparle el culo, el trava me hacía la gamba y con sus manos le abría bien el orto, pero el taxista se volvía a acomodar su en nada masculina ropa interior. Me decidí por meterle los dedos en el culo, le entraron los cuatro y le gustó, tenía la cola encremada, o ya se lo habían cogido o venía preparado para que lo hicieran. Pero no quería que se la chupen o que lo tocasen, tenía miedo, era tan lindo… En el subte una mina me hizo lío, una villera ordinaria que no largaba el celular, se había recostado sobre la pared trasera del último coche, con las piernas abiertas hacia adelante, y no dejaba de mirar su teléfono. De mala manera me pidió que me corriese, el movimiento normal de la formación hacía que me fuese encima de ella, le dije que se dejase de joder con el celular, me llamó maleducado, que tenía lugar dónde ubicarme apartándome de ella, no era cierto, el coche estaba lleno, «la maleducada sos vos, ignorante», fue con mucho asco pronunciado este «ignorante», con desprecio, nadie dijo nada. Ella tampoco, creo que se dio cuenta de que le menospreciaba, de que le hacía ver que era abismalmente superior a su pobre ser. Bajé en estación Avenida de Mayo, trató de empujarme, jamás me tuteó, yo sí a ella, para hacerle ver que era menos que yo, la situación fue desagradable, «viajá en taxi si querés ir más cómoda», fueron otras de mis palabras, no respondió, si apenas tendría para ir en subte, un taxi jamás lo vio, sabía que estaba hiriendo con mis palabras, pero no merecía otra cosa, una negra de mierda de la que este país está repleto.

Nico ha vuelto a escribir, yo le había prometido salir, estaba entusiasmado, hacía mucho calor, tomé la última comby a capital, era tarde, el pibe sólo quería drogarse, en el boliche consiguió que un amigo le regalase merca. Hacían quince años que no pisaba Amerika, seguía siendo la misma porquería, ya no había tanta gente, la crisis económica generalizada se dejaba sentir. En el maldito túnel le chupé la pija a un muchacho, con Nicolás le ayudamos a quitarse el pantalón, yo le chupaba la verga y, él, a su vez, se la chupaba a Nico. Salimos caminando y cerca del Abasto pudimos ver un cajero automático abierto, la zona estaba llena de peruanos o bolivianos que salían de sus clubes nocturnos. Subimos a un taxi, dejamos a Nico en su casa, o más bien en la de Ezequiel, este chico habita una escuela, su madre es la portera, allí moran. El gordo negro y feo que manejaba el tacho me dejó en la puerta de mi departamento, se apresuró a cobrarme, no quería que se le pegase lo gay, incluso me devolvió veinte pesos a mi favor con tal de rajar pronto de mi presencia. Al otro día fuimos al Ideal, allí le perdí luego de chuparle culo y pija a un peruano, éste le chupaba la japi a Nico. Luego dos tipos me la mamaron y yo se la mamé también a un enfermero de Quilmes, Nico se me unió. Un brasilero charlatán y maricón cerraba la tarde hablando tonterías, nos fuimos. Compré dos latas de 7 up en la esquina de Suipacha y Corrientes y comimos empanadas en la Continental. Nico quería volver a Amerika, volvimos, quería encontrar a su amiga traviesa, la encontramos, me pareció desagradable, fumaron marihuana, volvimos, comenzaba a llover…Tomamos un taxi, y cuatro y cuarto de la mañana nos hallábamos haciendo cola en el hospital Muñíz. Un perro llamado Yiyo nos recibió muy enojado, el seguridad le trató de calmar, pero Yiyo seguía rezongando bajo la lluvia. Antes de salir, el muchacho, de rodillas en la pieza, rezó una novena, yo no pude con mi genio y le acerqué una imagen de la Virgen de Luján y una vela encendida, puse música sacra…, «del prostíbulo a la Sacre Coeur», le dijese la Casán, el gran putón nacional. a Zulma Faiad. En el hospital las cosas mutaron, quería fumar, se mostraba cargoso, quería desayunar, fue a buscar un café, se demoraba y el momento de asignar los turnos se acercaba, parecía no importarle, apareció, tuvo su numerito, pero seguía chupándole un huevo todo, perdió el número y al momento de presentarse ya no tenía cómo avalar haber sido uno de los primeros en llegar, afortunadamente pude hallar el numerito en el suelo, junto a una imagen del Sagrado Corazón que le había regalado, me puse muy molesto y le dije que pusiese la cabeza en su lugar, cuando quise pedirle disculpas me sacó carpiendo, «perdoná, yo siempre he sido muy responsable», «nadie te preguntó nada», fue su respuesta, «yo trato de ser amable con todos, incluso con los que no me caen bien», «seguramente yo soy uno de esos», «lo digo en general», me respondió el adicto, luego se encerró en el baño hablando solo en voz baja, salió, me pidió el paraguas y debajo del aguacero se sentó en el parque del hospital, «parecemos dos locos», le dije, entró y se volvió a dormir en un sillón, no sé si habrá escuchado a la doctora llamarle por el apellido, yo, bajo el diluvio, me fui al carajo. Su pareja me preguntó por whats-app cómo estaba, en realidad no quería hablar conmigo, al no contar él con celular, se contactaba con el pibe mediante mi teléfono, le conté lo ocurrido, sentí que anhelaba sacarse el bulto de encima, echándolo en mis brazos, decía querer disfrutar de su abuela antes de que muriese. No supe nada más de aquellos muchachos, el destino nos había cruzado para raudamente volvernos a distanciar. Los perros continúan siendo mis mejores amigos. ahora quien no pone la cabeza en su lugar soy yo, quiero publicar otros artículos en Mercado Libre y no lo hago, mato el tiempo «paveando», sosteniendo video-llamadas con un mexicano, jurando amor eterno y saliendo rajando en busca de japi por un cine porno. el adicto dijo algo acertado «no seas cagón», le expuse mis miedos a enfrentar el juicio por tentativa de homicidio, tenía razón, «al hecho, pecho».

