Muchas veces, cuando un líder va a contratar a alguien, y lo entrevista, generalmente y de forma inconsciente, está midiendo al candidato contra sus propias competencias.
Si el candidato es muy bueno, y lo supera, pueden pasar dos cosas: que este líder piense que no requiere más talento que el suyo y lo descarte por estar sobrecalificado, o que realmente actúe como un líder inteligente y lo contrate.
Si contratamos a personas más talentosas que nosotros, entonces nuestro trabajo como líderes es eliminar barreras, facilitarles el trabajo y corrernos del medio, es decir, convertirnos en verdaderos facilitadores al servicio de nuestra gente.
Muchos pensarán que es una locura, que entonces cuál será nuestro trabajo, y la respuesta es simple: tener personas más preparadas que nosotros trabajando en nuestros equipos, nos dará aire para poner foco en otras cosas, en otras prioridades de la organización, y en estrategias de mediano y largo plazo para la producción de nuestros equipos.
Por supuesto que muchos gerentes no se sienten cómodos con este concepto porque piensan que existe una competencia interna y que, para ganarla, ellos deben ser los que saben más y los que tienen la última palabra.
La gran diferencia entre ambos grupos, es que los primeros valoran el crecimiento y el bienestar de la organización más que sus propios bonos o aumentos de sueldo, mientras que los otros son corporativos mediocres y egoístas que solo miran su bolsillo y seguridad personal.
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