He entregado los artículos que me compraron, un puto maduro se llevó el Bruno Venier, el cuadro que Christian me regalase con tanto sacrificio, le gustó una de mis obras, dijo que era muy volada, se la regalé, le dije que era una crucifixión. Los gemelos de oro fix se los llevó otro gordo trolo, pobre, me pidió que se los pusiese, y mientras lo hacía se le paraba la pija, afortunadamente estábamos en la puerta del edificio, era alto, inmenso, se podía ver que su miembro también lo era, pero yo no quería más lola, por la mañana me había garchado a un venezolano re lindo que me encontré perdido en un mingitorio de uno de los dos nuevos baños de Plaza Constitución. Me lo llevé al cine de la calle Garay, recién abrían y no tenían cambio, un boliviano quiso que le diese los quinientos pesos para convertirles en cambio en la verdulería de al lado, «voy yo», le dije, «a vos no te conoce y no va a querer darte cambio», lo que sí quería era «chorearme», de eso no tuve dudas. Nos fuimos de allí, y meta caminar llegamos al departamento, el hijo de simón Bolívar era delgado y atlético, con una gran cruz entre resplandores tatuada sobre la tetilla izquierda y una especie de pequeña serpiente debajo del ombligo, hacia su derecha, mirando su pene. con un culo re abierto que devoré, una pija grande color café, su pelo rapado a los lados y con una corta coleta untada de gel, su rostro guardaba cierto parecido con Edgar de Volcán. Lo comencé a coger en la cama pero no le entraba, fuimos al baño, y debajo de la ducha, le entró hasta la garganta, volvimos al dormitorio, le pedí que me chupase las tetitas pues quería acabar, «lo hago, pero cuando estés por venirte me avisás», así lo hice, para qué, creí que me iba a arrancar la pija, no permitió que se derramase fuera de su boca una sola gota de semen, yo lo empujaba con mis dos manos sobre sus hombros, pero no me largaba, tragó todo. Luego me besó, su aliento a semen era grande, yo le acabé como un caballo. Cuidaba un matrimonio anciano, sin hijos, yo creo que al salir de aquí y llegar a la casa de los viejos y saludarles, seguramente con un beso, éstos no podrían dejar de sentir el perfume de mi leche. me hubiese gustado volverle a ver, pero se vé que eso no estaba en sus planes…Me escribe la chica que me compró los frasquitos de Avon, en su foto de whats-app aparece junto a dos hermosos adolescentes y otra mina, tal vez sea una pareja de lesbianas, no puedo dejar de reír, o son putos o son tortas, mis clientes parecen pertenecer todos a la comunidad LGBTI.

Fue increíble escuchar de labios del adicto sidoso decirme que nunca subiría una foto suya conmigo a su face, tenía como amigos a sus hermanitos y cómo lo iban a ver junto a un tipo grande pero sano, representando al menos diez años menos de los que realmente tiene, aseado, elegante, bastante tonificado merced a los días de gimnasio. Él era muy cuidadoso en cuanto a las fotos que agregaba o compartía, por supuesto que su face estaba plagado de fotografías donde se plasmaba junto a amigotes y familiares, madre y padre incluídos, todos emborrachándose, fumando marihuana o dándose con merca, pero los hermanitos, seguramente, de todo aquello incorporaban un lindo mensaje. Tampoco debo de olvidar que estas pequeñeces eran mechadas con cadenas de oración e imágenes de Xristo y la Virgen, «es preferible reír que llorar», decía una canción de cuarta. Se persignaba antes de ingerir los alimentos que gentilmente se le brindaban, pero jamás agradecía por ellos, como si Cristo hubiese, irónicamente, sido quien los pagase en el supermercado, quien los cocinase o quien los comprase en una pizzería. Su pareja supo decirme creer que nunca le había importado a Nicolás contar con su presencia, ahora miro hacia atrás y veo que al adicto nadie le importaba, solamente sus vicios, se drogaba desde los quince años, todo lo restante había quedado a un lado, se había endurecido sintiendo nada por nadie, amando tan solo el vicio e interponiendo la figura abstracta y efímera de un Dios que desconocía como coraza en la que escudar su egoísmo. y mientras tanto Andy Bell grita en el compact disc «un poco de respeto por favor». Al peruanito le cagaron a palos, le afanaron y finalmente se intoxicó con un asado hecho al carbón, si hubiesen usado leña, tal vez nada le hubiese ocurrido. El veintiséis cumple años, me quiere ver, no me gusta, solamente siento pena por su puta suerte, tan perra como la mía, como la de la mayoría de todos nosotros. No sé cuántas horas diarias se la pasa cortando billeteras de cuero, quisiera cambiar su suerte, pero ni siquiera puedo modificar en algo mis desgracias, no hay un Dios, sino nos hubiese escuchado, si lo hay está sordo, todo esto es muy cursi, no vale la pena ser leído, un idiota desvelado fue su mentor…Cuando Nicolás quería ir solo al hospital, a las cuatro de la mañana, tal vez un poco antes, en colectivo, debiendo caminar por barrios poco seguros, me opuse, no obstante insistió en hacerlo, le dí mi tarjeta SUBE pues la suya, necesariamente, no contaba con recarga alguna. En un momento tiró la idea de que le diese llaves del departamento, para ahorrarme la molestia de tener que bajar a abrirle cuando él volviese del hospital, creo que había malas intenciones detrás de aquél reclamo, era inocente y malvado, su lucha interior, tristemente había de ganarla lo feo, la oscuridad se había establecido cómodamente dentro de esa alma rota. Acabé por acompañarle en un taxi, todo terminó de mal modo, desgraciadamente le extraño…Sigo sin descarga de agua en el baño, he procedido a volcar un balde de agua en el inodoro, lo limpié con un químico que viene en un envase con pico vertedor, me acordé de una propaganda de un producto similar, «Patopurific» le habían llamado, sólo a un puto se le puede haber ocurrido un nombre tan absurdo y cómico a la vez, como si el concentrado de lavandina y detergente fuese a brotar del pico de un patito, este pensó que le saltaba un chorro de leche en la geta mientras se inspiraba dando nombre a su «destergente», así le decía al detergente una paraguaya que laburó en casa. La Murciélaga me ha recibido con fiestas varias, no dejaba de correr y de saltar sobre mi cama, me trataba de hablar en su perruno lenguaje, al menos ellos son realmente fieles y parecen querernos con amor verdadero, me hizo bien su recibimiento. Continúo hablando con el mexicano, no sé lo que quiere, me estudia. ha vuelto a aparecer el otro mexicanito de anteojos, es odontólogo, Ralex es su nombre en Skype, dice llamarse Alex, es flaquito, bonito, de treinta años, estaba resfriado, espero no tenga nada malo, me gusta, igual está demasiado lejos y no da pelota. El otro mexicano sigue escribiendo y volando, me habla de matrimonio, fidelidad absoluta, amor eterno, tener hijos mediante vientre subrogado y no sé cuántas cosas más. Ya no sé qué pensar de nada, acerca de nada, sobre nada, sobre el todo en su conjunto. Hablé con Ezequiel mediante el extendido uso del whats-app, Nicolás volvió a desaparecer, ambos habían vuelto a coger juntos, Ezequiel se había olvidado de las ofensas a Dios, de toda esa verdura que un cura, seguramente puto, le había metido en la cuca. Pero el adicto se había borrado nuevamente, me recordaban a mí y a Christian, peleando y volviendo a estar juntos. Un grano me ha salido en el pelo del pito, no sé qué es, me dio miedo, le apliqué una pomada y tomé antibióticos, parece ir desapareciendo, aunque aún sigue allí, sigo solo, llenando el día con el gimnasio, con la limpieza del jardín, sosteniendo video-llamadas con el mexicano, todo muy loco, todo carente de sustento, desprovisto de amarre, similar a basura flotando en el río, siendo arrastrada por una corriente de la que no se sabe dónde termina…

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